Como cada primer viernes de agosto, este 5 es el Día Internacional de la Cerveza, una de las preferidas por los argentinos y la bebida social más consumida del mundo.
La celebración tiene su origen por un encuentro entre cuatro amigos en un bar de Santa Cruz, California: Jesse Avshalomov, Evan Hamilton, Aaron Araki y Richard Hernández; quienes promovieron esta jornada en 2007, y luego la fecha de conmemoración se expandió por todo el mundo.
Se trata de la bebida social más consumida del mundo, cuyos principales ingredientes son cebada, lúpulo, levadura y agua. En Argentina, durante la pandemia, un momento duro para el sector productor de esta bebida, la Cámara de Cerveceros Artesanales de Argentina (CCAA) creó una encuesta para obtener información que les permitiera trabajar con organismos.
Entre esos datos, surgió que los argentinos consumen 43 litros de cerveza per cápita al año y la variedad más elegida es la rubia o "lager”. Ante el "boom" de la cerveza artesanal, el gusto nacional por esta burbujeante bebida parece haber cambiado bastante, inclinándose por las de elaboración casera.
Muchos argentinos arrancan con el finde antes: el incremento en ventas se ve el 13 % del consumo de cerveza es los días jueves, el 16 % los viernes y el pico el sábado, con el 21 %.
Otro dato es que la lata es la preferida: tanto los centennials, los millennials, la generación x y los mayores de 60, a la hora de comprar cerveza, prefieren la lata. El 64,1 % de las compras de cerveza son de lata, mientras que la botella representa un 20,8 % y los Six Pack un 15 %.
Cerveza y cervecerías. En la Argentina, hasta hace no mucho tiempo, la cerveza era prácticamente un commodity, un producto sin prestigio que venía en una botella de color ámbar y sólo se podía elegir entre dos o tres marcas. Pero recientemente, el mercado se sofisticó y hoy hay cientos de marcas y tipos de cerveza artesanal, que de tantas que son, marean al consumidor más informado.
Sin embargo, la cerveza es una bebida que tiene gran tradición en el país, que si bien, desde su fundación, privilegió el vino gracias a la herencia italo ibérica, también supo hacerle lugar la bebida espumosa. En los albores de la República, la cerveza se importaba por mar en toneles y era un producto para consumo exclusivo de las poblaciones sajona y germana, y no era accesible como ahora.
Según el célebre antropólogo Marcelo Álvarez, una característica típica de la gastronomía porteña de antaño fue la aparición de la cerveza, que hasta fines del siglo XIX era casi un artículo suntuario, pero que entre 1891 y 1913 aumentó su consumo más de ocho veces, de 13 a 109 millones de litros. Además, pasó de venderse por vaso en los bares a comercializarse embotellada.
Según un trabajo desarrollado por el sitio Cerveza Argentina, la primera fábrica nacional cerveza sobre la cual se tienen documentos se creó en 1738, cuando el inglés Thomas Stuart adquirió en el barrio de Retiro un parte de la manzana delimitada por la Av. del Libertador y las calles Esmeralda, Maipú y Arenales, donde se construyó un edificio con una sala con siete tirantes y otros implementos para fabricar “zerveza”; de hecho, ese era el nombre de la fábrica.
Fueron muchas las pequeñas cervecerías instaladas desde fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, pero la más antigua en funcionamiento es la fundada por el emigrante alsaciano Emil Bieckert, quien en 1860 creó una fábrica de hielo y veinte años después su fábrica de cerveza, para lo cual trajo técnicos de su Alsacia natal. Y, como dato de color, no fue Sarmiento quien trajo los famosos gorriones a Buenos Aires, sino Emil Bieckert, quien extrañaba los pajaritos típicos de su terruño, motivo por el cual importó 12 jaulas que soltó en la ciudad.
Las instalaciones de Bieckert fueron impresionantes para la época, y la empresa fue todo un éxito, a pesar de los problemas que tenía para abastecerse de materia prima, como cebada y lúpulo. Poco tiempo después, otro alemán llamado Otto Bemberg fundó la cervecería y maltería Quilmes, más precisamente en 1888.
Su proyecto comenzó en la localidad de Quilmes, donde la calidad del agua y la cercanía con la estación de trenes la hacía un lugar propicio para fundar el negocio que, en honor a la ciudad, bautizó con el mismo nombre. Bemberg elaboró una cerveza tipo lager de cuerpo liviano acorde al paladar germano, y luego de dos años de prueba y error, en 1890 tiró el primer chopp.
Actualmente el mercado de la cerveza levantó el listón, y poco a poco las microcevecerías que, al principio eran una excentricidad de hippies patagónicos, fueron ganando cuotas de mercado. Hoy, debido a un público joven que demanda cervezas artesanales de calidad (producto que es más ligero y con menos graduación alcohólica que el vino), hay más de 4.000 microcervecerías y el negocio crece a razón de un 20% anual, cifra que es la envidia de cualquier emprendedor.