¿Qué pasa realmente adentro de un matadero? La respuesta incomoda, y por eso muchos prefieren no mirar. Pero el nuevo cortometraje El privilegio del asco abre una puerta que casi siempre permanece cerrada. Y lo que se ve ahí adentro —aunque duela— revela más de lo que imaginamos sobre cómo funciona la industria de la carne en la Provincia de Buenos Aires.
La activista y cofundadora de Voicot, Malena Blanco, presentó El privilegio del asco, un corto filmado este año dentro de un matadero bonaerense. No es ficción, no es recreación: es el registro directo del proceso real de faena en Argentina. El material forma parte de la residencia de cine Sentimientos Encontrados, coordinada por Manuel Abramovich.
El objetivo no es mostrar sangre porque sí. Lo que el corto expone es cómo la violencia se vuelve rutina, cómo se normaliza y cómo se sostiene gracias a un sistema donde cada engranaje cumple un rol para que todo siga igual.
La investigación toma ideas inspiradas en la noción de “heterotopía”, que ayuda a pensar esos espacios que existen pero que preferimos dejar fuera del mapa mental. En los mataderos, lo visible convive con lo negado. Es un lugar donde se trabaja mirando sin mirar.
Ahí aparece la pregunta central del corto:
“¿De quién es el privilegio de poder sentir asco?”
Para Blanco, sentir asco es justamente un privilegio: los trabajadores no pueden darse ese lujo si quieren conservar su empleo. Tienen que bloquear la sensibilidad para poder seguir. Y esa tensión —entre lo que uno siente y lo que uno tiene que hacer— es parte del corazón del film.
A lo largo del corto se marca una idea fuerte: el sistema de faena no solo afecta a los animales, sino también a las personas que trabajan ahí. Todos los cuerpos están atravesados por la misma lógica de opresión. Pero las consecuencias más extremas, el dolor más directo, lo cargan los demás animales, seres sintientes que no tienen posibilidad de elegir.
Malena Blanco es publicista, fotógrafa y activista. Desde Voicot, organización que impulsa investigaciones en mataderos, campañas visuales e intervenciones urbanas, trabaja para cuestionar el vínculo entre humanos, animales y naturaleza. El movimiento, nacido en Argentina, tiene fuerte presencia en América Latina y busca promover un cambio cultural hacia una relación más ética con todos los seres vivos.
Porque entender lo que pasa en un matadero es entender cómo funciona una parte central de nuestra economía y de nuestras costumbres. No se trata de señalar culpas individuales, sino de mirar de frente algo que solemos dejar fuera del plano.