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Una vez un grupo de amigos pasaron por un negocio y se pusieron a hablar de solidaridad. Alguien que los atendía, escuchando de qué hablaban, les contó una historia sensible. Una vecina le había había contado: “He decidido pasar la Navidad en el cielo”. Y la Navidad se acercaba.
Estos jóvenes, al enterarse de que alguien planeaba quitarse la vida, elaboraron un plan. Tras dos horas de viaje en camioneta, llegaron a la casa de la mujer. “Mirá, somos de una organización que cuando se acerca Navidad todos los años sorteamos direcciones de barrio y salió sorteada esta”, dijeron los jóvenes, sensibilizados. La mujer y los dos hijos miraron asombrados cómo de la camioneta bajaban regalos, panes dulces, juguetes, bebidas… Hablaron muy poco y los jóvenes se fueron. Habían querido generar un impacto. Al día siguiente, el hombre del negocio les contó que la mujer salió gritando por el barrio: “¡Gané un sorteo!”.
Cada día que pasaba, estos jóvenes trataban de que a través de este empleado ella fuera asistida psiquiátrica y psicológicamente. Con ese acting notable, torcieron la decisión de una madre. Al tiempo, el marido de esa mujer se ganó un auto en un sorteo. Y la familia también volvió a salir corriendo a festejarlo, creyendo que los autores eran el mismo grupo de jóvenes. Impresionante el destino, la vida, Dios, la naturaleza… Vaya a saber quién sorteó el auto. Esta familia sigue muy bien.
Desde esta historia quería rescatar dos conceptos. En una época se creía que no había que hablar sobre el suicidio. En nuestro país cada día ocho personas se quitan la vida. De esas ocho personas, cinco tienen menos de 24 años. Es una epidemia oculta. Hoy sabemos que hay que decirlo, expresarlo. Pero, como corresponde, a la altura de las circunstancias. Uno aprende que “no se suicidó porque le pasó tal cosa”: es muy complejo saber por qué se produce un suicidio.
Pero lo más importante que sabemos y podemos compartir es que quien se quita la vida en un momento siente que ya no importa más: ni a la familia, amigos, compañeros. Por eso es necesario mirar al otro: al que habla menos, al que se aparta, al que puede sentir que ya no importa. Estos amigos fueron a decir a esa madre: “Nos importás”. Y eso cambió el destino de la tragedia. Es clave que como comunidad estemos atentos. Miremos alrededor, abracemos a las personas que se apagan en silencio y les digamos: “Sí, nos importás”.
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Tres preguntas a Florencia Morales, creadora y voluntaria en Eco Punto Florencio Varela [Por David Flier]. Eco Punto Florencio Varela es un grupo de vecinas y vecinos autoconvocados que se unen para cuidar el ambiente. Publican en redes sociales buenas prácticas ambientales y dos sábados al mes organizan jornadas públicas de clasificación de residuos para su reciclado.
—¿Cómo fue tu experiencia de iniciar una convocatoria abierta para sumarse a la causa ambiental?
—Yo aliento a la gente a que haga voluntariado de la causa que a cada uno lo moviliza. La mía es el ambiente. Y si no hay algo armado, a que lo armen. La gente se queja. Pero si esperás que alguien más lo haga, no va a pasar. Depende de cada uno hacer algo desde el lugar concreto. Ver cómo esto creció es muy esperanzador.
—¿Por qué?
—Cuando arrancamos, en julio de 2018, tenía miedo de que nadie viniera a la primera convocatoria. Hoy, dos sábados al mes juntamos 1,5 toneladas de residuos clasificados que una cooperativa luego transporta. Antes de la pandemia eran unas 3 toneladas. Pero por la situación sanitaria lo hacemos con turnos previos y vienen 300 personas. Uno dice, ¿qué son 300 personas? Pero antes estas personas no separaban residuos. Y esto es un disparador, yo no vengo a solucionar el problema, pero sí a ofrecer que quienes quieran y puedan se sumen.
—Y cada vez crece más…
—Es un efecto multiplicador, pero hay que tener paciencia. Yo inspiré a dos compañeras de colegio, a compañeras de trabajo, a la vecina. Fue corriendo de boca en boca, sin publicidad. Luego una publicación que explicaba cómo hacer ecobotellas se hizo viral (la compartieron 39.000 veces) y en una semana la página ganó 8.000 seguidores. Hoy tiene 17.000, que es un montón si pensás que, cuando comenzamos, no sabía si iba a sumarse alguien más allá de mis familiares o conocidos.
—Dijiste que alentás a otras personas a tener iniciativas similares en sus lugares. Y, a su vez, ustedes se inspiraron en otro modelo parecido…
—Yo antes me iba a Bernal con mis residuos. Y cuando con mi cuñada tuvimos la iniciativa de hacer esto en Florencio Varela llamamos a la gente de Bernal para que nos contaran y nos explicaron muy bien su modelo. Después también vas aprendiendo cosas a ensayo y error. Yo no soy comunicadora y aprendí mucho haciendo. Cuando empezás te vas dando cuenta de qué funciona y qué no. Ojalá el nuestro haga que nazcan otros ecopuntos.
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Foto: Foto: gentileza investigadoras del CONICET.
Dijimos muchas veces que esta pandemia nos hizo trabajar unidos como comunidad en muchos frentes. "Nadie se salva solo" fue una frase muy repetida y es quizás una de las más grandes lecciones de este último tiempo tan difícil.
En este contexto, vale repasar la historia colaborativa detrás de los barbijos desarrollados por el CONICET el año pasado. Junto con el CONICET, las universidades de Buenos Aires (UBA) y San Martín (UnSaM) desarrollaron la tela que permite inactivar al COVID-19 en cinco minutos. La empresa Kovi, que tiene la licencia para elaborar esa tela, donó el 10% para que sea repartida en cooperativas.
Esto dio trabajo a muchas personas, que a su vez trabajaron incansablemente para confeccionar los tapabocas y que los vendieron a precios solidarios (solo para solventar la mano de obra) o los donaron a comedores.
Universidades, investigadoras, cooperativas, empresas. Una unión que nos ayuda a salir adelante mientras transitamos este momento duro.
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Foto: AFP.
Vamos ahora con otra historia que inspira en medio de la batalla ante el coronavirus. La monja francesa Lucile Randon, conocida como la Hermana André, tiene 117 años recién cumplidos. En su último cumpleaños tuvo un motivo extra para agradecer: un par de días antes le dieron el alta tras haber dado positivo de COVID-19.
La Hermana André es la persona viva más longeva de Europa y la segunda más longeva viva del mundo. "Ni siquiera me di cuenta de que estaba infectada", contó en el diario local Var Matin.
Cuando su test dio positivo y la aislaron, no se preocupó tanto por su salud como por la de quienes la rodeaban en el hogar de ancianos que habita: temía contagiar a otros. Que nunca perdamos la sensibilidad, incluso en nuestros momentos de prueba.
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La donación de sangre, lo hemos dicho muchas veces, es un acto altruista que salva vidas. También contamos que la pandemia complicó las cosas: naturalmente, disminuyó la cantidad de donantes.
Pero, además de eso, el verano siempre es un desafío: es la época del año en la cual menos donantes voluntarios de sangre hay. Por eso, si estás pensando cómo hacer para ayudar desinteresadamente, esta es una causa que necesita de almas solidarias.
Acá podés encontrar cómo y dónde donar sangre.
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¿Qué organizaciones de la sociedad civil conocés y creés que nos "oxigenan"? Contanos para preparar la próxima edición. Porque, como ya vimos, siempre es mejor trabajar juntos .
Contanos por mail a oxigeno@redaccion.com.ar.
Reinventamos la home de redaccion.com.ar ¿ya la conocés? El nuevo sitio busca ofrecer una experiencia más interactiva y simple a la hora de informarse y, al mismo tiempo, facilitar el compromiso ciudadano. Al final, vas a encontrar un espacio para decirnos qué te pareció (y ayudarnos a seguir mejorándola).
Vimos que la comunidad de lectores de RED/ACCIÓN comparte una característica: son ciudadanos comprometidos, activos en la búsqueda de una sociedad más tolerante e inclusiva. Una de las preguntas clave que busca responder esta nueva experiencia es ¿cómo puede RED/ACCIÓN ayudarlos en esa tarea?
Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un abrazo.Juan.