En un mundo que parece dormir menos y rendir más, la melatonina se ha convertido en el salvavidas de millones. Esta hormona, sintetizada de forma natural por el cuerpo y disponible ahora en forma de suplemento sin receta, promete restaurar los ciclos de sueño con aparente facilidad. Pero, ¿y si lo que parece natural no es siempre inofensivo?
Un nuevo estudio preliminar ha encendido las alarmas. Presentado en las Sesiones Científicas 2025 de la Asociación Americana del Corazón, este trabajo analizó los historiales clínicos de más de 130.000 personas con insomnio, y encontró que quienes tomaban melatonina regularmente presentaban un 90% más de riesgo de insuficiencia cardíaca en cinco años. Aunque suena alarmante, los propios investigadores aclaran que no se trata de una prueba de causalidad, sino de una asociación estadística.
Este matiz es clave. En ciencia, una correlación no equivale a causa y efecto. Las personas que recurren a la melatonina pueden tener problemas de salud subyacentes, como insomnio crónico o apnea del sueño, que podrían explicar el mayor riesgo cardiovascular sin que la melatonina sea directamente responsable. Como señaló el especialista Sujay Kansagra, el suplemento puede estar simplemente en el lugar equivocado en el momento equivocado: un “espectador inocente”.
A esto se suman serias limitaciones metodológicas del estudio: no se especifican las dosis consumidas ni la duración exacta del tratamiento, y los datos solo incluyen prescripciones médicas, dejando fuera a millones que acceden al suplemento por vías no reguladas. Es decir, la imagen está incompleta.
Por eso, mientras los titulares suenan escandalosos, la evidencia científica acumulada hasta ahora respalda la seguridad de la melatonina en dosis habituales, con efectos adversos considerados leves. Revisiones recientes no encontraron toxicidad significativa y sostienen su utilidad como herramienta temporal en trastornos del sueño.
Entonces, ¿deberíamos dejar de tomarla? No necesariamente. Pero sí debemos sacarla del pedestal de “remedio milagroso” y colocarla donde corresponde: como parte de una estrategia responsable de higiene del sueño. Es fundamental comprender que la melatonina no induce el sueño, solo lo facilita, y su uso prolongado sin supervisión médica podría desplazar hábitos más eficaces como mantener rutinas regulares, evitar pantallas o reducir cafeína.
Este nuevo estudio no derriba a la melatonina, pero sí invita a repensar el entusiasmo con el que abrazamos ciertos suplementos solo por ser “naturales”. En el camino hacia un mejor descanso, la clave quizás no esté en una pastilla, sino en el contexto, la moderación y la ciencia.