El mapa político de la Provincia de Buenos Aires arde en su zona más sensible. Lo que comenzó como un chispazo en Quilmes con la gestión de Mayra Mendoza, terminó de explotar en Lanús, donde el intendente Julián Álvarez (otro alfil de la organización de Máximo Kirchner) se convirtió en el blanco de un "apriete" coordinado por el Movimiento Evita y la UTEP.
La narrativa de la "unidad" se estrelló contra el asfalto. El detonante, según fuentes territoriales, es la resistencia de los movimientos sociales a las políticas municipales que buscan regular la calle y el estacionamiento medido. Sin embargo, el condimento más picante lo puso Juan Grabois. El referente de Argentina Humana no anduvo con vueltas y lanzó una frase que retumbó en los despachos de la gobernación en La Plata: "Pegarle a los laburantes es de garca".
Para el sector de Grabois y el Evita, las gestiones de La Cámpora están aplicando métodos "represivos" y de "recaudación" que asfixian a la economía popular, comparando incluso algunas medidas locales con el ajuste de la Casa Rosada. En Lanús, la protesta incluyó momentos de furia: el incendio de un árbol de Navidad frente al palacio municipal fue el símbolo de una relación que hoy está reducida a cenizas.
Desde el camporismo, la respuesta no se hizo esperar. En off, definen la movida como una "extorsión a cielo abierto" financiada por sectores que no aceptan el ordenamiento democrático del espacio público. La interna ya no se discute en unidades básicas o despachos cerrados; se dirime con cubiertas quemadas en la zona sur, mientras los intendentes denuncian un "plan sistemático" para desgastar a los mandatarios de la orga.
Con Cristina Kirchner fuera de la escena diaria por su convalecencia, el peronismo bonaerense parece haber perdido su "árbitro central", permitiendo que la pelea entre el territorio y la estructura política se convierta en una guerra de guerrillas que pone en jaque la gobernabilidad de la Tercera.
