Hay historias que arrancan con una foto y terminan revelando algo mucho más grande. Esta empieza en un acto patrio, con un nene en brazos de Néstor Kirchner, y hoy sigue abierta, marcada por una amputación, una lucha diaria y un pedido simple: poder caminar sin dolor. Pero para entender por qué Brian Ojeda necesita esa ayuda hoy, primero hay que volver al inicio.
Brian Ojeda, rosarino, 24 años, es uno de los 328 ahijados presidenciales que tuvo Néstor Kirchner, según marca la ley para séptimos hijos varones. Sus viejos, Roxana y Abel, pudieron tramitar el padrinazgo oficial y acceder a una beca educativa de por vida.

De muy chiquito, a los 2 años, lo bautizaron en la Catedral de Rosario. En representación del presidente fue Hermes Binner, que en ese momento prometió ayudar a la familia, que venía complicada económicamente.
Recién en 2005, durante un acto por el Día de la Bandera, Brian conoció personalmente a su padrino. Su mamá hizo de todo para acercarlo al escenario y conseguir la foto. Lo logró: esa imagen del “nenito de la bandera” quedó grabada en todos. Dos años después se repitió, esta vez también con Cristina. Para su mamá, militante peronista de fierro, esas fotos eran una puerta para pedir lo que sentía que le correspondía a su hijo.
Nadie sabía que esas fotos iban a marcarles la vida. Pero no por la política: por el destino.
El 4 de septiembre de 2010, cuando Brian tenía 9 años, un tren lo atropelló cerca del puerto de Rosario. Perdió más de tres litros de sangre. Los médicos lograron salvarle la vida, pero tuvieron que amputarle media pierna izquierda.
A partir de ahí, todo cambió. A través del Ministerio de Desarrollo Social, entonces en manos de Alicia Kirchner, la familia recibió una casa propia. Para ellos fue un alivio enorme: venían de una convivencia conflictiva en una casa prestada.
La recuperación fue dura. Brian pasó por rehabilitación, prótesis, natación, terapias. Creció cambiando prótesis todos los años. Cuando dejó de ser un “caso visible”, el acompañamiento político desapareció.
Con el tiempo, se alejó de la militancia. No por enojo, sino por desgaste. A los 18 llegó el fallo del juicio contra el ferrocarril: apenas el 30% de lo reclamado. Con esos 800 mil pesos construyó su casa en el fondo de la propiedad familiar.
Hoy está terminando el secundario y quiere estudiar Seguridad e Higiene junto a su novia.
Su problema más urgente hoy es otro: necesita una prótesis nueva. Sin obra social —perdió PAMI cuando falleció su papá— no puede costearla. Le dijeron que sale 7 millones de pesos.
Sin esa prótesis, su columna se ladea, la cadera se desgasta y hay días que directamente no puede caminar. Brian hace changas de pintura y corta el pelo para sobrevivir.
“No quiero dar lástima. Solo necesito que alguien me escuche”, dice.
A sus 24 años, Brian sigue teniendo el brillo de aquel nene del balcón presidencial. Pero hoy no pide fotos ni homenajes. Pide caminar sin dolor.