Hasta ahora, Juan Pablo I siempre había sido recordado como el Papa de los 33 días o el Papa envenenado, y su repentina muerte -ocurrida en 1978 a los 65 años- aún no tiene una explicación cierta ya que sigue rodeada de teorías conspirativas y mucha oscuridad. El 4 de septiembre, el Papa Francisco lo beatificará por el milagro ocurrido con Candela Giarda, una joven que vivía en Paraná y que a los 10 años estuvo al borde la muerte por un severo problema de salud. Los médicos la trasladaron a la Fundación Favaloro, hasta que una noche le dijeron a su madre, Roxana Sosa, que su hija no sobreviviría. Rápidamente, ella fue en busca del Padre José Dabusti y le pidió un milagro.
El sacerdote de la Parroquia Nuestra Señora de la Rábida -ubicada en el barrio porteño de Monserrat- donde Roxana siempre iba a misa, rezó junto a ella en la habitación de Candela y le pidió un milagro a Juan Pablo I. La niña pasó la noche y, al otro día, los médicos no podían explicar la mejoría que había experimentado en su cuadro, al punto de revertirlo por completo. Hoy, tiene 21 años, es una mujer sana, estudia, trabaja y lleva una vida totalmente normal en su Paraná natal.
Candela, Roxana y el Padre José Dabusti estuvieron junto a Nunzia Locatelli y Cintia Suárez, las autoras del libro, “¿Qué han hecho? Juan Pablo I. Conspiración en El Vaticano y milagro en la Argentina”, durante su presentación en la librería El Ateneo Grand Splendid. Pero también, los tres asistirán a la ceremonia en la que el Papa Francisco beatificará a Albino Luciani en la Plaza San Pedro por su milagro en la Argentina.
Con prólogo de Carlos Pagni, esta investigación rigurosa y audaz -editada por Catarsis- contiene testimonios inéditos recabados por sus escritoras. Nunzia Locatelli es una periodista y escritora italiana graduada en Magisterio por la Universidad Católica de Milán. En 2014, produjo para la televisión el documental “El Camino del Ángel”, sobre Francisco, el Papa argentino. En 2019, el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, la condecoró como Cavaliere dell’ Ordine della Stella d’Italia en reconocimiento a su sólida investigación sobre Mama Antula, por la que estrechó los vínculos entre Italia y Argentina. Cintia Suárez es licenciada en Periodismo por la Universidad del Salvador y se encuentra trabajando en su tesis para la maestría en Antropología Social por la Universidad Nacional de San Martín. Con su libro “María Antonia de Paz y Figueroa. La peregrina de los Esteros” (2015), honró a Santiago del Estero, su tierra natal.
Muchas similitudes en su personalidad unen al último Papa italiano, Albino Luciani, con el Papa argentino, Jorge Bergoglio: ninguno quería ocupar un cargo tan importante, ambos eran felices rodeados de la gente más humilde y siempre rechazaron todo tipo de tratos especiales, condecoraciones o lujos. Los dos se negaron a usar los tradicionales zapatos colorados y fueron pontificados con los que usaban todos los días, porque siempre quisieron mostrarle al mundo que un Papa no es un rey, tal como siempre repetía Juan Pablo I.
— Nunzia: ¿Qué han hecho? es una frase de Juan Pablo I cuando recién fue elegido Papa. Después de haber dado la bendición a todos los fieles en Plaza San Pedro, se acercó a los cardenales electores que lo esperaban y les dijo: “Pero, ¿qué han hecho? ¡Que Dios los perdone por lo que han hecho!”. En realidad, no quería ocupar ese cargo tan importante en la Iglesia, pero tuvo que aceptar. Y es que siempre tuvo que aceptar todos los cargos que otros Papas eligieron por él y, también, los que los cardenales electores decidieron. Lo convencieron durante el cónclave, porque recibió la mayoría de los votos en la cuarta y última votación.
Un poco se los reprochó a los colegas cardenales, pero era en broma... un poco en realidad y otro, en broma. Pero la prensa que escuchó esa frase, la tomó como algo absolutamente negativo y el Papa tuvo que aclararlo frente a los cardenales. Les dijo que fue una broma. Él contaba con su ayuda y con sus oraciones, porque se sentía un pobre Cristo: se sentía sólo en esa misión. Con nuestra editorial, Catarsis, elegimos ese título porque no solo es una frase de Juan Pablo I, sino que abarca otros puntos porque... ¿qué hicieron los cardenales cuando lo eligieron y después lo dejaron solo? ¿Qué hicieron en el seminario cuando un niño de 11 años ingresaba y después formateaban la mente de esos chicos, en la época de la posguerra o durante la primera Guerra Mundial? Entonces, es una pregunta que abarca a muchos otros interrogantes.
— ¿Qué van a encontrar los lectores en estas páginas?
— Cintia: Se van a encontrar con la historia de un personaje enigmático, el Papa Juan Pablo I. Fue un niño muy sufrido, cuyo padre emigró a Argentina y pudimos encontrar su acta de arribo al país. Esto representa a muchas de las historias de los inmigrantes que también formaron a la Argentina. Y luego, esta persona que intenta en algún momento ser de avanzada, pero que no puede y se encuentra con un desafío muy grande: desempeñarse como Papa, un cargo que le pesó porque no quería asumirlo. Entonces, nos encontramos con este personaje que hoy vuelve a escena por haber realizado un milagro en la Argentina: una curación inexplicable para la ciencia, que es lo que le va a permitir ser Beato en septiembre.
— ¿Cuál es el milagro que se le atribuye a Juan Pablo I y dónde ocurrió?
— N: El milagro fue en 2011. Empieza en Paraná pero, en realidad, se realiza en la Fundación Favaloro, en la Ciudad de Buenos Aires. Una niña de 10 años, Candela Giarda, sufre una encefalopatía muy grave. Los médicos no pueden encontrar una solución y dicen que no pueden curarla en Paraná. Entonces, después de un largo recorrido, de haber visitado médicos, guardias, hospitales, etc alguien le sugiere a su madre, Roxana Sosa, que la lleve a Buenos Aires. Ella empieza a buscar adónde pueden curar a su hija y el único lugar que encuentra es la Fundación Favaloro. Con una ambulancia y durante la noche, la lleva sola con una enfermera, mientras la niña casi estaba entrando en coma.
Llega a la Fundación Favaloro y la historia empieza mal, porque no encontraban su nombre en la lista de los niños, ya que la estaban buscando en la de los adultos. Finalmente, dos médicos se ocuparon de ella y así comenzó una peripecia bastante larga donde le hicieron muchos estudios, exámenes y tratamientos hasta llegar al tope de gama. Más que eso, no se podía hacer.
Mientras tanto, la mamá de Candela encontraba contención en una iglesia que estaba cerca de la Fundación, la Parroquia de Nuestra Señora de la Rábida, donde estaba el Padre José Dabusti. Iba a su misa a diario. Una noche, la más dura y oscura de la enfermedad, los médicos le dicen a Roxana que probablemente su hija no iba a sobrevivir. Entonces, ella va a buscar al sacerdote y juntos entran al cuarto de Candela. Desesperada, Roxana le pide al Padre que rece, que pida un milagro... Y así, el sacerdote empieza una oración y le pide un milagro a Juan Pablo I. La mamá de Candela no conocía a este Papa, nunca había escuchado ese nombre, pero reza junto al Padre, quien no recuerda qué oración dijo, ni qué pidió. Ninguno de los dos lo recuerda. Al día siguiente, pasada la noche tan angustiante y dura, la niña revierte su cuadro clínico. Empieza a estar bien, a mejorar. Desde entonces y hasta el día de hoy, está muy bien. Ya es una joven de 21 años que va a la universidad y al gimnasio. Hace la vida de cualquier chica de su edad, sale con sus amigos y no toma medicación, solo sigue una dieta especial.
Tiene una producción de miel y es una joven que apuntó a la superación, como sus hermanas mayores que son mellizas y también fueron a la universidad. Es una familia que apuntó a superar su condición inicial. Viven en un barrio obrero humilde, pero todos trabajan y estudian. Entonces, también es una historia de superación que enseña mucho, porque mejoró su propia posición y apostó por algo más, tanto ella como su familia. Es bueno poner a la luz uno de esos ejemplos, porque hay muchos. En este caso se trata de un milagro y ponemos el foco en eso, pero es importante destacar que Candela superó su condición inicial y mejoró su vida.
Su caso es emblemático porque el Vaticano lo reconoció como un milagro y los médicos, a quienes hemos entrevistado para este libro, no tienen una explicación científica. Obviamente, se guían con la medicina y la ciencia pero, si uno pregunta por qué esa curación... no saben. No hay una explicación médica y eso, en el Vaticano se define como un milagro.
— ¿Candela recuerda el proceso que atravesó mientras estaba enferma?
— C: No, no recuerda nada. Ella no tiene recuerdos, pero sí los tiene su madre: una persona de fierro que se mantuvo a su lado y fue la gran impulsora del bienestar de su hija. Roxana nos contó lo duro que fue todo: una madre sola que vino del interior a Buenos Aires y que tuvo que enfrentarse la enfermedad de su hija sin ninguna expectativa de vida. Lo único que la mantuvo de pie fue la fe. Ese proceso tan duro que tuvo un final feliz, en los términos de ella, solo puede ser entendido a través de la fe. Candela es una joven especial, seguramente, porque en su cuerpo experimentó una curación inexplicable. Por lo tanto es un milagro, pero no deja de hacer una vida como la de cualquier chica de 21 años.
— N: La investigación se compone de muchos elementos, no solo de documentos oficiales del Vaticano que están disponibles, sino también de otros que obtuvimos gracias a nuestras fuentes. Mantuvimos entrevistas directas con personas que fueron parte de la historia de este milagro. También, accedimos a archivos en Argentina y hasta recurrimos a la televisión italiana, que tiene todas las grabaciones del breve Pontificado de Juan Pablo I. Utilizamos todos los recursos posibles para armar una buena investigación.
Hubo materiales difíciles de conseguir y otros más fáciles, pero la novedad que tenemos son los hallazgos que encontramos en Argentina, que el Vaticano no los tiene. Por ejemplo, la partida de arribo de Giovanni Luciani, que es el padre de Juan Pablo I, que vino a la Argentina en enero de 1913. El Vaticano no tiene esa información porque no la encontró y nosotras -con un poco de investigación- la pudimos conseguir. El tema es que, cuando los inmigrantes se registraban, la mayoría de las veces se equivocaban al escribir el nombre o el apellido. Este hombre fue inscrito como Geovanni y eso puede ser un punto en el cual una investigación, desde Italia, queda frenada.
También, descubrimos que su tío vino en 1908 para trabajar en La Plata. Podría haber sucedido que, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, hubiéramos tenido a la familia Luciani viviendo en la Argentina porque su programa final era instalarse acá, pero eso no se dio. Sino, hubiera sido otra historia de inmigracion, como la de tantos de nuestros abuelos que vinieron a este país.
En septiembre, el Papa argentino va a beatificar al último Papa italiano. Es un buen encuentro entre el rol y los lugares, Argentina e Italia, un hilo siempre directo y muy fuerte que nos gustó representar en el libro.
— ¿Por qué fueron solo 33 días de Pontificado, el más breve en el tiempo moderno?
— C: Albino Luciani era un hombre muy joven y sano cuando falleció. Murió a los 65 años en pleno estreno de su cargo papal pero, en ese breve período, pudo hacer mucho en cuanto a su gestión. No nos olvidemos que un Papa es un Jefe de Estado y, desde allí. contribuyó al inicio de las conversaciones de paz entre Argentina y Chile, ya que en 1978 estábamos en disputa por el Canal de Beagle. Fue este Papa el que dio un primer paso, solicitando a ambas naciones un llamado a la paz que, finalmente, se concretó con Juan Pablo II. Eso es algo que muy pocas personas conocen.
También, fue un Papa que no quería serlo: sufrió el cargo que le había tocado y aceptó, pero siempre fue fiel a sus principios con los que venía trabajando desde que era sacerdote, obispo y patriarca. Su Pontificado quedó en la historia como breve pero, a su vez, contundente. Es uno de los motivos por los cuales se lo recuerda como el Papa de los 33 días.
Le decían que llevaba un nombre maldito, Albino, porque así se habían llamado sus tres hermanos que fallecieron y un obrero amigo de su padre, que murió trágicamente en una construcción. Su historia es tan rica y tiene tantas escenas cinematográficas para representar... Es una persona que se conoce poco, pero que ha tenido una vida muy intensa y sufrida.
— En su libro lo describen como un Papa efímero, menospreciado y olvidado. ¿Buscan reivindicarlo?
— N: Absolutamente. Es un tema importante para nosotras porque nos gusta sacar a relucir -como pasó con nuestros trabajos anteriores, como Mama Antula- a aquellas personas que quedaron en el olvido de la historia. Nuestro trabajo es volver a presentarlos, reivindicar su derecho de pertenecer a la historia y no haber sido desplazados abruptamente. Juan Pablo I fue un Papa efímero y olvidado, que ahora vuelve a estar en auge gracias al milagro argentino
— C: En este paralelismo con Jorge Bergoglio, podemos decir que se trata de lo que él llama “el santo de la puerta de al lado”: uno no sabe quién es su vecino y puede ser una persona extraordinaria. En lo personal, creo que Albino Luciani, Candela Giarda y el Padre José Dabusti son personas elegidas y fuera de lo común
— ¿Cuáles son las teorías conspirativas sobre la muerte de Juan Pablo I, que falleció repentinamente en 1978, a los 65 años, con un aparente buen estado de salud y a los 33 días de haber sido pontificado?
— N: Tratamos ese tema reportando los trabajos de dos investigadores que fueron citados por el Vaticano en los 80? y vamos manteniendo una distancia periodística necesaria para poder contar lo que encontraron. El Vaticano no aceptó las conclusiones, pero es importante para que quede claro todo lo que se cuenta de Albino Luciani. A todas las personas que les preguntamos si lo conocen nos responden que sí, que es el Papa envenenado, el Papa que murió... Entonces, el libro es una herramienta útil para poner todas las cartas sobre la mesa y ver qué le pasó. Después, cada uno sacará sus propias conclusiones. Ofrecemos la versión del Vaticano, la de los dos investigadores y las conspirativas, de la que no podemos prescindir.
En 2019, un mafioso, Anthony Raimondi, publicó un libro asegurando que aquella noche de 1978 estaba en el cuarto de Albino Luciani y lo envenenó. No es solo una persona común, parece que tuviera rasgos psicóticos por cómo cuenta lo que sucedió. Es sobrino del cardenal Paul Marcinkus, quien fue director del Banco Vaticano
— Envenenamiento, asesinato encomendado por la mafia, abandono de persona... ¿Qué es lo que creen que pasó?
— N: Como dijiste, hay muchas teorías conspirativas, amarillistas, novelescas... En realidad, el Vaticano -cuando anunció la muerte de Juan Pablo I- lo hizo muy rápidamente y, si te digo que el médico de Albino Luciani era la primera vez que veía a su paciente y ya lo vio muerto... Con eso, ya te digo mucho sobre el conocimiento que tenía el galeno del paciente... Entonces, firmaron muy rápidamente un certificado de defunción, que después se difundió a todos los medios del mundo. Pero lo que falta es una autopsia, que hasta los cardenales y muchas otras personas la pidieron en las semanas siguientes, porque no era posible que después de 33 días de Pontificado, alguien que estaba bien de salud falleciera en esa condición. Probablemente, y esta es mi opinión personal, el cargo le quedaba muy grande. Era un puesto demasiado importante para una persona que nunca quiso tener un cargo.
Siempre decía que los mejores años de su vida fueron cuando era cura, un simple cura. Pasó dos años en su aldea, en su pueblito Canale d’Agordo y ese fue el periodo más lindo de su vida. Pienso que, cuanto más importante era el cargo, más sufría. Es increíble cómo una persona tan humilde pudo aceptar ser Papa, pero lo hizo porque respetaba muchísimo a la jerarquía y no podía decir que no. Pero cuando el cargo pesa mucho, el cuerpo responde... No se que pasó en el cuarto papal aquella noche de agosto, todavía no lo sabemos, pero seguramente sufrió mucho todo lo que sucedió durante esos 33 días: no se sentía a la altura del cargo y ya lo dijo en su primer discurso. Eso habla mucho de él y de su postura.
Finalmente, es importante destacar que Pablo VI había estado enfermo varios meses y fue acumulando mucho trabajo administrativo como Jefe de Estado, algo que después recayó sobre Albino Luciani. Fue un trabajo extenuante que probablemente influyó mucho en su salud, y en el estrés que pudo haber sufrido una persona como él. Tenía 65 años y solo algunos problemas físicos. Se le hinchaban los pies y las piernas. Su médico estaba a 600 kilómetros y le prescribió que caminara durante varias horas al día para curarse. En 1975, tuvo un émbolo en el ojo... Tuvo algunos problemas de salud, no era una persona que estaba 100 % saludable, pero no tanto como para encontrarlo muerto después de 33 días de Pontificado.
— ¿Qué similitudes observan entre Juan Pablo I y el Papa Francisco?
— C: No es casual que sea el Papa Francisco el que vaya a beatificarlo: que haya puesto la atención en la causa de beatificación y canonización de Albino Luciani. En los 70?, Juan Pablo I fue quien dio el primer paso en cuanto a los gestos modestos y mostró que, ser un Papa que no es igual a ser un rey. Rechazó, por ejemplo, los famosos zapatos colorados y decidió usar el calzado que siempre tenía puesto. Rechazó todo tipo de coronación pomposa, distinciones... algo que claramente vemos desde el día uno en Jorge Bergoglio. Entonces, seguramente es su antecesor y su inspirador. Repito, no es casual que lo vaya a beatificar. Y, para suerte de los argentinos, el milagro de Albino Luciani sucedió en la tierra del Papa Francisco.
Por eso, creo que es un poco de justicia que se lo recuerde por algo lindo y que su nombre vuelva a generar interés en la sociedad. Su historia, al igual que la de Candela Giarda, es inspiradora y de superación. Tampoco es casual que, en esta época de dificultades, crisis y guerra, vuelva a resonar la historia de Juan Pablo I.
— No es el primer libro que hacen juntas sobre esta temática (ya publicaron uno sobre Mama Antula), ¿creen que hay un público que está ávido de este tipo de contenidos, tal vez con una mayor demanda por los efectos de la pandemia en el plano espiritual?
—N: Un milagro siempre es un hecho de esperanza. Escuchar lo que pasa durante un milagro y oírlo directamente de la voz de los protagonistas es algo único. No es un libro religioso, porque tratamos de escribir para un público que quiere escuchar una historia, independientemente de la religión. Tenemos un público muy variado y son libros históricos de investigación periodística.
Un milagro es un hecho inexplicable y encontrarse con todas las aristas, con todos los elementos... Es un tema curioso para quien no cree y un tema de esperanza para el que cree. Para nosotras fue indescriptible, porque nunca conocimos personalmente a una amilagrada y Candela estuvo en la presentación de nuestro libro con su madre Roxana y el Padre José Dabusti, quien hizo posible la intercesión de Juan Pablo I.
Es la primera vez que se presentan en persona los protagonistas de un milagro, porque siempre van mucho más atrás con la historia y ya no están en este plano porque fallecieron. Por eso, el caso de Candela nos impactó y quisimos presentarlo en este libro. Fuente:infobae.com