Hay regresos que no se anuncian solo con afiches y entradas, sino con un latido colectivo que parece despertarse en cuanto se pronuncia un nombre. El regreso de Catupecu Machu a La Plata es uno de esos momentos donde el que vuelve no es solo un grupo musical, sino un capítulo entero de la identidad rockera argentina. Nueve años después, la banda desembarca en el Teatro Ópera para convertirse, otra vez, en escenario y sintonía de quienes crecieron con su sonido.
Lo que acontece no es casual: la banda liderada por Fernando Ruíz Díaz, ahora en un formato de trío, propone un diálogo directo con los sentidos. Eliminar artificios para amplificar la esencia parece ser la premisa. Sobre el escenario, bajo, guitarra, batería y una voz convertida en cicatriz emocional darán forma a la ceremonia. Ese minimalismo instrumental es también un manifiesto: un regreso sin efectos, solo intensidad, presencia y verdad.
La cita llega en un marco simbólico. El Teatro Ópera cumple 73 años, un templo cultural que atesora historia, espectáculos y memorias. Que Catupecu sea parte de esta celebración funciona casi como una metáfora generacional: la banda, como la sala, resiste y se reescribe con cada época, sosteniendo su legado mientras se transforma.
Los shows recientes en Latinoamérica y su coqueteo con formatos más íntimos anticiparon esta parada platense que promete desbordar la frontera de lo estrictamente musical. No se trata solo de volver a escuchar himnos; se trata de comprobar que, cuando un artista conecta con su público, las canciones no envejecen: evolucionan con quienes las llevan a cuestas.
Las entradas ya están a disposición, con beneficios especiales para usuarios del Banco Provincia. Pero lo que realmente se pone en juego es otra cosa: un reencuentro entre una banda y quienes reconocen en ella un fragmento de su propia biografía sonora.