domingo 7 de diciembre de 2025 - Edición Nº5367

Información General | 13 Nov

Conciencia y salud

Prevenir el ACV: un puente entre la ciencia y la vida

En una jornada que unió ciencia, cultura y comunidad, profesionales de la salud y estudiantes se reunieron en el Jardín Japonés para transformar la prevención del ACV en un ejercicio colectivo. Comprender que el ataque cerebrovascular no es un accidente sino una consecuencia evitable es el primer paso para salvar vidas —incluida la propia.


El Día Mundial del Ataque Cerebrovascular no es solo una fecha en el calendario médico, sino una invitación urgente a repensar nuestra relación con el cuerpo. Cada 29 de octubre, el mundo recuerda que la prevención puede ser la diferencia entre la vida plena y la discapacidad, entre la conciencia y el silencio. En esta oportunidad, el Jardín Japonés de Buenos Aires se convirtió en un espacio de aprendizaje activo, donde la ciencia salió al encuentro de la gente.

Allí, profesionales de la salud, estudiantes, expacientes y familias participaron de una jornada impulsada por Philips, la Fundación Cultural Argentino Japonesa, ENERI y Clínica La Sagrada Familia. El objetivo fue tan simple como profundo: acercar el conocimiento médico al corazón de la comunidad, romper el muro entre los hospitales y la vida cotidiana, y transformar la información en acción.

Desde temprano, la voz del Dr. Fernán Quiroz, ministro de Salud de la Ciudad, abrió el encuentro con un llamado a la prevención. Luego, el Dr. Carlos Bleise, referente en innovación médica, propuso una mirada renovada sobre el ACV: entender que no es un accidente fortuito, sino un ataque prevenible, consecuencia directa de los factores de riesgo que muchas veces ignoramos o minimizamos. La hipertensión, el tabaquismo, la diabetes, el sedentarismo y la apnea del sueño son algunos de los enemigos silenciosos que preparan el terreno para el colapso.

La Dra. Julieta Rosales, neuróloga vascular, subrayó una idea poderosa: nombrar las cosas cambia la forma en que las enfrentamos. Dejar de hablar de “accidente cerebrovascular” y comenzar a decir “ataque” implica asumir responsabilidad. Un ataque puede prevenirse. Un accidente, en cambio, parece inevitable. Ese cambio de mirada redefine la educación en salud y abre la puerta a la acción ciudadana.

Durante la jornada, los asistentes recorrieron siete estaciones temáticas que combinaban conocimiento científico con experiencias prácticas. Allí aprendieron a reconocer los síntomas del ACV, a actuar frente a una emergencia, y a entender el valor del tiempo: cada minuto perdido sin atención médica representa millones de neuronas que dejan de funcionar.

Hablar con dificultad, perder fuerza en un lado del cuerpo, ver doble o sufrir una cefalea súbita e intensa son señales que no deben esperar. “No es algo que avanza con los años: aparece de golpe, y en ese golpe está la oportunidad de salvar una vida”, remarcó Rosales.

El encuentro no se limitó al ámbito médico. La educación fue el hilo conductor. Delegaciones escolares participaron activamente de talleres sobre hábitos saludables y primeros auxilios, transformándose en multiplicadores del conocimiento. Los jóvenes no solo aprendieron, sino que se convirtieron en mensajeros de prevención dentro de sus hogares y comunidades.

La tecnología también tuvo su lugar: Philips presentó equipos de monitoreo cardiovascular y dispositivos de detección temprana, mostrando cómo la innovación puede ser aliada de la conciencia. Sin embargo, el cierre del evento nos recordó que la salud también se cultiva desde el movimiento y la armonía. Un maestro japonés guió una práctica de Radio Taiso, una serie de ejercicios que combinan respiración, equilibrio y energía colectiva.

El sonido de los tambores japoneses, el ritmo compartido y la serenidad del paisaje dieron forma a un cierre simbólico: la unión entre cuerpo, mente y comunidad. Porque prevenir el ACV no es solo una tarea médica, sino un compromiso social y cultural.

La jornada concluyó con una foto grupal en el icónico puente rojo del Jardín Japonés. Una imagen que condensa el espíritu del encuentro: la ciencia y la cultura pueden caminar juntas cuando el objetivo es preservar la vida.
El mensaje final resuena con fuerza: escuchar al cuerpo antes de que grite, actuar antes de que ataque.

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