La renuncia indeclinable de José María Lojo a la presidencia del Consorcio de Gestión del Puerto La Plata deja bien claro que la orden es contundente e inobjetable. No se va porque quiere, sino por inútil.
Lojo, designado en 2021 por decreto provincial y deja su cargo en medio de reproches políticos, auqnue sin escándalos, pero con evaluacionesdurísimas sobre su desempeño deficiente. Incluso varias fuentes coinciden en que su gestión fue considerada tan mala o peor que la de su antecesor.
La información que circula es clara: la renuncia habría sido pedida, no por un adversario, no por una auditoría, no por un traspié administrativo: por su propio jefe.
Desde el enotorno de Lojo aseguran en estricto off que fue solicitada desde un núcleo de “indiscutible cercanía” con Mario Secco, intendente de Ensenada y máximo referente del Frente Grande, espacio al que pertenecen tanto Lojo como su antecesor, Pedro Wasiejko.
El Puerto La Plata es más que un ente de gestión: es una pieza estratégica de poder territorial, político y económico. Y en ese tablero, la actual etapa exige algo distinto: más impronta local, más arraigo municipal, más control directo.
El Consorcio, creado en 1999 como ente público no estatal, tiene una estructura plural: Provincia (pone el presidente), municipios de Ensenada, Berisso y La Plata, sectores empresariales y sindicales (ponen un miembro del directorio cada uno).
Lojo entró y sale de la mano de Secco. "Prometió mucho y no cumplió casi nada", aseguran fuentes políticas.