La economía argentina vuelve a exponer uno de sus síntomas más crudos: trabajar ya no garantiza salir de la pobreza. Según un informe del Instituto Gino Germani de la UBA, siete de cada diez trabajadores en el país perciben ingresos menores a $1.000.000, mientras que la Canasta Básica Total para un hogar tipo supera los $1.213.000. Es decir, la mayoría de los asalariados —incluso quienes tienen empleo de tiempo completo— no logra cubrir los gastos esenciales para vivir.
El dato es contundente porque atraviesa todas las capas del mercado laboral. En el sector formal, históricamente más protegido, el 58% de los trabajadores registrados también queda por debajo del umbral. Y en el universo informal, el cuadro es directamente crítico: el 89% de los empleados sin registrar y el 88% de los cuentapropistas de baja calificación no llegan a fin de mes sin perder poder adquisitivo.
El informe además alerta sobre un fenómeno que se expande con velocidad: la llamada “pobreza residencial”. Los hogares destinan cada vez más recursos a pagar servicios básicos, que pasaron de representar un 4% del salario mediano en 2023 a un 11% en 2025. En paralelo, la inflación en alimentos continúa erosionando la capacidad de compra, dejando a millones de familias entre la reducción del consumo y la búsqueda de ingresos alternativos.
En este contexto, el pluriempleo se vuelve una salida obligada. Cerca del 12% de los ocupados tiene más de un trabajo, no por elección sino por necesidad. La multiplicación de jornadas laborales es un intento desesperado por compensar salarios que no acompañan el costo de vida.
El diagnóstico del Instituto Gino Germani es categórico: la figura del “trabajador pobre” se consolidó en la Argentina. La precarización no solo afecta a empleos informales o de baja calificación, sino también a trabajadores registrados que cumplen jornadas completas y aun así quedan por debajo de la línea de pobreza.
Este cuadro expone un deterioro estructural del mercado laboral y un retroceso profundo del poder adquisitivo. Mientras la inflación continúa tensionando los ingresos y los servicios esenciales aumentan por encima de los salarios, la economía argentina sigue empujando a millones a un escenario donde la pobreza dejó de ser sinónimo de desocupación y pasó a convivir con el empleo formal.