La macabra historia del femicidio de una profesora de inglés de City Bell y el sospechoso muerto

15-07-2021 - Por Primera Página

El hombre, de paso lento, hablaba como si supiese que le quedaba un mes de vida.

p>-No me importa que se diga que fui el asesino, que piensen lo que quieran -le dijo Federico Pippo al periodista Facundo Bañez mientras volvía a su casa de La Plata de comprar cigarrillos.

Antes de cerrar la puerta, mencionó a Oriel Briant, su ex mujer, la víctima, sin ningún tipo de nostalgia. Más bien su actitud fue la indiferencia:

-Se habló demasiado del caso. Todo porque era una Briant, por supuesto. Te aseguro que si hubiese sido una Pérez no se hablaba nada.

Pippo era una cáscara de sí mismo. Una sombra apenas visible del hombre que supo ser. Tenía barba y pelo blanco. Cara huesuda y ojos saltones que parecían a punto de estallar. Una especie de fantasma absorbido por el fantasma de Oriel. Como una burda fotocopia de los espectros de William Shakespeare, el autor que analizaba en algunas de sus clases de literatura inglesa.

Poco tiempo después de esa nota, en la que se volvió a proclamar inocente -como hizo siempre- algunos periodistas volvieron a golpearle la puerta. Pero no volvió a abrirla. Pippo, acaso la última llave para llegar al esclarecimiento del aberrante crimen de Oriel Briant, asesinada el 13 de julio de 1984, murió a los 68 años, el 5 de junio de 2009, solo, pobre y en una pieza a la que nunca llegaba la luz del sol.

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A 37 años del femicidio de la profesora de inglés, perdura el misterio. Aurelia Oriel Catalima Briant, nacida en City Bell, fue hallada muerta en el kilómetro 75 de la ruta 2. La asesinaron de 37 puñaladas y tres balazos en la cara. La descuartizaron y nunca se supo quién o quiénes fueron los asesinos.

Es para resaltar la furia destructiva de él o los asesinos, dado las mutilaciones que la víctima tiene en la cara, los pechos, el vientre, las piernas y la vagina”, manifestaron los forenses. Es como si hubiesen querido borrar todo rasgo humano en Oriel.

El informe de los peritos indicó que “se trató de una muerte por apuñalamiento, previa larga tortura y con particular ensañamiento en el aparato genital”.

El comienzo de la pesadilla fue cuando una vecina de Oriel vio la puerta abierta de la casa y escuchó llorar a Christopher, de tres años, uno de los hijos de Oriel y Pippo. Vestía piyama y decía que su mamá no había vuelto de hacer los mandados.

Sus otros tres hijos –Martina, Tomás y Julián– habían pasado la noche con su padre. Oriel se había separado de ese hombre al que había conocido en la Facultad: ella estudiaba profesorado de inglés y él estudiaba Letras. Además de dar clases de Literatura, él era policía bonaerense y fue cesanteado después del asesinato. Lo detuvieron dos veces, pero salió en libertad por falta de pruebas. No llegó a estar un año detenido. En una de sus salidas criticó a la Justicia y dijo: “Creo en Dios”.

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La noche del crimen, según pudieron reconstruir los pesquisas, sonó el teléfono en la casa de Oriel. Ella atendió. Y luego tocaron el timbre. Salió y nunca más volvió a ser vista con vida.

Oriel había sido una hermosa mujer, plena de vitalidad y sensualidad. A su atracción física se sumaban su ternura y una simpatía sin rodeos, por lo que aún a sus 37 años, despertaba la admiración de muchos hombres quienes la consideraban maravillosa”.

Eso escribió Enrique Sdrech, el periodista que siguió el caso para Clarín. Entrevistó a más de 50 personas vinculadas al caso. Hasta publicó un libro: 37 puñaladas para Oriel Briant.

En una entrevista que le dio a Chiche Gelblung, hace siete años, Julián Pippo Briant, uno de los hijos de la víctima y del acusado, defendió a su padre. “Mi viejo no fue el asesino. Me lo enloquecieron, pobre. Se dijeron muchas cosas, que mi mamá era subversiva, que era informante, creo que nunca se va a saber quién la mató. Para mí fue un crimen político. La tragedia nos destrozó”.

Julián tenía seis años cuando asesinaron a su madre y según él dormía con su padre, Federico Pippo, el trágico día del crimen.

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Un policía retirado que participó del caso sigue convencido de que el que ideó el plan para matar a Oriel fue Pippo.No es un pálpito ni una leve sospecha. El tema es que hubo nulidad de procedimientos porque se contaminó la escena del crimen y se perdieron rastros importantes. Pero ella le tenía terror, hasta testigos refieren que él la llegó a perseguir con un cuchillo”, dice la fuente, que pidió reserva de identidad.

En su momento, la hermana de Oriel -Denise- habló de una brutalidad estremecedora contra Oriel.Esto es un problema de venganza por el ensañamiento contra su cuerpo. Es un psicópata sexual el que la mató. Ella era sumamente ingenua, cuando la vida la golpeaba ella siempre buscaba otra oportunidad. Yo le decía: ‘Nunca vas a crecer’”.

Tengo mucho miedo, me siento totalmente perseguido. Mi familia también es perseguida y buscan un culpable dentro de ella. Todo esto supera toda ficción. Se habla de un pacto de sangre de mi familia, están locos”, declaró Pippo ante el periodista estrella de Nuevediario, José De Zer. Se mostró inconmovible, sin derramar ni una lágrima por su ex esposa asesinada. De hecho mencionó al crimen de su mujer como un “momento en el que ocurren los hechos que nos tienen acá reunidos”. Como si estuviera dando una clase desapasionada ante sus alumnos de Literatura.

Lo más concreto en la causa fueron las denuncias previas que Oriel hizo en la comisaría de City Bell contra Pippo por violencia de género.

La madre de la víctima declaró que un día Oriel la llamó por teléfono para contarle que Pippo la estaba “matando a golpes”.

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En diciembre de 1980, según consta en otra denuncia, Oriel salió de su casa gritando que su marido la había perseguido con un cuchillo.

La relación entre los dos había terminado. Antes de separarse, dormían en cuartos separados. Él no no le quería dar un centavo, ni siquiera para comprar alimentos o para sus hijos. Tampoco quería pagar la luz. Decía que no la usaba, que no veía televisión y que por la noche leía a la luz de una vela.

En el expediente figura que cuatro testigos habían declarado otros episodios de violencia. En uno de ellos, Pippo habría dicho: “Que esta no se haga la loca porque tengo gente de la Policía que la va a hacer reventar”.

“La voy a matar a patadas”, “Si tengo un cuchillo, se lo clavo mil veces”. Esas eran otras de las frases que habría pronunciado el sospechoso. Otra testigo dijo que Oriel le había contado que la había amenazado con un cuchillo para violarla. Otra, que tenía moretones en los brazos porque Pippo le pegaba y hasta llegó a amenazarla con una cuchilla delante de sus hijos.

Una versión dio cuenta de que Pippo daba información en la dictadura a grupo de tareas. “Era un hombre muy oscuro”, dicen fuentes del caso.

El primer detenido fue un vidriero que había comenzado a salir con Oriel. Cuando lo fue a buscar la policía, intentó matarse con un cuchillo que –misteriosamente– apareció en la guantera de su auto. Sobrevivió. Lo liberaron y murió cuatro años después del hecho. “El chacal homicida fue detenido e intentó matarse con cuchillo”, tituló Crónica sobre ese episodio, aunque el hombre no tenía nada que ver con el asesinato.

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Por esos días, al despacho del juez llegaban cartas anónimas. Una de ellas acusaba con nombre y apellido a un camionero que vivía en La Paternal. Pero era una pista falsa. El pobre hombre tenía un enemigo que siempre lo acusaba en forma anónima cuando había un crimen. Antes le había cargado el asesinato de un menor.

Uno de los protagonistas del caso fue uno de los discípulos literarios de Pippo. Era un joven atractivo apodado Charly. Pippo lo elogiaba delante de sus otros alumnos. “No solo destacaba sus conocimientos, sino que además sus aspectos físicos, decía que era una belleza griega capaz de ser admirada por las deidades”, dijo un testigo de las clases.

Pippo estaba a cargo de la cátedra de Literatura Española de la Universidad de La Plata. Ahí hablaba de Cervantes y García Lorca, entre otros. También admiraba a Keats, Shakespeare, Ibsen y Borges, aunque no formaban parte de su cátedra.

Cuando Oriel estaba embarazada de cuatro meses de su último hijo, Pippo viajó con Charly a Europa durante un mes. Los rumores de una posible relación entre profesor y alumno ocuparon espacio en los medios.

Cuando le tocó declarar ante el juez Julio Desiderio Burlando (padre del famoso penalista Fernando Burlando), Charly declaró que una vez Federico le había dicho que estaba harto de Oriel. Charly fue detenido y cuando lo trasladaban en patrullero, una mujer se le acercó y le gritó “¡asesino degenerado!”. “El quería eliminar a Oriel para no hacerse cargo de la separación y de todo lo que eso acarrea”, declaró Charly. Y apuntó que Pippo iba a contratar a sicarios que se ocuparan del tema para no mancharse las manos.

Pippo lo tomó como una vil traición.

Burlando ordenó la detención de Pippo. Aunque después en el careo con Pippo, Charly se desdijo.

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Una de las hipótesis era que Federico se había enamorado de Charly y juntos habían tramado el asesinato. Es más, Sdrech cita en su libro un escrito de uno de los peritos que intervino en el caso. Por entonces se incurría en una aberración: considerar a la homosexualidad como un factor desencadenante para matar o provocar una reacción funesta.

“El autor del homicidio -escribió el perito- es un ser sexualmente reprimido, que un día da rienda suelta a sus represiones y se vuelve altamente peligroso. La señora Briant fue objeto de su odio ancestral a la mujer por parte del sujeto que vio en ella a todas las mujeres y desató su salvajismo como una forma de vengarse. El ensañamiento con la zona genital de la profesora refuerza sus características homosexuales del matador. Para un homosexual, la visión de los genitales femeninos produce horror y reactiva en él el temor infantil a la castración”.

Sectas, mafias o espías

Mientras Burlando sostenía que el asesino había sido Pippo, otras líneas investigativas resultaron insólitas. Una hablaba de que Pippo y Charly pertenecían a la Secta Moon. Una testigo, de hecho, declaró que Pippo hacía vestir a Oriel con túnica y que la hacía fumar de una boquilla larga y dorada, además de pedirle que se dejara el pelo largo. “Parecía una sacerdotisa”. Esa pista se reforzaba con los rituales sexuales y sangrientos de las sectas. Hasta se habló de las similitudes con el crimen de Sharon Tate, asesinada por el clan Manson en 1969.

Pero el juez Burlando sospechaba de Pippo, aunque otras líneas de la investigación apuntaban a sectas, mafia italiana y hasta ajuste de cuentas por “la pesada” de la dictadura militar.

Algunos pesquisas se refirieron al “factor Malvinas”. Aunque se estaba en democracia, se sabía que los padres de Oriel eran ingleses y habían trabajado en la embajada británica. Charly también se había desempeñado en esa sede diplomática. Se dijo, se publicó y figuró en el expediente, que Briant era una informante de los ingleses durante la Guerra, ocurrida dos años antes. “La venganza de la que hablan los hijos y habló Pippo a sus allegados es que los espías argentinos la sentenciaron a muerte. Y que una vez terminada la guerra la iban a matar. Y los antecedentes de violencia que tenía Pippo en perjuicio de Oriel, les vinieron bien para incriminarlo”.

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Otra pista se refirió a la posibilidad de que Pippo trabajara para un comisario de activa participación en la dictadura militar y Oriel hubiera sido asesinada por presuntos contactos con Montoneros.

Cuando se señaló a la mafia italiana se hizo referencia al origen siciliano de los Pippo. Sus parientes eran definidos por la prensa como un clan o “La pesada de los Pippo”. Incluso se habló de un castillo en Lobos donde había muñecos diabólicos y supuestamente se hacían sacrificios de animales. Llegó a hablarse de una siniestra conspiración de los Illuminati.

El sabueso, el sospechoso y el brujo

El brujo Guillermo lo miró fijo a Enrique Sdrech, sentado frente a él en un sillón, en una casa tipo chorizo convertida en templo, y le vaticinó:

—El crimen que usted investiga jamás se va a resolver.

Sdrech tomó nota en su cuaderno. Era 1984 y el mítico periodista policial estaba obsesionado con el misterioso asesinato de Oriel Briant.

Antes del femicidio, Federico Pippo había estado sentado en el mismo sillón que Sdrech. El brujo le pidió que escribiera su nombre. Al ver el trazo de las letras, le dijo:

—Señor Federico, su problema son las mujeres.

Pippo lo corrigió:

—Mi problema es una mujer.

Había ido a ver a ese vidente porque estaba por separarse. Lo acompañaba su madre, Angélica. El brujo le dio una receta a ese hombre de mirada fría que parecía desesperado: que se bañe con ruda, alcanfor y romero.

—Sabía que algo malo iba a pasar, pero nunca supe qué —le dijo el brujo a Sdrech.

Nunca pudo predecir lo que vendría poco tiempo después: el asesinato, las detenciones, inocentes acusados, supuestos culpables libres.

Tampoco pudo percibir el destino que le esperaba a Pippo: la muerte en la miseria y la soledad.

El brujo Guillermo declaró que la madre consultaba brujos y curanderos para hacerle daño a Oriel.La odiaba. Le encontraron fotos de Oriel pinchadas. Y una vez me dijo, durante una consulta, que su hijo a veces desvariaba y que quería matar a todos”.

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Un dato clave reactivó la causa cuando todo parecía conducir a la nada y llevó otra vez a Pippo a la cárcel. Los muebles de Oriel, que habían desaparecido, fueron encontrados en el stud del primo de Pippo. Federico fue detenido junto a su hermano Esteban, su primo y su madre. “Esteban y Angélica aparecieron en mi stud en un Renault 12 en el que iba una mujer rubia, vestida en camisón y medio dopada. Les pedí que se fueran”, declaró el primo de Pippo. Pero a los pocos días se desdijo.

Por entonces, una testigo fue amenazada por dos presuntos linyeras que le golpearon la puerta con la excusa de buscar ropa y comida pero en realidad le apuntaron con dos armas.

Los Pippo pasaron un año en prisión, pero fueron absueltos porque los testigos se rectificaban y las pruebas de desvanecían.

El juez se maneja con el ‘dicen que dijo que le dijeron’”, sentenció Pippo en una entrevista que le dio a José de Zer.

El video tenebroso

El film del crimen de la profesora Briant, que contiene sádicas y aberrantes escenas, se habría rodado en una estancia bonaerense”, tituló el diario La Razón del 29 de agosto de 1985.

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La nota, firmada por Guillermo Patricio Kelly, no era ningún invento. Hubo una denuncia hecha por un hombre de nacionalidad alemana que vivía en la Argentina que decía, palabras más, palabras menos, que Oriel fue secuestrada y filmada y que esa película pornográfica fue vendida por un millón de dólares a un enigmático personaje que vivía en una mansión de Chicago.

En el rodaje habrían intervenido entre doce y quince artistas sexuales. El rapto y la puesta en escena costó 80 mil dólares. Se filmaron escenas de sexo en medio de un ritual satánico”, consignó La Razón.

Los investigadores llegaron hasta Charles Ray, un as en robar fichas en los casinos de Montecarlo, que habría sido el nexo con los rufianes que compraron el supuesto video.

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Eso no es todo. El 1 de enero de 1985 un avión se estrelló contra la nevada ladera del Pico Illimani, a unos 80 kilómetros de La Paz. El denunciante, que a esa altura era considerado un demente por los pesquisas, aseguró que una de las pasajeras llevaba el video pornográfico. Y que por orden de alguien poderoso, se contrató a una decena de escaladores expertos para que llegaran antes que los peritos oficiales y pudieran rescatar la cinta.

Pero esta pista, más cercana a una historia inverosímil de ciencia ficción que a la realidad, se desvaneció con el tiempo. Como todas las hipótesis que se siguieron en el expediente. Nunca se supo quién o quiénes asesinaron a Oriel ni el móvil de un crimen que, a 37 años del horror, sigue impune. Fuentes: lamovidaplatense.info e infobae.com