El trofeo Jules Rimet, símbolo de la Copa Mundial de Fútbol entre 1930 y 1970, fue objeto de dos robos históricos.

El primero ocurrió en 1966 en Londres, donde el trofeo fue recuperado gracias a un perro llamado Pickles. El segundo, en 1983 en Río de Janeiro, involucró a un joyero argentino y tuvo un desenlace menos afortunado.

En diciembre de 1983, la Copa Jules Rimet fue robada de la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol. Los ladrones, aprovechando fallas en la seguridad, sustrajeron el trofeo en una operación que duró aproximadamente 20 minutos. Entre los implicados se encontró el joyero argentino Juan Carlos Hernández, conocido por sus conexiones en el mercado negro de metales preciosos.

Tras el robo, se cree que el trofeo fue fundido y convertido en lingotes de oro, aunque nunca se recuperaron restos que confirmarán esta versión. Las autoridades brasileñas arrestaron a varios sospechosos, incluido Hernández, pero la Copa nunca fue encontrada. Este hecho dejó una marca imborrable en la historia del fútbol y en la memoria colectiva de Brasil.

El destino final de Jules Rimet sigue siendo un misterio. Mientras la versión oficial sostiene que fue fundido, persisten especulaciones sobre su posible venta en el mercado negro. Este episodio resalta la vulnerabilidad de los símbolos deportivos y la necesidad de proteger adecuadamente estos tesoros culturales.