Falleció un tipazo: el Lole Hernández, un gruñón empedernido y gran dirigente político
Eran las 21 del sábado 1 de marzo de 2025. Las sombras de la noche de verano de un día húmedo, caluroso y muy pesado, cubrían los edificios de la moderna y bella ciudad de La Plata. Un mensaje de WhatsApp que entró en mi celular me paralizó. "Se nos fue el Lole a las 19:05", decía escuetamente mi querido amigo Alberto "Cacho" Díaz.
Como si me ubiera golpeado la cabeza, quedé perdido en mis pensamientos. Cientos de momentos de mi vida transitaban a gran velocidad por mi mente y en todos ellos estaba el Lole, ese amigo que el día de mi cumpleaños me llamaba a las 8 en punto de la mañana para desearme que pase el mejor de los días.
Casado con la querida maestra y profesora Anita Giudici, el gran amor de su vida que lo acompañó hasta su último minuto, Miguel "Lole" Hernández tuvo dos hijas bellísimas y excelentes personas: Eugenia y Victoria. Sus ojos se iluminaban cuando hablaba de Anita, Euge y Vicky. Era un tipo familiero, amante de los buenos vinos y cultor de un humor de alto vuelo, ácido e inteligente, con el que se lucía entre sus amigos de siempre.
Luego de sufrir mucho, luchando contra un cáncer de próstata, un ACV y una infección pulmonar generalizada, partió hacia una vida no terrenal el enorme dirigente político Miguel "Lole" Hernández. Se fue uno de los iniciadores del FRUP (Frente de Unidad Peronista) que parió a Julio Alak, Alberto Delgado, Claudio Gallo y Tomy Díaz, entre muchos otros.
El Lole había llegado a principio de la década del ´80 a estudiar abogacía en La Plata, desde su pueblito natal Copetonas (1200 habitantes), ubicado a 58 kms de Tres Arroyos y a 30 del mar. Mientras estudiaba Derecho, trabajó como mozo en destacadísimos bodegones de moda en aquellos años, como La Vizcachera, formando una dupla central impasable con su amigo Juan José "Vazco" Amondarain.
El Lole se rcibió de abogado y se especializó en Derecho Administrativo, transformándose en un elemento de consulta permanente para diputados, senadores y funcionarios provinciales del peronismo durante las últimas cuatro décadas. Era un tipo brillante profesional y políticamente.
En su larguísimo derrotero como funcionario bonaerense y municipal, se destacaron algunos cargos que lo marcaron de por vida, como encabezar la Dirección General de Desarollo Social de la Municipalidad de La Plata, junto a su inseparable amigo Alberto "Cabezón" Delgado. Luego ocupó innumerables posiciones en la Cámara de Diputados de PBA, donde trabajó hasta poco antes de su fallecimiento.
MIGUEL HERNANDEZ (Lole)
(Q.E.P.D.) Falleció el 01/03/2025.- Tu esposa: Ana Giudici. Tus hijas: Eugenia y Victoria. "Te amamos, descansa en paz y llevá tu risa a donde estés". Sus restos fueron despedidos en Casa Betti de 46 entre 12 y 13 y ya descansan en el cementerio Parque del Campanario.
El Lole era un gran cultor del humor ácido e inteligente, como decía antes. Mil anécdotas pelean en mis recuerdos para instalarse como la mejor para contar aquí. Sin embargo, se hace difícil elegir. La palabra "aminoguana" para definir a algunos personajes únicos e inigualables de la política territorial platense, será para siempre un sello imborrable del querido Lole.
Su paso por el área social platense, lo transformó para siempre en un destino inevitable del mangazo callejero. "Lole, tenés algo para comprarme un sanguche", era el más común de los pedidos a los que estaba destinado nuestro homenajeado. Siempre les daba algo, pero como buen gruñón que era, tenía su frase de cabecera: "Somos uno, dos, tres... ocho acá; justo a mi me venís a manguear, ¿no se te ocurre ninguno de ellos?".
Alguna vez, parados el Lole y varios referentes peronistas locales en la entrada del PJ La Plata, en 54 entre 7 y 8, después de un evento partidario, pasa uno de esos buscas de profesión y le dice: "Lole, no tenés unos pesos para el micro al cementerio". Con sus lentes de contacto saliéndose de sus órbitas y toda la acidez de su impactante humor negro, el Lole le contestó: "Si querés ir al cementerio, tenés que tomar cianuro, no un micro". Y le pagó un taxi.
En otra oportunidad, parecida a la anterior, le piden dinero para viajar hasta un barrio cercano al centro de La Plata. "No entiendo por qué me pedís plata a mi. Si trabajás, tenés plata para pagar el boleto y si no trabajás, tenés tiempo y energía para ir caminando". Siempre, después de gruñir, concedía los deseos de su manguador de turno, porque a pesar de ser calentón, era buen tipo y extremadamente solidario.