La conducción del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires atraviesa horas de tensión y movimientos silenciosos. A poco de que venza el mandato de Máximo Kirchner, los principales referentes del peronismo bonaerense ya analizan quién tomará la posta en una nueva etapa de reconfiguración política.
El resultado de las últimas elecciones dejó al descubierto el desgaste del liderazgo actual y abrió paso a un debate profundo sobre el futuro del partido. En ese marco, los intendentes del conurbano y del interior comenzaron a articular estrategias para recuperar protagonismo dentro del PJ, con la idea de devolverle mayor territorialidad y autonomía.
Desde el entorno de Axel Kicillof también emergen señales de cambio. El gobernador, que busca consolidar su propio espacio, impulsa una renovación interna que combine gestión y militancia, aunque sin asumir directamente la conducción partidaria.
Entre los nombres que suenan con más fuerza aparecen figuras con peso territorial y respaldo político, como la vicegobernadora Verónica Magario, el intendente lomense Federico Otermín y la jefa comunal de Moreno, Mariel Fernández. Cada uno representa un perfil distinto de peronismo, pero todos comparten la intención de aggiornar la estructura partidaria y marcar distancia del esquema que impuso La Cámpora en los últimos años.
El escenario hacia adelante parece inevitablemente conflictivo: mientras algunos sectores buscan consensuar una lista de unidad, otros ya preparan una eventual interna abierta para definir la nueva conducción.
El peronismo bonaerense enfrenta así un punto de inflexión. Con el liderazgo de Máximo Kirchner en retirada, el desafío pasa por reconstruir un proyecto político que logre equilibrar las tensiones entre aparato, territorio y militancia. La pulseada ya empezó, y promete reconfigurar el mapa del poder peronista en la provincia más importante del país.