Dormir bien es más que un lujo, es una necesidad vital. Las horas que pasamos durmiendo no solo determinan nuestra energía diaria, sino que también afectan directamente nuestra salud física y mental.

Sin embargo, en un mundo dominado por el estrés y las pantallas, el buen descanso parece más un privilegio que un hábito.

Un sueño de calidad incluye ciclos que alternan entre fases ligeras y profundas, siendo la fase REM crucial para la memoria y el equilibrio emocional. Pero, ¿qué pasa cuando el insomnio o los despertares nocturnos irrumpen en este proceso?

Cuidar el sueño no es una tarea secundaria, es un pilar de bienestar. Reconocer que factores como el estrés, la luz azul de los dispositivos o malos hábitos alimenticios son enemigos del descanso, es el primer paso para tomar acción.

Establecer rutinas regulares, evitar estimulantes y desconectarse de las pantallas antes de dormir son medidas sencillas pero efectivas para recuperar un descanso reparador. Porque dormir bien no es solo cuestión de cantidad, sino de calidad, y eso puede marcar la diferencia entre una vida desgastante y una plena.