El ataque terrorista en el Ayuntamiento de Crocus en Moscú ha sumido a Rusia en el luto, con al menos 143 víctimas fatales. Sin embargo, mientras el país llora, sus líderes están urdiendo planes. Aunque ISIS se atribuyó el ataque, los dirigentes rusos apuntan hacia Ucrania y sus aliados occidentales. A pesar de la admisión a regañadientes de Putin sobre la autoría islamista, persisten las acusaciones infundadas contra Kiev. El Kremlin mantiene sus opciones abiertas, mientras la cacofonía de señalamientos infundados contra Ucrania se acompaña de nuevos ataques a su infraestructura civil, revelando claras intenciones.

Desde la perspectiva de Putin, la escalada en Ucrania tiene sentido estratégico, demostrando a los rusos que los agresores serán castigados y desviando la atención de fallas de seguridad. La reciente reelección de Putin lo fortalece, permitiéndole concentrarse en la guerra. Militarmente, Rusia supera a Ucrania, y el momento es propicio, con el apoyo militar occidental en duda y una ventana de oportunidad para nuevas ofensivas.

La política exterior rusa se ha centrado en objetivos bélicos desde la invasión a Ucrania, asegurando su economía y abastecimiento de armas. La diplomacia rusa ha integrado a estados no occidentales en estructuras de lealtad, reduciendo el riesgo de presiones para reducir la guerra. Putin ha incitado tensiones antioccidentales y cultivado problemas para los países occidentales, dificultando el apoyo a Ucrania.

En conclusión, Rusia, aprovechando condiciones geopolíticas favorables y un orden internacional frágil, se prepara para intensificar su ataque a Ucrania.

Fuente: infobae.com