En un acto cargado de simbolismo, el presidente ruso Vladimir Putin recibió personalmente en el aeropuerto de Vnukovo-2 a los ocho ciudadanos rusos liberados en el mayor intercambio de prisioneros con Occidente desde la Guerra Fría. Entre los repatriados se encuentran Anna Valereva Dulceva y Artem Viktorovich Dulcev, una pareja de espías que operó bajo identidad falsa en Argentina.
La pareja, que se mudó posteriormente a Eslovenia donde fueron descubiertos y condenados, fue recibida con un emotivo abrazo por Putin, quien les obsequió un ramo de flores. Ambos se declararon culpables de los cargos de espionaje y falsificación de documentos ante la Justicia eslovena.
Junto a la pareja de espías, también regresó a Rusia el periodista español Pablo González, quien fue detenido en Moscú bajo acusaciones de espionaje. González, que descendió del avión con una mochila a la espalda, estrechó la mano de Putin y agradeció su liberación.
El presidente ruso destacó la lealtad de los repatriados y prometió condecorarlos con medallas estatales. Además, aseguró que se abordará próximamente su futuro.
El intercambio de prisioneros, que involucró a varios países occidentales, fue considerado un gran triunfo para Rusia. A cambio de los ocho rusos, Moscú liberó a 15 ciudadanos rusos y extranjeros que cumplían penas en prisiones rusas, así como a un ciudadano alemán condenado a muerte en Bielorrusia.
Entre los liberados por Rusia se encontraban el periodista estadounidense Evan Gershkovich y el ex marine Paul Whelan. Sin embargo, el Kremlin decidió indultar a la mayoría de los prisioneros entregados, con excepción de tres ciudadanos alemanes.
Este intercambio de prisioneros marca un nuevo capítulo en las tensas relaciones entre Rusia y Occidente, y pone de manifiesto la importancia de la inteligencia en la geopolítica actual. La repatriación de los espías rusos, especialmente de aquellos que operaron en América Latina, subraya la creciente competencia entre las grandes potencias en la región.