* Por Walter Scheffer, director de Grupo Primera Página.
Cuando se analiza el increíble crecimiento de la bizarra figura de Javier Milei en el escenario político argentino, es inevitable pensar en su nacimiento, desarrollo y coronación.
¿Cuándo se gestó la peligrosa épica libertaria autóctona, que enraizó la idea mileiana en el cansado cerebro de millones de argentinos hartos de las tres Ch: Chorros, Chantas y Chiques?
Para iniciar el recorrido, vamos hasta aquel emblemático jueves 19 de marzo de 2020, cuando el alienado pensamiento presidencial de AF encontró en el dictado de la cuarentena eterna, una deshidratada solución a la pelea contra un virus más peligroso políticamente que en materia de salud.
Con solo un centenar de casos registrados y tres fallecidos por el Covid-19, el presidente Alberto Fernández firmó el decreto 297/20, que estableció la cuarentena en todo el país el jueves 19 de marzo de 2020.
Mientras estás en movimiento reina el siga siga, pero cuando te encierran, te atan a la pata de la cama y te sobra el tiempo para pensar, se despiertan las angustias, se vislumbra la realidad oscura y triste y empieza a tronar el escarmiento en nuestros pensamientos y nuestros corazones.
Así renacieron ideas anarquistas que parecían olvidadas en los amarillentos libros de historia, florecieron personajes de ficción tuitera que empollaron huevos de serpientes y se viralizó una extraña forma de nazismo contemporáneo, digital e implacable. Todo entre cuatro paredes, pero a través de las redes, que simbolizaban la libertad que nos negaba un gobierno tan zombie como toda la clase política reinante.
Cuando hablamos de la clase política no nos referimos solamente a concejales, intendentes, gobernadores, diputados, senadores y presidente, sino también a toda esa burguesía estatal crónica de empleados públicos que nos pasaban sus privilegios por la cara, mientras los autónomos, monotributistas, pymes, albañiles, pintores, cerrajeros, changarines y otras mil especies de humanos de segunda, nos empobrecíamos y comíamos salteado como caballo de ajedrez.
Claramente y de forma muy contundente, la cuarentena dividió al país entre los privilegiados políticos, empresarios y sindicalistas, y sus hijos de leche, los abominables parásitos que cobraban la primera semana del mes sin trabajar, a costa de los impuestos que seguíamos pagando los que queríamos trabajar y no nos dejaban.
Eran miles y miles de empleados públicos que subían fotos a las redes sociales haciendo yoga, jugando con sus hijos, paseando con sus mascotas, arreglando su casa, mirando Nétflix mientras comían pochoclos, disfrutando de unas vacaciones obscenas e interminables. Eran mayoritariamente peronistas, radicales o del PRO. Eran el caldo de cultivo para el nacimiento de LLA.
Javier Gerardo Milei empezó a ganar las elecciones en aquellos aciagos días de 2020, porque entendió desde el terreno todo lo que no lograba comprender una aburguesada e insensible clase política que sólo pensaba en seguir enriqueciéndose ilimitadamente, mientras sometía a sus dirigidos a la impúdica felatio del pobrismo cultural.
Tanto discurso único, tanta sexualidad distorsionada hasta más allá de los extremos aceptables, tanto excremento verbal e ideológico sobre el idioma, generaron un hartazgo tan profundo que hoy cualquier cosa con olor a kirchnerismo molesta más que los mosquitos.
Por eso, Milei y Caputo pisan el acelerador sin piedad. Porque saben que hay un mar de personas comunes dispuestas a soportar cualquier cosa (literalmente), a cambio de presenciar la extinción esos seres impiadosos de las tres erres: Raros, Ricos y Recontrachorros.
Todo lo opuesto al kircherismo se convirtió en libertad. El discurso único, la policía del pensamiento, los estamentos del Estado propalando una visión inefable de las cosas, fue tan agobiante que cualquier propuesta que no fuera kirchnerismo era libertad. Esa inquina todavía sigue y tiene aire para rato. Por eso hoy Caputo puede hablar, con total impunidad, de años de ajuste.
Caputo lo sabe y cree que pueden aguantar mucho más que este salvaje torniquete con que está asfixiando a casi todas las clases sociales. Y Milei sabe también que derribando las pirámides de cartón que fueron estandartes K (INADI, Ministerio de la Mujer, etc.), gana plafón para seguir destruyendo el tejido social que protege a los más débiles (clases media y baja) de los zarpazos impiadosos de las clases dominantes a las que este presidente quiere irrefrenablemente representar.
Mientras el neo peronismo baila la danza del helicóptero bajo el lema “la calle está que arde”, la gente común aguanta el micro a mil mangos, la luz a 30 lucas y el celular a 20, a cambio de ver desaparecer a esa clase política que hace años no pisa los barrios, no huele la pobreza ni defiende a los jubilados, los laburantes y los pobres, como sí hizo el peronismo en todas sus épocas anteriores, en mayor o menor medida.
PD: este relato es producto de la enorme admiración que me produjo un tuit que ofrezco como pieza literaria para guardar y releer. Pasen, vean, entren y retuiteen…