En CriticaArgentina.com.ar hemos hablado sobradamente acerca del titular del radicalismo de PBA, un personaje nefasto, corrupto y sin representación real, sino aquella que consiguió a fuerza de mucha plata, votos y aprietes amarillos, para ganarle la interna partidaria el año pasado al intendente de San Isidro, Gustavo Posse, por unos pocos votos. Abad, además, era el dueño de la estructura partidaria en ese momento y le tiró con todo el aparato del PRO a su adversario para, con miles de trampas legales y formales incluídas en el proceso electoral, ganar con la cola ensalibada.
MaxiMentira es hijo putativo de otro busca, el hiperrosquero ex senador mendocino, creador del gran éxito amarillo “la Convención Radical Amarilla de Gualeguaychú”, don Ernesto "quiero tarasca" Sanz, que un sábado 14 de marzo de 2015, le ganó cagando a Julio “mi voto no es positivo” Cobos, para entregar a los boinas blancas a las macabras manos de Mauricio Macri y su PRObador de colas ajenas, donde siempre fueron convidados de piedra (hasta ahora). Cobitos se quedó con las ganas de entregar a la UCR a las peores manos de Sergio Massa y su Frente Renombrador.
Ahora, el entregador sigue siendo Maxi Abad. El marplatense, cuya esposa es presidenta del Concejo Deliberante de General Pueyrredón, donde gobierna el hiperamarillo Guillermo Montenegro, al que nunca le han cuestionado una sola coma en un decreto. El arte de entregar a los suyos a manos amarillas, asesinas de radicales, le viene de herencia putativa y lo cultiva con esmerado esfuerzo intelectual (aunque su equipo neuronal no juega con los once), cosa que sí logró su papito Sanz, un ser de maldad plena y cinismo imperturbable.
Cuando el titular del Comité Provincia se preparaba para brindar su triunfo personal en la Convención provincial partidaria, le arrebataron la exclusividad de la lapicera para firmar acuerdos, fórmulas y listas provinciales de cara a las próximas primarias abiertas.
Desde la oposición partidaria, le torcieron el brazo a “Maxi”, quien pretendía que tal negociación estuviera a cargo de la Mesa Ejecutiva del Comité, donde él tiene amplia mayoría y, a cambio, esa función recayó en un binomio integrado por el propio Abad, pero acompañado del diputado provincial Walter Carusso, el más fiel operador de Gustavo Posse en el radicalismo.
Esa fue la cuestión clave a decidir por la Convención provincial, que estaba fijado en el punto 8 del orden del día (ver PDF en esta nota), en el cual también había otras cuestiones formales y rutinarias como acreditación de poderes e informes de bloques legislativos.
Abad había hecho todos los deberes para procurar todo el daño posible a sus competidores con una serie de decisiones y detalles que parecían dejar al possismo y al storanismo en situación de extrema debilidad.
A tal efecto, había convocado a la Convención para que se reúna en la Sociedad Rural de Coronel Suárez, bien alejado de todo y donde sólo pueden ir los que tienen recursos, léanse intendentes, legisladores y los núcleos de colaboradores.
Además, habilitaba a una reunión mixta, combinando la presencialidad con la virtualidad del zoom y sin permitir una masiva presencia de militantes.
Desde la oposición, integrada por Possistas, storanistas y Casellistas festejaron esta situación de equilibrio y uno de los referentes señalaba que “el único objetivo de Abad era sacar el punto 8 del orden del dia que lo empoderaba para negociar en nombre del Partido, y lo demás le importaba poco y nada, pero ahora la situación cambió”.
El criterio equitativo también siguió para las autoridades de la convención, que ratificó a Carlos Fernández (del oficialismo provincial) como presidente y a Malena Baró (del sector de Posse y Morales) como vice. Asimismo, como miembros de la Junta Electoral provincial del radicalismo, el órgano deliberativo designó a Federico Carozzi, como presidente (representante del oficialismo) y a Darío Lencina, (integrante del sector de Posse y Morales) como vicepresidente.
En una convención (la del último sábado) que estuvo marcada por la dificultad para alcanzar el quórum propio, el presidente de la UCR Bonaerense, Maximiliano Abad, logró llevar adelante el encuentro gracias al apoyo de representantes del possismo y de Martín Lousteau. A pesar de los contratiempos iniciales, la reunión culminó en buenos términos y Abad incluso se mostró dispuesto a reunirse con referentes de otros espacios internos en el futuro cercano.
Durante la convención, se trató el tema central de la conformación de alianzas partidarias para presentar ante la justicia electoral. Luego de una votación, se determinó que Maximiliano Abad y Walter Carusso serían los habilitados para negociar y tomar decisiones en nombre de la mesa partidaria, representando a los dos sectores que conforman el centenario partido.
Sin embargo, la reacción del presidente Abad ante esta situación generó descontento. Maxi envió comunicados urgentes a los medios para que se publicaran rápidamente, pero algunos portales decidieron corregir los contenidos después de recibir información más precisa sobre la decisión tomada por el partido, dejando de lado la versión maliciosamente intencionada que había enviado Abad.
Esta situación pone de manifiesto la desesperación de Abad por imponer su proyecto personal y su dificultad para lograr un liderazgo interno sólido en el partido. Sus victorias parecen ser apenas logros obtenidos con dificultad y sin un respaldo contundente.
La relación de Abad con el PRO, su padrino político, también parece ser motivo de preocupación. Su búsqueda por ser el único en acordar con el PRO y beneficiar a su adversario dentro de Juntos por el Cambio podría estar afectando su posición dentro del partido y socavando su credibilidad como líder.