“Uno menos”, “todos delincuentes”, “nefastos”, “lacras”. Todos estos y cientos de comentarios más en consonancia, son los que se leyeron y siguen leyendo en cada medio donde se habla del asesinato de Leonel “Pipi” Alonso - hijo del ex jefe de la barrabrava de Estudiantes, Omar “Hache” Alonso- que fue despedido esta mañana con la presencia de Juan Sebastián Verón y Marcos Rojo mezclados entre hombres que se han vinculado a facciones violentas dentro del fútbol. La pregunta es ¿qué sabe tanta gente de Pipi para soltar tanto veneno?, ¿cuánto se tendrá caminado o entendido para comprender –ni siquiera compartir– sobre el respeto entre enemigos ante una pérdida semejante? Puede ser incómodo, pero es nuestra realidad y como toda realidad, es inevitable.
A Gonzalo (así le gustaba que lo llamen, Leonel era un nombre que no solía usar) le pegaron un tiro en la cabeza, lo mataron a sangre fría y hoy, en la ciudad de La Plata, solo se habla de eso. Detrás de su muerte vino una oleada de odio de clase sin sentido, que expone a un costado de la sociedad a la que le molesta e incomoda cualquier sector popular de lo que sea. Para el asombro de esa gente, la respuesta no fue la violencia. "Fue el amor y el recuerdo a la lucha de un pibe que perdió a su madre a los 15 con su papá preso y que se apoyó en su abuela para salir adelante" explica Mariano Herrera, uno de los cientos de amigos que han salido a contar su legado en medio de la avanzada de la irracionalidad que tuvo al propio Verón como primer estandarte.
Si alguien creció estigmatizado, ese fue Pipi. Padre de dos nenas que, casi 15 años después, fue asesinado cruelmente, movilizando el latido de una ciudad que hoy sabe quien fue, porque su gente y quienes lo conocieron salieron a separarlo del pasado violento y delictivo de su padre. “¿Por qué los hijos o familia tienen que pagar por las conductas de sus padres? Todos en el barrio lo querían al Pipi, porque era un buen pibe y no solamente en La Favela sino en todos lados. A veces da bronca leer cierto tipo de cosas, tenía una hermosa familia, su mujer y sus hijas las cuales sufren porque no merecía esto, él fue a ayudar y lamentablemente pasó lo que pasó", escribió Karina Manes en su muro lleno de dolor.
El mensaje de Juan Sebastián Verón y la presencia del ex presidente de Estudiantes intentó ser mezclada con una interacción con la barra, sin embargo, pese a lo incómodo que pudo resultarle a alguien o lo difícil que se le pueda hacer la comprensión a otros, si la Bruja estuvo ahí fue por Pipi. "Te conocí de muy chico. Viniste a pedirme una camiseta, pelo teñido. Te dije 'cuidate y hacé las cosas bien'. En el camino, como todos con sus cosas, te fuiste corrigiendo y cambiaste. Flia, buena gente y laburador. Una lástima que tan pronto te fuiste. Pipi, que descanses en paz. Acá se te va a extrañar", dijo la bruja en Instagram.
De acuerdo a las fuentes, Alonso no contaba con antecedentes penales, y mostraba un trato respetuoso con los efectivos policiales. “Era muy respetuoso y querido por sus vecinos”, dijo un policía que cumple funciones en la comisaría Tercera. Sus compañeros de trabajo en UNO ,donde colaboraba con la seguridad en la cancha de Estudiantes y antes en el Country, resaltan las virtudes en medio de una caravana de despedida que no será olvidada: “Estamos muy dolidos, no tenemos ánimo para mucho más, estamos destruidos. Se fue una gran persona, un gran compañero, una persona trabajadora y un gran vecino”, le cuentan quienes hoy mastican la bronca por tanto irrespeto.
El cuadro final es desolador. Gente acusando de violenta a otra, siendo aún peor que eso ante la muerte de un pibe laburante y volcado a lo social como no lo está casi ninguno de los que han osado levantar el dedo para destilar odio sobre la memoria de un hombre que no será olvidado y que, ante tamaña verborragia maligna, nos otorga la posibilidad de una lección más: la de ponerse frente al espejo para contar las propias costillas antes de cometer el pecado insalvable de transformarse en algo que denigran de la boca para afuera.