El atentado a Cristina Kirchner conmocionó al país y fue calificado por parte del arco político, los medios de comunicación y la sociedad civil como un "intento de magnicidio". Según define la Real Academia Española (RAE), este término refiere a la "muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder".
En el caso que acaba de revolucionar al país, se trata de un intento, ya que el atacante, identificado como Fernando Andrés Sabag Montiel, no logró cumplir con su cometido.
En la historia hubo varios intentos fallidos de magnicidio que se popularizaron internacionalmente. Entre ellos los de de Ronald Reagan, Gustavo Díaz Ordaz, Margaret Thatcher, Augusto Pinochet, Juan Pablo II, Adolf Hitler y Fidel Castro.
Otros sí terminaron concretándose, como los de John F. Kennedy, John Lennon, Abraham Lincoln, Martin Luther King, Mahatma Gandhi, Tupac Shakur, Isabel de Baviera, Álvaro Obregón, entre otros.
Algunos de ellos, a su vez, llegaron a la pantalla grande de la mano de películas y series, como JFK, dirigida por Oliver Stone en 1991, sobre el asesinato de Kennedy, El asesinato de John Lennon, de J.P. Schaefer, sobre el de Lennon, y El paciente interno, documental sobre el intento de magnicidio contra Díaz Ordaz.
El atentado a Cristina Kirchner ocurrió cuando la vicepresidenta arribaba su casa en Recoleta. Por el ataque fue detenido Fernando Andrés Sabag Montiel, un hombre brasilero de 35 años con antecedentes penales.
De acuerdo a lo que mostraron las filmaciones que captaron el momento exacto, el hombre se acercó a centímetros de la mandataria, la apuntó con un arma y gatilló, pero la bala no salió. Por el hecho, Alberto Fernández decretó feriado nacional y llamó a los argentinos a defender la democracia con movilizaciones en las calles.
Durante un mensaje emitido en cadena nacional, el presidente calificó al episodio como el “más grave que ha sucedido desde que hemos recuperado nuestra democracia”.
El prestigioso diario Página 12 publicó el pasado sábado 3 de septiembre un muy buen informe sobre los intentos de magnicidio en nuestro país, que reproducimos a continuación:
Los atentados frustrados contra Juan Manuel de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento, Julio Argentino Roca, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Victorino de la Plaza, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Raúl Alfonsín.
La historia de los atentados a referentes políticos de la Argentina tiene un largo recorrido y se inicia con el atentado frustrado contra Juan Manuel de Rosas en 1841. El 27 de marzo, la hija y secretaria del gobernador, Manuelita Rosas, recibió la correspondencia y le llamó la atención un paquete remitido por la Sociedad de Anticuarios del Norte, con sede en Copenhague, Dinamarca.
Su padre no le dio mucha importancia al misterioso paquete, pero la “princesa federal” no pudo contener la curiosidad y decidió abrirlo en su habitación, en compañía de su amiga Telésfora Sánchez. El paquete contenía una llave y una caja forrada con un fino paño blanco. Al introducir la llave en la cerradura y girarla, la tapa se levantó bruscamente y se escuchó un ruido metálico.
Asustada, la hija del federal le entregó a su padre nuevamente la caja, quien la revisó y se encontró con una sorpresa en su interior: 16 pistolas distribuidas en forma circular, listas para dispararle una vez se abriera. Sin embargo, el mecanismo falló. La caja, denominada "la máquina infernal" por su presunto mecanismo letal, se encuentra expuesta en el Museo Histórico Nacional.
Domingo Faustino Sarmiento, presidente de la Nación entre 1868 y 1874, estuvo al borde de la muerte en agosto de 1873. Cuenta el historiador Felipe Pigna en su página oficial que el exgobernador sanjuanino sufrió un atentado cuando se dirigía sin escoltas hacia la casa de Aurelia Vélez, la hija menor de Dalmacio Vélez Sarsfield. Mientras viajaba por la actual esquina porteña de Corrientes y Maipú, la explosión de un disparo de revolver sacudió su coche. Los autores del ataque habían sido tres italianos: Aquiles Segabrugo y Francisco y Pedro Guerri.
Pero el ataque falló debido a que a Francisco Guerri, quien había sobrecargado de pólvora su arma, se le había reventado el trabuco en la mano. En tanto, Sarmiento salió ileso de esa situación y no escuchó el disparo debido a la profunda sordera que padecía. Se enteró de lo ocurrido cuando llegó a la casa de Sarsfield.
El 10 de de mayo de 1886—en el último año de su primer mandato presidencial—Julio Argentino Roca se disponía a inaugurar el periodo de sesiones del Congreso Nacional pero, al salir de su domicilio, se encontró con una multitud que quería presenciar su camino hacia el recinto y, de ese grupo, voló un cascote que impactó contra su cabeza.
Roca llegó al Congreso con la cara pálida y una venda en la frente que cubría la grave herida provocada por el impacto de la piedra. Sin importar ese detalle o que llevaba la banda presidencial sobre el uniforme manchado de sangre, inauguró las sesiones y aclaró en su discurso lo que había ocurrido instantes previos.
"Un incidente imprevisto casi me priva de la satisfacción de leer mi último mensaje que como presidente dirijo al Congreso de mi país. Hace un momento, sin duda un loco, me ha herido en la frente no sé con qué arma”, expresó. “Me retiro sin odios ni rencores para nadie, ni aún para el asesino que me ha herido”, cerró su discurso.
El día en el que se salvó Manuel Quintana fue el 12 de agosto de 1904. El atacante, quien había vigilado sus movimientos en las inmediaciones de su casa, lo cruzó cuando salía en auto hacia el centro porteño y le gatilló dos veces con un revólver calibre 38. Sin embargo, las balas nunca salieron.
El agresor, que se había dado a la fuga, fue detenido poco después por un comisario y un agente, y se lo identificó como Salvador Enrique José Planas y Virella, un joven catalán de 23 años con orientación anarquista. Consultado por los motivos que lo llevaron a apuntar contra el presidente, Planas explicó que el 1 de mayo de 1904 estuvo entre los manifestantes en el Paseo de Julio que habían sido salvajemente agredidos por la policía, y cuyo operativo dejó un saldo de varios muertos y cientos de obreros heridos. Su condena fue de 10 años de prisión.
José Figueroa Alcorta fue el sucesor de Manuel Quintana tras su fallecimiento el 12 de marzo de 1906. Con el antecedente del atentado orquestado por un anarquista, el entonces secretario general de la policía de Buenos Aires, Antonio Ballvé, no dudó en que la situación podría volver a repetirse.
En enero de 1908, la esposa del presidente, Josefa Boquet Roldán, recibió un "regalo" sorpresa en la entrada del domicilio situado en Tucumán 848. Se trataba de una canasta de frutas que escondía una bomba con un flojo mecanismo de reloj, el cual por fallas técnicas nunca se detonó.
En tanto, en febrero de ese mismo año, Alcorta fue sorprendido en la entrada de su casa por un hombre que arrojó un paquete humeante a sus pies y se fue corriendo. El exmandatario alejó la bomba casera de una patada y entró a su domicilio. La custodia del mandatario corrió al hombre y lo redujo: se llamaba Francisco Solano Rejis, de 21 años.
La bomba que había preparado tenía clavos, vidrios, pedazos de hierro y otros elementos punzantes. Fue condenado a 20 años de cárcel. En 1911 logró escaparse de Las Heras junto a otros 12 prisioneros por medio de un túnel.
Victorino de la Plaza fue atacado el 9 de julio de 1916 durante los festejos por el centenario de la independencia. El exmandatario, repudiado por entonces por las clases obreras que atravesaban situaciones de precariedad laboral y marginalidad, fue blanco de un hombre escondido entre la muchedumbre que aprovechó las distracciones por el desfile y disparó un tiro con su revólver hacia el balcón en el que se encontraba el Jefe de Estado.
No obstante, la bala no logró impactar al presidente y, cuando intentó efectuar un segundo disparo, fue reducido por un grupo de personas y policías. El agresor fue identificado como Juan Mandrini. Tras realizarcele las pericias psicológicas determinaron que padecía de demencia y lo condenaron a 1 año y 4 meses de cárcel.
Durante su segundo mandato presidencial, Hipólito Yrigoyen sufrió un atentado cuando se dirigía a la Casa de Gobierno. Ocurrió el 24 de diciembre de 1929, en la antesala al Golpe de Estado que daría inicio a la denominada "Década infame".
El radical salía cerca del mediodía de su domicilio en auto con custodia policial, cuando de pronto, un anarquista italiano, Gualterio Marinelli, irrumpió en la vereda y efectuó cinco disparos contra el coche presidencial. Ninguna de las balas llegó a Yrigoyen, pero sí a su auto. Luego, la custodia repelió el ataque y abatió al agresor.
El expresidente Juan Domingo Perón estuvo al borde del peligro en numerosas oportunidades. Los intentos de magnicidio contra el líder político de las masas populares se profundizó particularmente durante su segundo mandato, tras el fallecimiento de su compañera de fórmula Eva Duarte.
En abril de 1953, la CGT había convocado a una movilización en la Plaza de Mayo para apoyar al mandatario y hacer frente a la ofensiva opositora que amenazaba con desestabilizar el Gobierno. Mientras Perón pronunciaba su discurso, ocurrieron dos estallidos en medio la plaza donde se reunían cientos de miles de obreros. El ataque provocó las muertes de cinco personas y más de cien heridos.
En tanto, ya para junio de 1955, ocurrió el famoso bombardeo a la Plaza de Mayo perpetrado por aviones de la Marina y Fuerza Aérea con el objetivo de derrocar y matar al presidente. Sobre la Casa Rosada cayeron 29 bombas, otras cayeron sobre la Pirámide y una sobre un trolebús lleno de gente. En los alrededores quedaron los cuerpos de 355 civiles muertos.
El representante del regreso de la democracia en la Argentina tras los terribles años de la dictadura militar, Raúl Alfonsín, también estuvo marcado por episodios de violencia extrema, inclusive después de su mandato presidencial. Fueron dos las oportunidades en las que se buscó matar al exlíder del radicalismo.
Antes de que realizara una visita protocolar al comando del Tercer Cuerpo de Ejército en Córdoba, en mayo de 1986, la custodia presidencial descubrió un elemento sospechoso en la entrada, que resultó ser una bomba con gran capacidad letal, que debía accionarse cuando el mandatario arribara.
El segundo y más conocido atentado tuvo lugar en la ciudad bonaerense de San Nicolás en 23 de febrero de 1991, cuando en medio de un acto político, el ya expresidente fue sorprendido por un agresor que desde la multitud le disparó con un arma. En un acto reflejo, Daniel Tardivo, uno de los custodios de Alfonsín, puso al entonces presidente en el suelo y lo cubrió con su cuerpo. Otro guardaespaldas logró detener al agresor, identificado como Ismael Darío Abdalá, al cual declararon inocente por considerar que padecía de demencia durante los peritajes, y fue internado en un psiquiátrico.