La discusión sobre la violencia de género en los medios de comunicación no es nueva, pero cada vez que aparece un caso que involucra a figuras de alto perfil, el debate se reactiva con fuerza. En esta oportunidad, el foco vuelve a apuntar hacia C5N, una señal que ya ha atravesado controversias similares y que nuevamente queda expuesta ante señalamientos internos que involucran al conductor Pablo Duggan.
Aunque las acusaciones aún no cuentan con confirmación oficial ni respuestas públicas del periodista o del Grupo Indalo, su circulación reabre un interrogante de fondo: ¿cómo se gestionan, puertas adentro, los vínculos laborales en un espacio donde la información y la opinión moldean la agenda pública?
Según distintas fuentes internas que buscaron resguardar su identidad, habrían existido episodios de maltrato y comportamientos considerados inapropiados en el ámbito laboral, lo que generó tensiones entre el conductor y otras trabajadoras del canal. Más allá de que estas versiones deben ser tratadas como tales, su sola aparición alcanza para dejar en evidencia un patrón repetido en la industria: la distancia entre los discursos públicos sobre igualdad y los conflictos que, en ocasiones, surgen en la práctica cotidiana.
La gravedad potencial de estas situaciones —aunque no estén judicializadas ni detalladas públicamente— radica en que configuran un terreno donde la violencia simbólica y laboral puede instalarse sin que existan mecanismos sólidos para frenarla. Y cuando se trata de medios de comunicación, la sensibilidad aumenta: estos espacios no solo informan, sino que también construyen criterios sobre lo que la sociedad considera aceptable o injustificable.
En este caso, las versiones difundidas se integran en un debate más amplio: el de las estructuras de poder dentro de las redacciones, la vulnerabilidad que enfrentan muchas mujeres periodistas y la persistencia de dinámicas que, aunque naturalizadas por años, hoy son revisadas bajo una mirada crítica. La ausencia de pronunciamientos oficiales no apaga la discusión; por el contrario, la intensifica porque deja abiertas preguntas sobre la responsabilidad institucional, la transparencia y las herramientas disponibles para contener, prevenir o investigar situaciones de posible violencia de género.
La tensión entre el discurso público de los medios y su funcionamiento interno continúa siendo una grieta difícil de cerrar. Este nuevo capítulo que involucra a C5N y a Pablo Duggan —siempre bajo el rótulo de acusaciones no confirmadas— obliga a revisar cuáles son las garantías para quienes se desempeñan en la industria y qué transformaciones reales se están gestando detrás de cámara.
ESCANDALO EN C5N 😳
— Paula Bernini (@PaulaBerniniTV) September 24, 2024
Pablo Duggan es un MACHIRULO y VIOLENTO ¿Cómo le va a hacer ESO a una MUJER como Mariana Brey?
¿Todo porque no defiende al chorro de Grabois? Y le decían envidiosa.. pic.twitter.com/O4kKAbbTur