La terapia asistida por animales ha ganado terreno como una herramienta de acompañamiento terapéutico que trasciende los métodos convencionales. En Tierra de Encuentro, espacio liderado por Daniela Balduzzi, este enfoque ha demostrado beneficios palpables tanto para las personas en terapia como para los animales involucrados, quienes participan de forma voluntaria y natural en las actividades. Los animales, gracias a su capacidad de conectar con los seres humanos, actúan como puentes emocionales, facilitando que niños, jóvenes y adultos expresen sus sentimientos en un entorno de seguridad y comprensión.

Daniela Balduzzi, fundadora de Tierra de Encuentro y especialista en comportamiento animal, subraya que los animales no solo acompañan, sino que participan activamente en la sanación emocional de los pacientes. "Los animales no curan, pero acompañan en un camino de sanación", afirma Balduzzi. Este vínculo es esencial, ya que durante las actividades lúdicas y las interacciones con los animales, el cuerpo humano libera hormonas como la serotonina y la oxitocina, generando un estado de bienestar y fortaleciendo el lazo entre humano y animal.

Además, Tierra de Encuentro se basa en el principio de que los animales son participantes activos, no meras herramientas terapéuticas. "Si los animales no disfrutan estar con personas, no participan," destaca Balduzzi, disipando el mito de que estos animales son explotados en las terapias. Lejos de ello, en Tierra se trabaja para que el bienestar animal sea prioritario, creando un ambiente en el que los animales tengan libertad de elección y comodidad, promoviendo una relación de respeto y reciprocidad.

En cada sesión, tanto el entorno natural como los técnicos y terapeutas juegan un papel crucial. Tierra de Encuentro ofrece espacios verdes que potencian la biofilia, un concepto que sugiere que la conexión con la naturaleza tiene beneficios directos sobre la salud humana. En este ambiente, los animales ayudan a que niños y jóvenes superen miedos y reticencias, facilitando experiencias sensoriales que de otra manera podrían ser difíciles de alcanzar. “Peppa, una de nuestras chanchas, motiva a los niños a interactuar con la tierra y las verduras, algo que para algunos sería impensable sin esta mediación,” explica Balduzzi.

Los animales en Tierra participan por voluntad propia y, al ser seleccionados de acuerdo a su disposición y habilidad para interactuar con personas, se garantiza un ambiente de colaboración y armonía. No se fuerza a ningún animal a participar, y cada uno tiene un papel que se ajusta a sus capacidades. Esto no solo contribuye a la efectividad de las terapias, sino que también convierte a estos animales en auténticos facilitadores emocionales.

Esta dinámica nos recuerda que la terapia asistida por animales no es una relación de superioridad humana sobre los animales, sino una sinergia donde el apoyo y el bienestar son mutuos. Los pacientes no solo reciben un acompañamiento especial, sino que ellos mismos se convierten en cuidadores de sus compañeros animales, generando empatía y un sentido de responsabilidad que refuerza el proceso terapéutico.