Pensar en un subte circulando bajo las diagonales platenses todavía provoca sorpresa, pero el planteo dejó de ser una fantasía cuando el arquitecto Sergio Poggi decidió intervenir en el debate público. Su propuesta no se limita al trazo de túneles: es, ante todo, una interpelación directa al modo en que La Plata imagina su porvenir. En un escenario donde el tránsito se espesa, la normativa se revisa y los barrios reclaman voz, la idea de un transporte subterráneo emerge como un síntoma y a la vez como una estrategia de futuro.
Poggi partió de una premisa incómoda: la dependencia del automóvil se volvió estructural, y ninguna modificación menor parece capaz de quebrarla. Según su visión, la ciudad necesita un gesto de infraestructura equivalente al que en su momento transformó a Buenos Aires, cuando la red porteña de subtes comenzó a expandirse en un contexto demográfico incluso más reducido que el actual de la capital bonaerense. De allí se desprende el argumento técnico que repite: el suelo platense permitiría avanzar sin mayores obstáculos, y postergar un proyecto de esta escala sería condenar a la ciudad a convivir indefinidamente con sus atascos.
El arquitecto no evita relacionar su postura con el proceso político en curso. La discusión del Código de Ordenamiento Urbano y Territorial (COUT), reformulado bajo el Plan Bicentenario, pone a prueba la capacidad del municipio para integrar miradas diversas. Poggi advierte que numerosos barrios quedaron fuera de las instancias consultivas y que esa ausencia no solo afecta la manera en que se decide sobre alturas o preservación: también desequilibra cualquier estrategia de movilidad, porque un sistema de transporte no puede pensarse al margen de quienes lo utilizarán.
En ese sentido, su intervención intenta ampliar el marco del debate. Sostiene que la planificación no se agota en habilitar nuevas obras ni en regular densidades, sino en construir una lógica urbana que articule patrimonio, movilidad y escala metropolitana. Para él, incorporar áreas como Meridiano V o Tolosa al catálogo de sitios protegidos no significa frenar el desarrollo, sino reforzar una identidad que convive con los desafíos de una ciudad moderna. La Plata —afirma— puede preservar su carácter sin renunciar a soluciones potentes.
El subte aparece entonces como una pieza dentro de un tablero mayor. No se trata únicamente de reducir micros en el centro ni de aliviar diagonales saturadas, sino de reorientar la movilidad hacia un sistema confiable, rápido y continuo, capaz de modificar conductas profundamente arraigadas. En su lectura, si no surge una alternativa sólida y eficiente, la ciudadanía seguirá refugiada en el auto y el problema del tránsito no hará más que crecer.