La política suele encontrar sus giros más fuertes en los momentos que parecen rutinarios. Lo que ocurrió en la Facultad de Psicología de la Universidad de La Plata, durante la asamblea del Frente Grande Nacional, es un ejemplo perfecto: un acto partidario, discursos esperados, clima de militancia… hasta que una frase quebró la inercia.
Mario Secco, con su estilo frontal, tomó el micrófono y lanzó un mensaje que funcionó como declaración programática y como advertencia interna: “Axel Kicillof 2027”. No fue una ocurrencia aislada ni un exabrupto emocional; fue una jugada política premeditada.
Lo sorprendente no vino del intendente de Ensenada, habitual promotor del gobernador, sino de la reacción del propio Kicillof. Sus aplausos, enérgicos y sin ambigüedad, ofrecieron por primera vez una pista pública de su disposición a disputar la presidencia dentro de dos años. Ese gesto capturado por las cámaras, convertido luego en video viral, aceleró una conversación que venía creciendo en voz baja: la posibilidad de que el mandatario bonaerense se convierta en el articulador de un peronismo que atraviesa una crisis de referencias nacionales.
La viralización fue inmediata. En redes, el hashtag #Kicillof2027 escaló como señal del efecto expansivo que tiene cualquier movimiento dentro del peronismo bonaerense, capaz de irradiar hacia la militancia, la dirigencia y, finalmente, la agenda periodística. Pero el fenómeno digital fue solo el eco de algo más profundo: la necesidad de un sector del oficialismo de instalar un liderazgo propio en un momento de definiciones estratégicas.
El contexto no es casual. La Legislatura bonaerense atraviesa discusiones ásperas por el endeudamiento solicitado por el Ejecutivo, tensiones que exponen fisuras internas en Fuerza Patria y obligan a Kicillof a maniobrar con precisión para no perder cohesión política. En ese clima, el aval de Secco opera como una señal de respaldo, pero también como una presión hacia quienes cuestionan la hoja de ruta financiera del gobernador. La proclamación, entonces, no solo construye futuro: ordena el presente.
Lo relevante es que el episodio marca el inicio de una nueva etapa, incluso antes de que concluya la campaña provincial. La política argentina, acostumbrada a ciclos acelerados, asistió a un anticipo: el proyecto presidencial de Kicillof dejó de ser rumor y se transformó en narrativa. Su figura emerge como la pieza principal de un tablero donde el peronismo nacional aún busca claridad y conducción. En ese vacío, la estrategia bonaerense intenta aprovechar la territorialidad del Frente Grande y la capacidad del gobernador de convertir la tensión interna en combustible político.