La llegada de Diego Martínez a Boca Juniors era como el encuentro postergado entre dos amantes: se sabía que tarde o temprano iba a suceder, pero cuestiones contractuales mantenían la tensión.

Tras su paso por Huracán, donde mantuvo la categoría y se ilusionó con la Copa de la Liga pasada, Martínez finalmente decidió dar el salto al Xeneize.

Sin embargo, el desafío era monumental, sobre todo considerando el legado dejado por Jorge Almirón, pese a las críticas que había recibido por el estilo de juego.

A pesar de una pretemporada ajustada y con poco tiempo para trabajar, Martínez logró conquistar gradualmente a la hinchada boquense.

Aunque los primeros partidos en la Copa de la Liga dejaron dudas, con solo 6 puntos de los primeros 12 en disputa, el equipo mostró destellos de buen fútbol que empezaron a generar confianza entre los seguidores.

Tras momentos complicados, como la derrota ante Lanús y el empate contra Unión en Santa Fe, Boca experimentó una notable mejoría.

Cinco victorias en seis partidos, incluyendo un empate valioso en el Superclásico, llevaron al equipo a la zona de clasificación a cuartos de final de la Copa de la Liga y al liderazgo en la Sudamericana, además de avanzar en la Copa Argentina.

El rendimiento ante Newell’s fue especialmente destacado, consolidando la confianza en Martínez, incluso por parte de aquellos hinchas que dudaban de su capacidad al inicio de su gestión.

Aunque todavía no ha conquistado títulos, Martínez ha sabido ganarse el apoyo de la hinchada xeneize, que lo considera uno de los mejores entrenadores de la era de Juan Román Riquelme como dirigente.