Hasta 1987, en Argentina, si un hombre o una mujer que se había divorciado vivían con otra persona bajo el mismo techo, era adulterio, delito y podían ir a la cárcel. Rehacer sus vidas no era legal. Fue la historia de Juan y Alicia la que hizo que eso cambiara. Una pareja de Buenos Aires que hace 30 años se enfrentó a los prejuicios de la época y que reclamó su derecho a tener otra oportunidad.
En el año 1978 Juan Bautista Sejean tenía 42 años, dos hijos y era juez de instrucción. Alicia Kuliba, de 27, trabajaba en la Cámara del fuero Contencioso Administrativo. Los dos estaban divorciados. Un día él la invitó a salir y ella le dijo que sí.
Para la Argentina del '78 que estuvieran juntos era un delito y 6 años después, cuando en 1984 nació Natalia, su hija, la situación empeoró. Fue entonces que tomaron una decisión que cambiaría sus vidas y las de casi 2 millones de personas en aquel momento: ir contra 100 años de historia y buscar que se cambie la ley.
De la novela inconclusa de Franz Kafka El Proceso, publicada tras la muerte del escritor checo en 1925, se desprende "Ante la Ley". Una metáfora en la que un campesino (representando a un hombre común), intenta a lo largo de su vida atravesar las puertas de La Ley, flanqueadas por un guardián (abogados, jueces, normas y leyes) que custodia el acceso y que, se lo dice, jamás lo dejará entrar.
A diferencia del campesino kafkiano, en el año 1987 Juan Bautista Sejean era juez de instrucción. No sólo había atravesado varias de las puertas de La Ley, sino que le había tocado guardarlas y protegerlas, lo que no impidió, como advertía también el guardián en el libro póstumo del autor de La Metamorfosis, que existieran más puertas y más guardianes mucho más poderosos esperándolo. Y así fue.
Kafka, que además de un buen escritor era un buen abogado, puso en juego en su historia del campesino y el guardián, un dilema del derecho que se renueva constantemente, la misma encrucijada que hace 35 años hizo que se discuta el divorcio vincular y hace 12 el matrimonio igualitario: cuando las leyes empiezan a no corresponderse con la vida y los anhelos de las personas que tienen que cumplirlas.
“El Derecho es lógica pura. Cuando la ley contradice la lógica del hombre común, generalmente es una mala ley”, resumió Sejean en una entrevista con Infobae, mientras se disponía a desandar su historia y la de Alicia. Ellos fueron los primeros en ganarle una pulseada centenaria a la Justicia y abrir el camino para que unos meses después se dictara la ley de divorcio en la Argentina.
Cuesta pararse en 2022 e imaginar un país en el que volverse a casar no sólo estaba prohibido, sino que vivir bajo el mismo techo con una mujer después de divorciado, tener una hija y formar una familia, podía llevar a alguien a la cárcel. Y sin embargo ese tiempo existió. La Iglesia se oponía, los políticos no querían meterse con un tema que siempre había sido “tabú” y la Justicia seguía a rajatabla la letra del derecho sin ánimos de querer cambiarla. Es por eso que la historia siempre necesitó de valientes que se animaran a discutirla.
“Yo estaba totalmente convencido, a pesar de que muchos me decían que estaba loco, porque además en ese momento era medio disparatado, era quijotesco, pero eso lo hizo más divertido, porque nadie lo esperaba”, admitió Juan, que en el año 1985 denunció la inconstitucionalidad del artículo 64 de la Ley 2393 de Matrimonio Civil que establecía la indisolubilidad del vínculo conyugal.
En el año 1888 la ley 2.393 dispuso que el matrimonio y el divorcio en Argentina se rigieran por el Estado. Antes de eso era el derecho canónico, la Iglesia, la que tenía el poder sobre estas cuestiones. No se autorizaba a los divorciados a un nuevo matrimonio y para poder obtener el divorcio alguno de los cónyuges tenía que haber incumplido alguna de las obligaciones (fidelidad, cohabitar, etc.). En resumen: para divorciarse había que ser culpable de algo.
En 1954 se dictó la ley 14.394 que admitió que los divorciados puedan casarse nuevamente, pero no duró mucho. Ese primer antecedente de divorcio vincular quedó sin efecto tras la caída del gobierno de Juan Domingo Perón un año más tarde. El tema se fue aggiornando, desde 1968 ya no hubo que “demostrar la culpabilidad de alguna de las partes”, pero la realidad y el origen de esta historia es que para el año 1985 volverse a casar después de haberse divorciado, en Argentina y sólo otros tres países del mundo, seguía estando prohibido.
“Tenía a todo el mundo en contra, incluido el periodismo, la iglesia, la política y tribunales por supuesto, porque toda la Justicia civil estaba muy influida por la Iglesia Católica. Muchos de los jueces con esa competencia eran profesores de la UCA y más de uno perdió su cátedra por adherir al fallo de la Corte”, recordó Sejean que durante ese año llegó a ser llamado por un diario como “El abogado del Diablo”.
Desde el preciso momento en que un juez de apellido Vilar hizo lugar a la denuncia de Juan se generó un “pequeño escándalo”. “Era un tema urticante, el divorcio era mala palabra, era un tema tabú, no se hablaba hace muchísimos años”, explicó en esa entrevista. Inclusive llegaron a negarle una publicación en una revista jurídica en aquel momento y recuerda haber recibido “varios cachetazos”, de colegas, conocidos y amigos. Los más dolorosos.
“Esto no fue una batalla sencilla, me pegaron mucho, ese año de litigio judicial tuve muchos sinsabores”, repasó sobre el tiempo que pasó hasta que su caso llegó a la Corte Suprema. “Un abogado conocido me iba diciendo desde adentro cómo iba siendo la votación. ‘Vas ganando uno a cero, dos a cero’ y así. Y tengo entendido que eran los cinco miembros de la Corte los que habían votado a mi favor. Pero finalmente la votación salió 3 a 2. Seguramente al conocerse un poco lo que estaba pasando la Iglesia empezó a mover los hilos y consiguió que dos de los jueces cambiaran de opinión”, recordó. En el año 1986 Juan Bautista y Alicia obtuvieron el divorcio vincular en un fallo que fue histórico y noticia mundial.
De los argumentos de los tres jueces que votaron a favor de la inconstitucionalidad, Carlos Fayt, Enrique Petracchi y Jorge Bacqué, se destaca una figura en particular incluida por Petracchi en medio de los tecnicismos jurídicos, “El derecho a fracasar”, que decía: “En cualquiera de los otros derechos constitucionales cada habitante de la Nación que goza de él y lo ejerce puede fracasar en obtener los resultados que buscaba al ejercerlo. Se puede fallar al ejercer el derecho a trabajar, o el de enseñar, o el de aprender, o el de ejercer una industria lícita, o el de peticionar a las autoridades, y así con los demás. En ninguno de los casos ese fracaso, que tratándose del derecho a casarse puede no obedecer en absoluto a causas controlables por la voluntad del titular del derecho, conlleva su pérdida definitiva”.
“Vos fijate que te equivocabas en la elección y te condenaban a vivir en la soledad para toda la vida, porque el hecho de compartir un techo con otra mujer te convertía en adúltero, que constituía un delito. Además te condenaban a la soledad, no podías ser padre o madre”, sumó Sejean a los argumentos que en 1986 expuso el juez de la Corte.
En marzo del año 1987 Juan Bautista Sejean con 48 años y Alicia Kuliba con 33, en presencia de Natalia, la hija de ambos -por entonces de 3 años, hoy abogada-, se casaron en medio de un gran revuelo periodístico que festejó una unión histórica y que ocupó las portadas de los principales diarios del país y del mundo, llegando inclusive a aparecer en la revista LIFE.
“Un abogado que conocía que estaba en Jerusalén me dijo que me había visto en primera plana en un diario israelí. Yo no esperaba esa repercusión, sabía que iba a ser una noticia en el país pero no en el mundo”, compartió Sejean y sumó una anécdota: “Nosotros veraneábamos en Villa Gesell. Y un día vamos a un local bailable que estaba repleto, ya no dejaban entrar más gente. Y en eso el dueño nos ve, sale a la calle, se abre paso entre la gente y nos hace entrar. Fue como ser famosos por un rato”.
El 3 de junio de 1987 que el Congreso de la Nación aprobó la ley que permitió a los divorciados volver a contraer matrimonio. Ocho meses después de que la Corte Suprema fallara a favor de Juan y Alicia, y a sólo tres meses de que ellos se hubieran vuelto a casar. “Era un asunto elemental, era una ley de más de 100 años tan absurda, tan disparatada, había cerca de 2 millones de personas en esas condiciones”, rememoró el ex juez, que hace 30 años logró torcer la historia del país y cambiar la vida de muchísimas personas que buscaban otra oportunidad.
A fuerza de los que se animan avanza la historia. Dirigiéndose a los que hoy se enfrentan a nuevas puertas y nuevos guardianes, a esos que como él alguna vez, buscan cambiar algo, expresó: “Hay que intentarlo, yo creo que cuando uno tiene una convicción hay que seguirla firmemente hacia adelante, lo importante es tener argumentos y estar convencido de lo que uno hace. Yo estaba totalmente convencido”. 44 años del comienzo de su relación con Alicia, sigue totalmente convencido.