La noticia de la muerte de Ace Frehley (Paul Daniel Frehley), guitarrista fundador de KISS, conmocionó al mundo del rock. En las últimas horas se reveló que el 16 de octubre de 2025, a los 74 años, Frehley falleció tras sufrir un accidente en su estudio que le provocó un traumatismo craneoencefálico contundente. Según el informe forense del condado de Morris (Nueva Jersey), la caída le produjo una fractura en el cráneo, un hematoma subdural y un derrame cerebral, lesiones tan graves que terminaron por arrebatárselo la vida. Internado en cuidados intensivos durante semanas, estuvo conectado a soporte vital hasta que su familia decidió desconectarlo ante la imposibilidad de recuperarlo.
En medio de la tragedia, los seres queridos de Frehley compartieron un mensaje estremecedor: “Estamos completamente devastados y desconsolados. En sus últimos momentos, tuvimos la fortuna de poder rodearlo de palabras, pensamientos, oraciones e intenciones amorosas, cariñosas y pacíficas mientras dejaba este mundo”. Estas palabras revelan la dimensión humana de la pérdida: tras años de guitarras incendiarias, Ace murió rodeado de amor en silencio, lejos de los reflectores. Su caída accidentada en el estudio a fines de septiembre había obligado a cancelar el resto de su gira de 2025. Ese mismo día publicó en Instagram que se trataba de una lesión “leve”, pero la realidad médica fue otra y el curso de la enfermedad superó las esperanzas iniciales.
Más allá del informe forense, la historia de Ace Frehley es la de un artista que convirtió su identidad escénica en leyenda. Conocido mundialmente como “The Spaceman”, cofundó KISS en 1973 junto a Gene Simmons, Paul Stanley y Peter Criss. Frehley inventó su propio personaje: un guitarrista espacial de maquillaje plateado y antifaz estrellado, cuyas guitarras exhalaban humo en vivo, subrayando el aura de otro mundo de sus solos. En el apogeo de los 70, Ace aportó riffs inolvidables a himnos de rock como “Rock and Roll All Nite” y “Cold Gin”, afianzando el sonido crudo y teatral de la banda.
Mientras Simmons y Stanley eran las caras visibles de KISS, Ace fue el comodín impredecible: no un virtuoso académico, pero sí un guitarrista convincente cuyo estilo influyó en infinidad de seguidores. Su álbum solista de 1978, lanzado el mismo día que los de sus compañeros, fue el más exitoso de los cuatro solistas de KISS, y canciones suyas como “Shock Me” se convirtieron en clásicos del repertorio.
Durante más de cinco décadas de carrera, Ace mantuvo ese espíritu de “soldado del rock” –como lo llamó su compañero Simmons– y un imaginario escénico único. Los vestuarios llenos de metal, la pirotecnia, y su distintivo cabello al estilo cósmico lo convirtieron en un icono visual tanto como lo fue su música. Su legado trasciende los datos biográficos: el propio presidente del Kennedy Center lo homenajeó en 2025 por su contribución cultural, y músicos de varias generaciones han citado su influencia.
La muerte de Ace Frehley encierra así una paradoja poética: un guitarrista de otro mundo que cayó terrenalmente en un estudio, dejando atrás un cuerpo frágil pero un legado indestructible. Aunque los detalles médicos del accidente son duros, cobran significado al recordarlo como a un creador audaz. Este ensayo busca, sin resumir fríamente los hechos, tender un puente entre la noticia clínica de su muerte y la memoria emotiva de su música. El Spaceman vive en cada riff, en cada solo incendiario, y en la memoria colectiva de los fans. Así como su familia lo rodeó de amor en sus últimos momentos, nosotros lo rodeamos con recuerdos imborrables: desde los primeros acordes de KISS hasta los silencios de su ausencia.