La historia de Buda y su respuesta al joven que quería ser su discípulo plantean una profunda reflexión sobre la bondad. Al preguntarle si había robado alguna vez, Buda no lo hacía para justificar el delito, sino para señalar que la verdadera sabiduría y crecimiento personal provienen del conocimiento de nuestras propias vulnerabilidades.

A menudo, quienes intentan mostrarse como ejemplares y buenos ocultan, sin saberlo, sus sombras, que pueden acabar siendo mucho más perjudiciales que cualquier defecto visible.

El monje benedictino Ansel Grun, en su libro Una espiritualidad desde abajo , nos recuerda que el camino hacia la verdadera bondad no se encuentra en la negación de nuestras debilidades.

Más bien, es necesario abrazarlas para poder transformarlas. Negar nuestras áreas oscuras solo las fortalece, mientras que aceptarlas nos permite crecer y vivir con mayor autenticidad.

Carl Jung, por su parte, sostiene que “lo que negamos nos somete, lo que aceptamos nos transforma”. En este contexto, la insistencia en ser “buenos” a toda costa puede ser una forma de reprimir nuestra propia oscuridad. A menudo, aquellos que más se esfuerzan por parecer perfectos son los que esconden las heridas más profundas.

En lugar de buscar una bondad idealizada, el desafío está en integrar nuestras sombras, entender nuestros traumas y transformarlos. Este proceso, lejos de ser fácil, es el camino hacia una humanidad más completa, y tal vez, más auténticamente buena.