Como en una serie preparada para generar adicción y morbo capítulo a capítulo, Alberto Fernández recuperó en la agonía de su carrera política una centralidad excesiva. Las imágenes de Fabiola Yañez golpeada, los chats y los videos que involucran al ex presidente y a su entorno construyen una revelación que abruma. Sin embargo, hacen explícito lo que se sabía o sospechaba: la esencia de Fernández como un mitómano que se autodelata a cada paso, como un farsante capaz de traicionar todas y cada una de sus banderas. Su deserción temprana, que explica en gran medida el ascenso fulminante de Javier Milei al poder, ahora funciona como nuevo aval para el plan de la ultraderecha que llegó al gobierno gracias al rechazo que, ya hace un año, provocaba la palabra casta en la sociedad argentina.
El impacto social de la denuncia por violencia de género y las acusaciones de terrorismo psicológico que Yañez hizo contra el padre de su hijo es incalculable. Fernández niega todo y tiene derecho a defenderse. Pero, si se confirman, los golpes a su ex esposa serían el acto más escandaloso de una operación prolongada del ex presidente sobre la sociedad argentina. En especial sobre 12.942.183 argentinos que fueron a votarlo, con la ilusión de que podía sacar al país del cuadro de inestabilidad en el que lo había dejado Mauricio Macri. Fernández los estafó de principio a fin. Y lo hizo con la coartada que amplificaron sus voceros, la idea de que era en realidad una víctima: de la herencia, de sus enemigos, de sus rivales internos y, sobre todo, de su vicepresidenta. En el camino, entregó a su propia gente, desacreditó a muchos de los ministros que habían sido parte de su gobierno y se exilió de la realidad que sufrían millones de personas.
Yañez habla por primera vez para contar el maltrato que vivió. En cambio, y desde hace años, la palabra de Fernandez vale nada. Era lo único que tenía, pero la devaluó muy poco después de que asumió como presidente. Mucho antes de la famosa foto de Olivos por la que responsabilizó a su ex mujer. Fernández la arruinó en privado y en público, diciendo una cosa y haciendo otra. Las entrevistas interminables que le dio a sus amigos periodistas en radio, con recomendaciones de series de Netflix y comentarios sobre fútbol; las apariciones en televisión para tocar la guitarra; la banalización infinita de lo que significa gobernar la Argentina, con la consigna de que era un hombre común, un buen tipo. Pero era otra cosa.
Fernández cayó en una causa donde se confabularon el poder de dos de sus viejos aliados, el Grupo Clarín y Julián Ercolini, también ex profesor de la cátedra de Derecho Penal de la UBA de Esteban Righi. El juez quedó inmortalizado en un viaje a Lago Escondido que compartió con los altos mandos de Héctor Magnetto -Jorge Rendo y Pablo Casey-, ex funcionarios del gobierno porteño y personajes ligados a los servicios de inteligencia. Pero que Fernández se presente como blanco del espionaje parece excesivo. Con la manzana en la boca, como un principiante, el ex presidente era un paquete que iba de Olivos a la Casa Rosada y Puerto Madero. Estaba de regalo. Se lo decían sus amigos y se lo mandó a decir la ex presidenta a través de algunos de sus emisarios, bastante antes de su famosa frase: “Yo sí puedo mostrar mi celular” (junio 2022).
Desde el principio, Fernandez se empeñó en dejar los dedos pegados en una exhibición de impunidad a todas luces inconveniente. Lo que denuncia ahora Yañez es, que en paralelo y mientras la hostigaba de mil maneras, la comenzó a golpear en el pico de un comportamiento en el que se mezclaban extravío e impunidad. Silenciada y subestimada por el entorno del ex presidente durante cuatro años, la ex Primera Dama le entregó ahora su defensa a Mariana Gallego, la esposa del tandilense Mauricio D’Alessandro. Es lo que hace presumir que detrás de las últimas revelaciones está una rama de Comodoro Py, en la que militan el también tandilense Guillermo Scarcella y Santiago Viola, el apoderado de La Libertad Avanza, un tándem al que se vincula con Freddy Lijo. Desde 2018, Milei comenzó a viajar con D’Alessandro y Scarcella a Tandil. Son sociedades que perduran hasta hoy.
Fernandez ya era un ex político, casi un fantasma. Que los aliados de Milei lo necesiten detonado en público tan pronto habla de la fragilidad de una extrema derecha que echa culpas al pasado pero debe rendir cuentas por este presente. El mismo síntoma es que preanuncia posibles nuevos episodios, con otros protagonistas de mayor relieve.
Hay un aspecto que también pega en el corazón del honestismo albertista. La causa madre, que apunta a la relación de Alberto con el mundo de los seguros, actualiza una historia de 30 años que se remonta al tiempo en que Domingo Cavallo lo designó en la Superintendencia de Seguros de Salud. Lo contó el periodista Julio Nudler en “Títeres y titiriteros”, una nota que Página 12 censuró en 2004, cuando Fernández era jefe de gabinete y nombró a Claudio Moroni -su número 2 en la SSS y futuro ministro de Trabajo- al frente de la Sigen.
Los chats del teléfono de Maria Cantero, la secretaria histórica de Fernandez, son ilustrativos. Es lógico que Nación Seguros se encargue de asegurar al sector público: lo innecesario son los intermediarios, brokers o asesores como Héctor Martínez Sosa, el esposo de la única persona que acompañó a Fernández en su infinito ida y vuelta por la política.
¿Cómo fue que Fernández llegó a presidente? La responsabilidad inexcusable es de Cristina. Primero por nombrarlo -y escoltarlo como vice-, después de casi 10 años de enemistad, entregada también al personaje que le vendió como puente con el peronismo y los tribunales federales. Después por desentenderse de él y cortar la relación con un irresponsable que no estaba ni pretendía estar a la altura. La ex presidenta solo puede salir indemne entre el séquito de sus obsecuentes. Pero la ruina pública de Fernández pone un nuevo límite a la política del dedazo y deteriora el capital simbólico de CFK, que se desgastó como nunca entre 2019 y 2023.
Eso no quiere decir que sea la única que paga costos. También el reverso de Cristina, el peronismo antikirchnerista, queda devastado. Todo el PJ que creyó ver en este Alberto a un líder capaz de emanciparse de su gran electora: gobernadores, diputados, senadores, intendentes, machos alfa sin votos. Hay algo más. Con el final de Fernández, asistimos en paralelo a la catástrofe del progresismo, una familia ensamblada que actúa un rol de fiscal, pero calla tanto como lo que denuncia. De esos silencios, comen y viven Milei y su gente
.Alberto adquirió el favor del viejo kirchnerismo. Pero lo particular fue que, desde su inquilinato en Olivos, construyó lealtades con sectores del peronismo antik y el progresismo antiperonista que le dieron carnet de víctima y le extendieron su entidad de político hasta hace dos semanas, cuando volvió a los medios para decir nada. Heterogéneo en sus pretensiones, pero disciplinado en sus formas, el periodismo albertista fue más grande que el albertismo. Tal vez no era mérito de Alberto, sino desesperación ajena por ser parte del poder.
En un mundo en el que la imagen equivale a una sentencia de muerte, la ofensiva de las últimas horas confirma algo que ya se sabía: el gobierno del Frente de Todos fue un gran fraude y la derrota fue muy anterior al 19 de noviembre. Los que más caro lo pagan son los que rechazan y padecen los delirios refundacionales de Milei. Si se lo mide en base a los objetivos que él mismo se había fijado, Fernández fue la cabeza del peor gobierno peronista desde el regreso de la democracia. Carlos Menem pudo haber sido más dañino, pero tuvo un nivel de profesionalismo que el ex esposo de Yañez ni siquiera alcanzó a considerar
Con una clase política que aborrece la autocrítica, en un gesto tan dañino como autodestructivo, el efecto es desolador. Beneficia al gobierno que promueve el ajuste más grande de la historia de la humanidad sobre las cenizas del sistema político y deja a las víctimas del plan Milei desamparadas, asqueadas, impotentes. Además, refuerza en el electorado fluctuante una sensación envenenada, la idea de que todo es mentira y todo da lo mismo.
La Libertad Avanza tiene en el escarnio de Fernández apenas un placebo para los problemas reales que se agravan: la hiper recesión, el aumento de la pobreza, la caída de las reservas, el desgaste de la imagen presidencial en una sociedad sobreajustada que enfrenta cada día como puede. Elaborado por el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas, el informe Argentina Hambrienta repasa el impacto del plan Milei en sus primeros meses. Desde el tercer trimestre de 2023 al primer trimestre de 2024, la pobreza aumentó del 38,6% al 54,9% y el continente de pobres creció de 18 millones a casi 26 millones de personas. En paralelo, la indigencia se duplicó: escaló del 10% al 20,3%, 9,5 millones de argentinas y argentinos que no pueden cubrir sus necesidades alimentarias básicas.
Mientras la serie decadente de Fernández se repite en un loop interminable, el ajuste continúa. El Monitor de la consultora Analytica muestra que en julio, el gasto primario real devengado tuvo una caída del 27% interanual. En los primeros siete meses del año, la contracción real fue del 31,1% comparado con el mismo período de 2023. El hachazo más profundo se dio en las transferencias a provincias (-95,4%), obra pública (-85%), programas sociales (39,8%), gasto en bienes y servicios (-29,6%) y jubilaciones y pensiones (15,4%)
El plan de recesión y destrucción de empleo para bajar la inflación viene acompañado por un violenta transferencia de ingresos y se consuma con el peronismo tomado por la impotencia. El estallido de Fernández vuelve a darle legitimidad a la ultraderecha de gobierno que pretende liberar a los genocidas de la última dictadura militar. La crisis inédita que vive el peronismo lo devuelve al purgatorio, el estadío en el que el primer Kirchner consideraba que estaba la Argentina después de haber dejado atrás el infierno del estallido. Con Fernández, su ministro coordinador, expira un cúmulo de dirigentes del cual el PJ deberá liberarse si pretende volver a ser alternativa de gobierno y salvar la representación que le queda. La purga y la depuración resultan impostergables.
El problema más urgente del gobierno sigue siendo la falta de dólares. En reclamo de una actualización del salario mínimo, el paro del poderoso sindicato de Aceiteros en el corazón sojero cumple una semana y paraliza la actividad agroexportadora, la principal fuente de divisas de la Argentina. En un semestre de vacas flacas para el Banco Central, los protagonistas de la huelga en los puertos exportadores son más de 10 mil trabajadores de las grandes cerealeras que se nuclean en la cámara empresaria CIARA-CEC. Este lunes, desde las 11 habrá asamblea general en las plantas de Molinos, Bunge, Cargill y Dreyfus. Están acostumbrados a pelear, desde que en 2015 hicieron un paro de 25 días contra la gestión del entonces ministro de Economía, Axel Kicillof.
“Si no hubiésemos peleado durante los últimos años, hubiéramos estado igual que el 40 por ciento de los pobres, que son trabajadores registrados”, dice Daniel Yofra, el líder sindical al que el camaleón Fantino exige eliminar, en línea con el deseo de Milei y la ultraderecha de gobierno. En su comunicado, CIARA-CEC reconoce que el daño económico del paro en un sector de altísima rentabilidad es mayor a cualquier pretensión salarial real. Más aún, según los datos del Mirador del Trabajo y la Economía, en 2023, antes de la megadevaluación de Caputo y Milei, los salarios de los trabajadores aceiteros representaban el 1,7% del costo de producción. Hoy valen menos y, sin embargo, las negociaciones están rotas. Hay algo más que una paritaria en juego. Pero si las pérdidas se profundizan, la presión de las cerealeras sobre el gobierno de Milei va a empezar a crecer de diferentes formas.
La cadena del morbo que tiene a Fernández como protagonista funciona como un nuevo shock de legitimidad para el gobierno, pero se da en un marco de extrema debilidad local, que se conjuga con las últimas escenas de inestabilidad global. Más que la caída de la Bolsa de Tokio, en Wall Street preocupan la recesión estadounidense y la desaceleración de la economía de China, donde las exportaciones crecieron en julio al ritmo más lento de los últimos tres meses. Los informes de los bancos de inversión muestran que el impacto de ese escenario se propaga en Asia emergente y se combina con la escasa vitalidad de la economía europea. Hay temor a una recesión global.
Aunque Caputo promete vender hasta la madre con tal de pagar los próximos vencimientos de deuda, los fondos de inversión lo ven con claridad: la única manera que tiene Milei de bajar la inflación es con un dólar planchado que implica quema de reservas. Lo dice un especialista en el mercado financiero: “La cuenta no da: ¿me pagas a mí o bajas la inflación?”. Recesión, derrumbe de los ingresos y endeudamiento, ese es el volcán sobre el que Milei pretende hacer pie.