En la actualidad, se observa con preocupación la creciente normalización del consumo de drogas y alcohol entre adolescentes, fenómeno que ha ganado aceptación cultural y preocupación entre los adultos.

En los últimos años, se ha visto cómo ciertos consumos ya no generan la alarma que solían, sino que han sido incorporados como parte de ciertos contextos y tiempos. Incluso, algunos padres han accedido a tener plantas de marihuana en sus hogares, a solicitud de sus hijos, por temor a que consuman sustancias más peligrosas. Esto ha llevado a un notable aumento en la presencia de grow shops y una conversación extendida entre adolescentes sobre cultivos, desde semillas hasta sistemas de riego.

Simultáneamente, en el ámbito clínico, muchos padres expresan preocupación por sentirse demasiado exigentes al prohibir el consumo o demasiado permisivos al permitirlo, enfrentando una presión social que desafía los límites del cuidado parental.

Desde las reuniones sociales donde antes se toleraba el consumo de alcohol en previas familiares, hasta la presencia en medios de entretenimiento donde el consumo de sustancias se presenta como parte del estilo de vida, el fenómeno ha ido ganando terreno entre los jóvenes. Programas de streaming y música popular han contribuido a normalizar estas prácticas, presentándolas como actividades cotidianas y glamorosas.

Este comportamiento no está exento de riesgos, especialmente cuando se trata de adolescentes en pleno desarrollo. La Sociedad de Pediatría ha emitido recomendaciones basadas en evidencia científica para abordar este problema, subrayando los efectos negativos del consumo precoz de sustancias en la salud física y mental, incluyendo trastornos del desarrollo cerebral y problemas de salud a largo plazo.

Series de televisión y películas juegan un papel crucial en la formación de actitudes y comportamientos, a menudo retratando el consumo de drogas y alcohol como actividades sociales aceptables y deseables. Aunque algunos intentan mostrar las consecuencias negativas, la representación frecuente y glamorosa puede influir en la percepción de riesgo de los jóvenes, al asociar estos comportamientos con éxito y aceptación social.

Es fundamental entender que la adolescencia es una etapa de vulnerabilidad, donde la experimentación y la búsqueda de identidad pueden llevar a comportamientos de riesgo, incluido el consumo de sustancias. El desarrollo cerebral aún en curso hace que los adolescentes sean más susceptibles a los efectos perjudiciales del alcohol y las drogas, afectando la toma de decisiones y el control de impulsos.

Frente a este escenario, es crucial promover estrategias educativas, de conversación y apoyo comunitario que puedan mitigar los efectos de la naturalización del consumo. Solo a través de un enfoque compasivo y colaborativo se podrá acompañar adecuadamente a los adolescentes en esta fase crucial de su desarrollo.

El desafío de abordar la normalización del consumo de sustancias entre adolescentes requiere un compromiso integral de la sociedad, orientado a proteger la salud y el bienestar de las futuras generaciones.