Puso cámaras de seguridad en la entrada de su casa de 148 y 48 porque el barrio estaba heavy. La vecina se ofendió porque creía que invadía su intimidad. Comenzaron a discutir por eso. A los pocos minutos, la batalla verbal se picó y todo se descontroló.

En esa parte de la lucha aparece el ayudante de asesino, con un palo en la mano, como para redondear el trabajo de la carnicera de San Carlos, aunque no hizo falta. Con su rival en el piso y ensangrentada, la gordita del cuchillo se retiró con aires de triunfadora.

Todo quedó filmado con las malditas y alcahuetas cámaras de la discordia y ahora esas nefastas y antiestéticas imágenes recorren las redes y los teléfonos. Para colmos, todos sabemos que la TV engorda. Una escena fea por donde se la mire. Y un delito configurado en las imágenes.