En la historia de la música, pocos temas logran tocar fibras tan profundas como La Llorona, esa canción icónica que evoca el misterio, el dolor y la nostalgia de un amor imposible. El 30 de noviembre, se cumplió un aniversario más de la creación de este himno mexicano, escrito en 1941 por Andrés Henestrosa, un poeta y compositor que logró convertir una desgarradora leyenda en una pieza universal.
La Llorona es más que una melodía popular; se ha convertido en un emblema, especialmente en la época del Día de Muertos, cuando los mexicanos honran a sus seres queridos que han partido. Esta canción ha recorrido el mundo a través de las ondas radiales, llevando consigo un pedazo de México y su arraigado sentido de amor y pérdida.
Cuenta la historia que La Llorona surgió de un romance trágico en la región de Oaxaca, donde un joven de Tehuantepec se enamoró de una hermosa chica de Juchitán. Ella vestía el tradicional huipil istmeño, un símbolo de la rica cultura de esa zona, y su figura cautivó de inmediato al joven. Tras insistir en su amor, él consiguió que ella aceptara casarse, y así los planes de boda comenzaron a tomar forma.
Sin embargo, el estallido de la Revolución Mexicana alteró sus destinos. El joven fue llamado al frente de batalla, dejando a su amada con la promesa de regresar para sellar su amor. En el día de su partida, ella lo despidió entre lágrimas, jurando esperarlo hasta su regreso. Pero el destino tenía otros planos; El joven nunca volvió.
Tiempo después, un exsoldado llegó al pueblo con una misión: entregar una carta a la joven, escrita por su amado poco antes de morir en el campo de batalla. En esa carta, el joven plasmó sus últimos sentimientos, con palabras que luego inspirarían los versos de La Llorona . Henestrosa tomó esta carta y la transformó en una composición que, con sus arreglos, se convertiría en una de las melodías más emblemáticas de México.
Así nació La Llorona , la canción en la que un joven enamorado inmortalizó su amor antes de ser arrebatado por la muerte. Su dolor y su devoción quedaron enmarcados para siempre en una obra que, hasta hoy, hace eco en las almas de quienes la escuchan.
Salías de un templo un día, Llorona cuando al pasar yo te vi.
Salías de un templo un día, Llorona cuando al pasar yo te vi.
Hermoso huipil llevabas, Llorona que la virgen te creí.
Hermoso huipil llevabas, Llorona que la virgen te creí.
Ay, de mí, Llorona, Llorona, Llorona de un campo lirio.
Ay, de mí, Llorona, Llorona, Llorona de un campo lirio.
El que no sabe de amores, Llorona no sabe lo que es martirio.
El que no sabe de amores, Llorona no sabe lo que es martirio.
No sé qué tienen las flores, Llorona las flores de un camposanto.
No sé qué tienen las flores, Llorona las flores de un camposanto.
Que cuando las mueve el viento, Llorona parece que están llorando.
Que cuando las mueve el viento, Llorona parece que están llorando.
Ay, de mí, Llorona, Llorona, Llorona llévame al río.
Ay, de mí, Llorona, Llorona, Llorona llévame al río.
Tápame con tu rebozo, Llorona porque me muero de frío.
Tápame con tu rebozo, Llorona porque me muero de frío.
Dos besos llevo en el alma, Llorona que no se apartan de mí.
Dos besos llevo en el alma, Llorona que no se apartan de mí.
El último de mi madre, Llorona y el primero que te di.
El último de mi madre, Llorona y el primero que te di.