Recuerdo de Malvinas, en primera persona: "Las distancias, sólo se acortan desde grandes aventuras"

01-04-2022 - Por Primera Página

Está publicación, acorde a la efeméride del 2 de abril de 1982, es el inicio de la autobiografía del autor de la misma. En la medida que surjan etapas de la historia de Jesús María "Tito Plaza", iremos publicando los capítulos que componen su biografía.

Las distancias, sólo se acortan desde las grandes aventuras, en donde el bien y mal, renacen distintos y en tiempos nuevos.

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A mi querido País lo sentía desde la soledad, nos acabábamos de separar y decidí evadirme en la escritura. Renté una suite en la calle Ámsterdam, colonia Hipódromo Condesa, del DF mexicano y entre documentos y libros, empecé a elaborar "La Patria que nos parió".

En 1982, México transitaba por el traumático fin del sexenio presidencial, Nicaragua, no podía consolidar el proceso sandinista, Inglaterra, se inmolaba frente a Europa, con el desprestigio de la "Dama de hierro", la URSS, se desintegraba desde la impotencia ideológica y el fracaso económico, España, organizaba el negocio del fútbol con un campeonato mundial, Estados Unidos, rescataba el garrote reaganeano invadiendo libertades, China, construía futuro desde el silencio confusiano, Medio Oriente, implosionaba con Israel y la OLP del épico Yasser Arafat, Sudafrica, se debatía entre el apartheid y la grandeza del encarcelado Nelson Mandela, India, en su avance de ballena, sería sacudida en la preparación del magnicido de Indira Gandhi, Sudamérica, resolvía desde el dolor y la lucha, su destino dictatorial, mientras en Argentina, el gobierno más criminal de su historia, se ensangrentaba aún más, con la guerra de Malvinas. La efervescencia política, la debacle económica, la corrupción impiadosa y la tragedia de los desaparecidos, marcaba el camino hacia un corolario estrepitoso. En ese universo, mi destino se agrupó en la sorpresa.

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Mientras Galtieri deliraba entre los espasmos del alcohol, los radicales buscaban la revancha tardía, el peronismo ansiaba la reconquista y el pueblo la libertad, Vicente Leonidas Saadi, organizaba el trampolín hacia el recambio. Surgía la agrupación peronista combativa, Intransigencia y Movilización y el periódico que iba a marcar historia, la Voz, ambos espacios fruto de un acuerdo inesperado, entre el ex Gobernador de Catamarca y la conducción orgánica de los Montoneros. Mi derrotero de escribidor y militante, me acercaron a los protagonistas de la sufrida década de los años setenta, intercambiábamos archivos, documentos e ideas, ellos desde la "Isla" y yo, desde mi bulín literario. Ahí el contacto. Cómo había sido designado, Auditor del Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA) en México, nuestra relación se hizo fluida y continua. "Tito, Obregón quiere hablar con vos".

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Le dije que sí, que su lucha era la mía, que si había que llevar dinero para el proyecto de la voz de los que no tenían voz, estaba dispuesto. Yo quería estar en la Patria en tiempos de batalla. Ya el mundo sabía del triunfo bélico de Inglaterra y de la derrota humillante de los militares criminales de Argentina. La conducción de la "Orga", con Mario Eduardo Firmenich a la cabeza, se había trasladado de Cuba a Cuernavaca, en la idea mítica de un pronto retorno. Con ellos tuve el encuentro final, acordamos logística y conocí a quién iba a ser mi compañera de operativo. Ibamos a ingresar al País, con el dinero entre las ropas, el cagazo indescriptible del miedo, en las entrañas y con un nuevo nombre, ya no era Tito, era Rodrigo.

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El 10 de mayo, en el día de la madre, fui a una peluquería de la Zona Rosa del Distrito Federal, que resultó ser un prostíbulo vip solapado. Con aspecto pulcro y nuevo, me fui a descansar, a escribirle una carta a mi hijo y a preparar el viaje hacia la voluntad. El 11 de mayo, estaba en el avión, rumbo a Ezeiza. Por la noche, llegamos a la casa de Ruben, allá en Pompeya, dormimos y nos levantamos bien temprano. Caminamos por Florida y nos asombramos del entusiasmo por la victoria, con que los porteños recibían las falsas noticias. Al mediodía, nos recibió Don Vicente en su Estudio Jurídico de la calle Callao y cumplimos con nuestra especial tarea, el diario La Voz tenía la moneda. El 12 mayo, se comunica urgente con nosotros, la compañera designada cómo responsable. "El doctor quiere hablar con Rodrigo". "Váyanse ya, los descubrieron y los están buscando".

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Fuimos derecho al Consulado de Brasil, en la calle Paraguay, en pleno centro y cerquita del Florida Garden, me reuní con la Consul, madre de un compañero exiliado en México. Mi nueva mamá, la que me salvó la vida, nos hacía salir, con salvoconductos brasileros, directo a Rio de Janeiro. Por la tarde nos dividimos y quedamos en encontrarnos al día siguiente, en el Aeropuerto. Sólo y medio vivo y medio muerto, me metí en la confitería Richmont, me distraje con unas partidas de ajedrez y me eché un partido de billar a tres bandas, con un personaje que estaba contento por la guerra. Entrada la noche, me fui a despedir de la madre del "Pelado de Pompeya", cancelé la cita para asistir al acto multitudinario en la cancha de Nueva Chicago, traté de conectarme y me dí cuenta que me dejaron sólo. Ninguno de mis contactos apareció. El día 13 de mayo, me trasladé a La Plata, en un acto de inconciencia e irresponsabilidad producido por el miedo.

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Quería estar con la vieja, le caí de sorpresa y estuvimos juntos todo el día, la disfruté, me mimó y nunca nadie se enteró. Ya con el valor que da el amor, la bronca y el compromiso asumido, programé mi regreso definitivo. El 14 de mayo, a las cinco de la madrugada, golpeé la puerta en la casa de Raúl, "el vasco" Carriquiriborde, mi compinche estudiantil, mi amigo de siempre, un radical de pura cepa. Me recibió en pantuflas y cubierto con una bata. Lo puse rapidamente al tanto, observó el peligro y me dijo, "vamos que te llevo". Tenía que llegar al vuelo de las 10, no se cambió, arrancó el auto, me hizo subir con una seña y encaró para Ezeiza. Llegando al distribuidor de La Plata-Buenos Aires, un hombre con uniforme, nos hizo dedo, Raúl frenó, lo invitó a subir y le preguntó, "¿para donde va Capitán? vamos que lo acerco".

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Temblé y me dije... "el flaco me entregó". Lo dejamos por Avellaneda y seguimos para el aeropuerto, nos fuimos riendo hasta llegar y al bajar con mi bolso en la mano y mirando su bata y sus pantuflas, lo besé y le dije "gracias, a vos también te debo la vida". Me miró, sonrió y me dijo, "te asustaste, eh, inmoralito, hoy en día no hay nada más seguro, que viajar con un milico, quién carajo nos iba a parar, Dios lo puso en tu camino". La compañera ya estaba en la sala de espera, ni nos miramos, subimos al avión y ahí adentro, mientras remontaba vuelo, brotó de los dos un abrazo que aún perdura. Pasajeros con rumbo a Río de Janeiro.

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El día 16 de mayo, en Lima, Perú, al barrio de Miraflores, en la casa de Alan García, el joven líder del APRA, casado con una bella cordobesa, me llevó hasta el Congreso Legislativo, aquél que empoderó al Libertador General José de San Martín y desde ahí declarar su independencia, en donde nos recibieron Oscar Bidegain y Ricardo Obregón Cano, para ir a saludar a ese hermano de la Patria Grande, el Presidente de la República, Fernando Belaúnde Terry. Con escala en la Panamá del Comandante Omar Torrijos, el día 18 de mayo de 1982, aterrizaba en el aeropuerto Benito Juarez, pisando nuevamente, la sagrada tierra de los aztecas. Una semana, con el vicio de la clandestinidad en la maleta. Rodrigo, volvió a ser Tito.

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(*) Por Jesús María "Tito" Plaza, ciudadano Ilustre de La Plata y Militante peronista. Tiene un hermano desaparecido por la última dictadura militar. Es sobrino del emblemático ex arzobispo Antonio José Plaza.