En las últimas horas, se ha concretado una realidad que se venía insinuando: la CGT está dividida en dos facciones que coexisten bajo la misma estructura. Esta división del sindicalismo es una particularidad argentina, comparable a inventos como el colectivo o la birome. Lo destacado es que, aunque la fractura es evidente, los sectores enfrentados mantienen la formalidad de pertenecer a la misma sigla, adoptando estrategias distintas.
Este escenario se consolidó con el acto organizado el lunes por Pablo Moyano (Camioneros), uno de los cotitulares de la CGT, en la sede de Azopardo 802. Moyano convocó unilateralmente a delegaciones regionales para aprobar la propuesta kirchnerista de movilizarse ante el Congreso cuando el Senado trate la Ley de Bases. Lo hizo sin el apoyo del resto de la cúpula de la CGT, llenando el salón Felipe Vallese con militantes sindicales, funcionarios kirchneristas como Walter Correa, exministros de Alberto Fernández como Gabriel Katopodis, dirigentes de movimientos sociales como Alejandro Gramajo (UTEP) y opositores tradicionales de la central obrera como el trotskista Alejandro Crespo (SUTNA) y el metrodelegado Néstor Segovia.
Pablo Moyano, respaldado por Cristina Kirchner y su hijo Máximo, aprovechó la ausencia de Héctor Daer (Sanidad) y Gerardo Martínez (UOCRA), líderes de la CGT del sector dialoguista, que estaban en Ginebra para participar en la conferencia de la OIT. Antes de partir, advirtieron a Hugo Moyano sobre las decisiones unilaterales de su hijo, quien utilizó su posición en Camioneros para tomar la iniciativa.
Hasta entonces, la cúpula de la CGT había acordado dejar en libertad a los sindicatos para decidir si se movilizaban ante el Congreso. Pablo Moyano no se opuso inicialmente, indicando que marcharía con los militantes de Camioneros. Sin embargo, cambió de postura, aparentemente influido por Cristina y Máximo Kirchner, quienes a través de Mario Manrique (SMATA) y Abel Furlán (UOM) lo persuadieron para movilizar a toda la CGT.
La división de la CGT se refleja también geográficamente: mientras los líderes dialoguistas estaban en la OIT, Pablo Moyano llenó la sede cegetista con sus seguidores, promoviendo una movilización que el resto de la conducción observa con cautela. Aunque todos se oponen al gobierno de Javier Milei, difieren en cómo enfrentarlo. Los moderados, como Héctor Daer y otros líderes, buscan frustrar la Ley de Bases para negociar con los libertarios. En contraste, la fracción combativa, liderada por Pablo Moyano y alineada con el kirchnerismo, opta por una confrontación abierta contra Milei.
En Ginebra, la comitiva de la CGT denunció la reforma laboral como “precarizadora y antisindical”, pese a que lograron que el Gobierno eliminara 42 artículos de la Ley de Bases. Algunos dirigentes, que en el exterior se muestran firmes, admiten que en el proyecto quedan pocos puntos de objeción, que podrían ser eliminados con más concesiones.
En Buenos Aires, Pablo Moyano mantiene una postura inflexible, negándose a dialogar con el Gobierno, postura que puede sostener gracias a otros dirigentes que sí negocian. Esto ha llevado a Hugo Moyano a apartar a su hijo de conflictos complicados y a asumir personalmente las negociaciones. Similarmente, en la CGT, Pablo Moyano queda fuera de reuniones clave.
Existen dos CGT, pero solo una está dispuesta a dialogar y negociar. La otra prefiere la confrontación perpetua, una estrategia distinta a la adoptada durante los cuatro años de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, cuando no hubo protestas significativas a pesar de la alta inflación y pobreza. Facundo Moyano, hermano de Pablo, ha defendido la necesidad del diálogo sindical, criticando indirectamente a su hermano.
Pablo Moyano difiere incluso de Cristina Kirchner, quien ha reconocido la necesidad de actualizar la legislación laboral para adaptarse a nuevas realidades tecnológicas y laborales. Los dialoguistas de la CGT también comparten esta visión y buscan una legislación adecuada a la sociedad actual, como se expone en su documento “Agenda para un nuevo contrato social”.
En las próximas semanas, la CGT enfrentará desafíos. La izquierda dura, respaldada por el kirchnerismo, ha lanzado la consigna de un paro de 36 horas. El sector moderado intenta contener a Pablo Moyano para no obstaculizar el diálogo con el Gobierno, especialmente con la reciente designación de Guillermo Francos como jefe de Gabinete. Por ahora, ambos sectores conviven bajo la misma sigla, mirando anticipadamente a 2025, cuando deberán definir si se unifican o continúan divididos.