Con la última semana del año en marcha, Estudiantes enfrenta una definición clave para su futuro inmediato: la continuidad de Eduardo Domínguez como entrenador. Mientras la dirigencia proyecta el 2026, hay una certeza que atraviesa todo: sin Domínguez, el proyecto deportivo pierde su principal sostén.
El “Barba” quiere seguir. Pero esta vez no desde la comodidad del silencio. Después de un año atravesado por cortocircuitos internos, versiones de salida anticipada y decisiones dirigenciales que lo pusieron en duda, Domínguez decidió negociar desde una posición inédita: la de los resultados.
Porque más allá de las tensiones, los títulos llegaron. Y con ellos, una legitimidad que el entrenador está dispuesto a convertir en condiciones concretas.
El primer punto es claro: un contrato por dos años, con el objetivo de profundizar un proyecto a largo plazo y darle estabilidad tanto a su cuerpo técnico como a su familia. Domínguez entiende que Estudiantes necesita previsibilidad, pero también que esa previsibilidad debe ser recíproca.
En ese marco, el DT solicitó cláusulas de salida a su favor en caso de una eventual decisión dirigencial de removerlo. Un pedido que no es casual: antes de los Play Off del último Torneo Clausura, la conducción del club evaluó seriamente su salida. La cláusula busca evitar que una racha negativa o un contexto adverso vuelva a poner en jaque su continuidad de manera abrupta.
Otro de los puntos sensibles pasa por la reestructuración financiera que planea la dirigencia albirroja. En City Bell saben que deberán acomodar las cuentas a partir de ventas importantes, y allí aparecen nombres pesados: Santiago Ascacíbar y Edwuin Cetré tienen grandes chances de salir, mientras que Cristian Medina dejará el club sin representar un ingreso significativo.
Domínguez no desconoce la realidad económica, pero pretende garantías deportivas. Su postura es clara: aceptar un ajuste sin herramientas para competir sería hipotecar el prestigio ganado dentro de la cancha.
Hoy, la renovación está abierta. Ambas partes saben que el acuerdo es posible, pero también que no será automático. Domínguez se planta no desde el capricho, sino desde los títulos, el respaldo del vestuario y el vínculo construido con el hincha.
En Estudiantes entienden que perder al entrenador sería un golpe político y deportivo difícil de absorber. Por eso, más allá de las diferencias, todo indica que el Barba tiene margen para imponer condiciones.
La pregunta ya no es si Domínguez quiere seguir. La verdadera incógnita es hasta dónde está dispuesto a ceder el poder en City Bell.