¿Pueden las empresas familiares ignorar la transición energética?
“El mundo se encamina hacia una gran crisis energética”. Esta afirmación de Elon Musk, lejos de ser una exageración, invita a mirar con otros ojos el presente y el futuro. La expansión del consumo energético —impulsada por los vehículos eléctricos, la Inteligencia Artificial y la minería de criptomonedas— está llevando a niveles de demanda que los sistemas tradicionales de generación no pueden sostener.
Pero esta advertencia no interpela solo a los gobiernos o a las grandes corporaciones. También alcanza a las empresas familiares, especialmente a aquellas que quieren ser parte del futuro. ¿Qué sentido tiene hablar de legado si no se contempla la calidad del mundo que recibirán las próximas generaciones?
Durante décadas, los procesos de sucesión en empresas familiares se centraron en aspectos como el control societario, la distribución patrimonial y la continuidad operativa. Pero hoy emerge una dimensión insoslayable: la ambiental. Ya no alcanza con preguntarse quién va a dirigir la empresa o cómo se repartirán las acciones. Es necesario integrar al análisis el impacto ambiental, la eficiencia energética y la sostenibilidad del modelo de negocios.
En este sentido, la transición energética no es solo un cambio tecnológico: es también una transición cultural. Y las empresas familiares están llamadas a liderarla.
Es lógico que muchas familias empresarias perciban este fenómeno como una amenaza: implica inversión, adaptación y aprendizaje. Pero también puede convertirse en una gran oportunidad. En distintos países —y cada vez más en América Latina— empresas familiares están repensando su matriz energética. Desde industrias que incorporan paneles solares hasta firmas logísticas que experimentan con combustibles alternativos o empresas agroindustriales que optimizan su maquinaria para reducir el consumo de gasoil. Estos pasos no siempre son definitivos ni perfectos, pero marcan una dirección.
Cada decisión —instalar energía solar, mejorar el aislamiento térmico, capacitar al personal en consumo responsable— no solo mejora la competitividad, sino que también transmite un mensaje: “Nos importa el futuro, porque allí se seguirá desarrollando nuestra familia empresaria”.
Detrás de la transición energética late un nuevo mandato generacional. Los hijos y nietos de la actual generación no quieren heredar “más de lo mismo”. Desean liderar cambios, integrar valores ambientales al negocio, y actuar con responsabilidad frente a los desafíos globales. La sostenibilidad se transforma así en un lenguaje común entre generaciones, una causa que une pasado y futuro.
Integrar este eje en el protocolo familiar, en el plan estratégico o incluso en las conversaciones cotidianas puede fortalecer los vínculos familiares y empresariales, dándole nuevo sentido al traspaso generacional.
Frente a este escenario, algunas acciones concretas pueden ayudar a iniciar el camino:
Hablar de transición energética es hablar del futuro del planeta, del rol social de la empresa y del sentido del legado. Cuando una familia empresaria se pregunta qué desea dejar a las futuras generaciones, no puede pensar solamente en patrimonio económico. El mundo que recibirán los nietos o bisnietos debe considerarse parte fundamental del legado. Y en ese mundo, el acceso a energía limpia, el equilibrio ambiental y la capacidad de adaptación serán factores decisivos para el bienestar y el desarrollo.
La frase de Elon Musk puede sonar como una advertencia destemplada, pero también es una invitación. La próxima crisis será energética, dice. Pero también puede ser la próxima gran transformación. Las empresas familiares, por su historia, valores y proyección intergeneracional, están en una posición única para ser protagonistas.
Para ser parte del cambio, en lugar de padecerlo.
Por Leonardo J. Glikin. Director de CAPS Consultores (www.caps.com.ar/)