La Piriápolis de Punta Lara que no llegó a nacer: el Palacio Piria, símbolo de un pasado esplendoroso

02-01-2022 - Por Primera Página

En el año 1827, Luis Castells -fundador de la localidad de Villa Elisa-, adquirió tierras que iban desde el parque Pereyra hasta las márgenes del Río de la Plata y se estableció como propietario de la estancia Punta Lara. La construcción del Palacio comenzó en 1907 y finalizó en 1910. En 1925 fue adquirido por el rematador uruguayo Francisco Piria, con el propósito de promoverlo como uno de los balnearios más importantes de la época. Piria ya había realizado una empresa similar diseñando y construyendo la ciudad que lleva su apellido: Piriápolis, en Uruguay.

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El empresario oriental introdujo algunos cambios en el palacio de Castells. Las habitaciones del primer piso se revistieron con madera tallada por artistas uruguayos. Emplazó un salón de espejos biselados, ubicado en la sala central de la casa. Trajo paisajistas para convertir toda la orilla del río en un verdadero parque arbolado simétrico. Y proyectó la urbanización completa de la ribera en todo el frente de su establecimiento.

Francisco Piria murió el 11 de diciembre de 1933 a los 86 años en su palacio de Montevideo, Uruguay, el cual es la actual sede de la corte suprema de justicia del país vecino. No solo era uno de los hombres más ricos del Uruguay, sino que fue un gran filántropo, un hombre que practicaba el esoterismo y la alquimia (la ciudad de Piriápolis está plagada de simbología esotérica), periodista -creó el diario vespertino “La tribuna Popular”-, político que fundó el partido Unión Democrática y compitió por la presidencia de su país y escritor del libro “El socialismo triunfante”.

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En 1947, a los 14 años de su fallecimiento, sus hijos donaron las 141 hectáreas del Palacio para uso residencial de los gobernadores. Esto no se concretó. Durante algunos años funcionó una colonia de vacaciones para niños huérfanos. Fue cedido a la Municipalidad de Ensenada, que perdió sus derechos por no poder hacerse cargo de su recuperación. Por Ley 12.955 de la provincia de Buenos Aires fue declarado Monumento Histórico y bien incorporado al Patrimonio Cultural de la Provincia. Como otros monumentos de la provincia (la capilla de los Presbiterianos en Florencio Varela, por ejemplo) está olvidado y en ruinas.

La Historia detrás del Palacio

Prohibido pasar. Peligro de derrumbe”. El cartel ubicado delante de la construcción resulta crudamente descriptivo. Atrás, bordeado por un alambrado desvencijado, el palacete de principios del siglo pasado sigue en pie sólo gracias a la nobleza de los materiales con los que fue construido, que resisten a más de cincuenta años de falta de mantenimiento y abandono.

El mítico Palacio Piria es un caserón de 1500 metros cubiertos frente a la costa del Río de la Plata en Punta Lara. Fue inaugurado en 1910 para las celebraciones del centenario de la Revolución de Mayo, y declarado por la Legislatura provincial en 2002 como Monumento Histórico y Bien incorporado al Patrimonio Cultural.

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Frente a la imponente pérgola semicircular a la que se accede a través de dos escaleras laterales, otrora recubiertas por el blanco inmaculado del mármol traído desde las canteras de Carrara, hay una moto gris metalizada que pertenece al único policía asignado a la custodia del lugar. A su alrededor, en el amplio terreno que otrora representaba un bello jardín con diversidad de especies, solo crece la maleza, entre la que pacen algunos caballos y otros animales de corral.

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Ni siquiera la instalación del alambrado perimetral, colocado hace dos décadas junto a una garita que terminó incendiada por intrusos, pudo detener el proceso de desmantelamiento. “Siempre ando con una pinza para emparchar el alambrado porque casi todas las noches lo rompen”, comenta, con cierta amargura, el suboficial Marcelo Nievas, que todos los días recorre en su moto más de 60 kilómetros desde Longchamps para cubrir ese puesto. Sin embargo, cuando Nievas se retira, el lugar queda expuesto a una constante depredación.

Hoy, el Piria se ha convertido en una suerte de depósito de escombros a expensas de bandidos furtivos que, poco a poco, fueron saqueando todo lo que logran desprender de la vieja estructura semiderruida. Con sus paredes cubiertas de grafitis, el proceso de vandalización alcanza a techos, losas, vigas, dinteles y pisos de cerámica española.

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Así y todo, la mansión en ruinas conserva buena parte de su magnífica fisonomía, realzada por las cuarenta columnas corintias dispuestas en las galerías que rodean toda la construcción. Pese al inocultable daño que presenta el lugar, el interés por conocerlo no ha mermado e, incluso, entre los propios habitantes de la región genera un fuerte sentimiento de pertenencia.

DESCANSO FRENTE AL RÍO

La historia del Palacio Piria arranca con la llegada al país del catalán Luis Castells y Sivilia, un afilado hombre de negocios que, tras vivir algunos años en Cuba había desembarcado en Buenos Aires en 1882, justo para cuando se producía la gesta fundacional de La Plata.

En poco tiempo Castells se ganó un espacio en el ambiente empresarial y financiero rioplatense. Fundó y dirigió el Banco Mercantil de La Plata y el Mercado de Frutos local, además de incursionar en negocios de fabricación de cal, canteras y arenales y asociarse con la firma Médici, constructora del Puerto local, donde también creó la Compañía de Muelles y Depósitos. Además, impulsó el desarrollo urbano en Villa Elisa, bautizada con ese nombre en honor a su esposa, Elisa Uriburu, hija de Francisco Uriburu, el ministro de Hacienda en la ruinosa presidencia de Miguel Juárez Celman. 

Castells compró al hacendado Jorge Bell la “Estancia Punta Lara”, un inmenso establecimiento de casi 5 mil hectáreas sobre la franja costera del Río de la Plata en las que se abocó a la ganadería y cría de caballos pura sangre. Además de ser un exitoso empresario y agente bursátil, Castells cobró fama por las donaciones que acostumbraba realizar y por la suntuosidad de su residencia ubicada en Villa Elisa, donde, entre otras cosas, cedió tierras para la construcción de la estación de trenes, la plaza principal y un colegio parroquial.

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Era una costanera de élite. A mediados de 1890, el acaudalado vecino se propuso construir una lujosa mansión frente al río con la idea de contar con una playa privada. Quería invitar a sus amistades de la alta sociedad porteña a disfrutar de estancias de descanso en los veranos. La iniciativa contemplaba un diseño fastuoso a partir de las indicaciones del propio Castells. 

La crisis económica que ese año azotó al país frustró varios de sus emprendimientos comerciales, afectó severamente sus arcas y frenó el avance de la obra. Agobiado por las deudas, Castells murió en Punta Lara el 25 de febrero de 1897. Al dar cuenta de su funeral el diario La Nación adjudicó el deceso a un “trágico accidente”; sin embargo, los relatos orales consolidados en la región siempre hablaron de un suicidio. Como sea, el magnate no pudo ver su proyecto concluido.

A su muerte, su hijo mayor, Luis Castells Uriburu, concretó el proyecto que había soñado su padre y construyó un palacete de tres plantas sobre 1500 metros cubiertos que fue inaugurado en 1910, en coincidencia con los festejos del centenario de la Revolución de Mayo. Curiosamente, y pese a que existen numerosos estudios históricos y arquitectónicos sobre el inmueble, nunca se pudo develar quién fue el responsable del diseño y la construcción, entre otras cosas, porque los planos originales se encuentran extraviados.

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Emplazado frente al estuario -actual avenida Costanera Almirante Brown, entre las calles 26 y 40- próximo a la estación del Ferrocarril, el majestuoso edificio en el de estilo italiano con reminiscencias renacentistas, fue diseñado con tres plantas y una recepción semicircular. A la altura del primer piso, el palacio está rodeado por galerías enmarcadas por las mencionadas columnas corintias con vistosas ornamentaciones, además de fuentes y estatuas dispuestas en los jardines. En aquella época, también existía un haras y un zoológico con animales exóticos. En las adyacencias del palacio preexistía un caserío en el que habitaban los peones que trabajaban en la cría de caballos y el servicio doméstico. También había una escuela, un almacén, algunos empleados ferroviarios y un pequeño emprendimiento arenero.

EL DESEMBARCO DE PIRIA

Con el paso del tiempo la zona aledaña al palacio comenzó a mutar. Su sola presencia atraía a vecinos y curiosos. Al incremento en el número de visitantes -pescadores, cazadores, excursionistas- se sumó la llegada de los primeros inversores que comenzaron a delinear en Punta Lara un perfil de balneario popular que, según varios investigadores de la historia local, contaba con playas de “arenas blancas”.

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Entre tanto, Castells hijo desplegó en su mansión ribereña una intensa movida social ofreciendo ostentosas fiestas de las que participaban distinguidas figuras de la aristocracia porteña. Pero, pronto, la decadencia económica de la familia Castells sellaría el destino del palacio, que en 1917 terminó hipotecado junto al predio de la estancia Punta Lara.

El movimiento costero atrajo a comerciantes y nuevos inversores. Uno de ellos fue Martín Taylor, un vecino de Ensenada que consiguió que el presidente Hipólito Yrigoyen firmara un decreto por el cual le fue otorgado un permiso de concesión para explotar una franja de 1200 metros de playa, y en 1922 habilitó un hotel al que llamó, por obvias razones, “El Primero”. Un año más tarde, tras un largo y engorroso trámite, pudo, finalmente, inaugurar el balneario con el compromiso del gobierno bonaerense de mejorar los accesos. Los efectos de las reiteradas inundaciones y el incumplimiento de las promesas oficiales llevaron a Taylor a abandonar la iniciativa que pasó a manos del empresario Juan Pereyra.

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La suerte del lugar pareció cambiar cuando, en 1925, el emprendedor inmobiliario uruguayo Francisco Piria compró el establecimiento a la Caja de Crédito Hipotecario. Piria provenía de una familia humilde que empezó con una casa de remates en el Mercado de Montevideo, y terminó por amasar una fortuna a partir de la creación de barrios periféricos cuyos solares subastaba a sectores de bajos recursos. Luego creció con su proyecto de explotar turísticamente las costas orientales inspirado en los balnearios de la Costa Azul. En 1890, había comprado un campo en cercanías del Cerro Pan de Azúcar donde, años después, desarrolló un enclave turístico al que bautizó como Piriápolis, un emprendimiento privado cuya traza presenta similitudes con el casco platense.

El multifacético empresario incursionó en el periodismo y la política y hasta llegó a ser candidato a presidente en su país. Escribió varios libros exponiendo sus ideas y fue un ferviente promotor de propuestas y acciones dirigidas a integrar ambas orillas, como la temprana iniciativa de construir un puente binacional surgida por esa época.

Piria conocía la zona e, incluso, hacia 1889 había participado de un frustrado proyecto de la construcción de un canal navegable junto al empresario Emilio Reus. Como lo señala el historiador Gustavo Vallejo en su libro Utopías Cisplatinas. Francisco Piria, cultura urbana e integración rioplatense (Las Cuarenta; 2009) dedicado a recorrer el pensamiento y las diversas iniciativas desarrolladas por el uruguayo, la propuesta del canal se dio en simultáneo con otra impulsada por Castells, que tampoco prosperó, y que contemplaba una “urbanización náutica en tierras linderas a La Plata”, articulada por la construcción de polders y canales que permitieran el asentamiento en tierras bajas.

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Una curiosidad: según Vallejo, en el mismo año en que Piria compró el palacio, se rodó en sus instalaciones la película La dama desconocida, dirigida y protagonizada por Ernestina Rivademar en la que también trabajó Donato del Carril.

Con impronta de visionario, Piria sostenía que la costa ensenadense tenía un “porvenir colosal”. A partir de vislumbrar ese potencial turístico, proyectó un ambicioso desarrollo sobre una superficie que superaba la del propio casco urbano de La Plata. Hasta se ofreció a financiar de su bolsillo la construcción de un sistema de caminos públicos en la ribera y encarar un plan de forestación. Promocionaba el lugar con avisos publicitarios en los diarios en los que anunciaba los encantos naturales del “Balneario de La Plata”, donde estaba “la playa más linda de pura y fina arena”.

Según esos planes, el palacio tenía como destino convertirse en hotel de lujo y casino. Lo cierto es que cuando el empresario uruguayo llegó a Punta Lara, la residencia llevaba algunos años deshabitada por lo que tuvo que encarar refacciones y reformas. “La idea era convertirlo en el epicentro del balneario”, explica el historiador vocacional y estudiante de Museología, Ezequiel Aldazabal, quien junto con las arquitectas Marcela Nacarate y Mariela Amor, entre otros participantes, impulsa desde hace años una acción ciudadana para la recuperación del lugar.

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Piria tuvo que lidiar con un sinnúmero de complicaciones y obstáculos, empezando por tener que pedir el auxilio de las autoridades para desalojar a un grupo de personas instaladas en la zona costera. Por otra parte, a poco de haber adquirido el palacio, se difundieron en la prensa una serie de artículos que daban cuenta de los preocupantes niveles de contaminación del río por el efecto de los desagües de Buenos Aires. A fines de 1925, en efecto, otra medida perjudicó la afluencia del turismo a la costa ensenadense: la puesta en funcionamiento de la Destilería de Petróleo, que condicionó las operaciones del puerto local convirtiéndolo en terminal de productos inflamables. Al año siguiente, además, surgió un nuevo inconveniente al desatarse una febril discusión sobre la moralidad de quiénes se asoleaban y tomaban baños en la playas en la que intervino hasta el Vaticano.

Pero, como si eso fuera poco, se sumó un problema mayúsculo: los propósitos de Piria no eran bien vistos por los funcionarios bonaerenses, que nunca aprobaron su propuesta de urbanización. Fue entonces que, ya octogenario y sin conseguir apoyo oficial suficiente, decidió retornar a Uruguay. Allí murió en 1933.

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Si bien la estadía de Piria en Punta Lara no duró mucho, fue suficiente como para dejar el sello de su nombre en el palacio y un puñado de leyendas alrededor de su vida. Una de esas historias asegura que en la propiedad había hecho construir un cuarto secreto en el que ejercitaba las ciencias ocultas que había aprendido de pequeño en Génova junto a su tío Juan, sacerdote jesuita. Esa práctica hizo que se ganara el apodo de “alquimista” con el que, incluso, se lo mencionaba en la prensa.

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La vida privada del empresario alcanzó ribetes que escandalizaron a la sociedad de la época, sobre todo por su relación con su tercera esposa, Carmen Piria, una joven argentina a la que doblaba en edad y que, en su lecho de muerte, reconoció como su hija natural. De sus matrimonios tuvo en total tres hijos: Francisco José, Lorenzo y Arturo, aunque también crio a una hijastra llamada Adela. La discusión sucesoria para definir la distribución de la herencia se extendió por larguísimos años. El magnate había dejado estipulado en su testamento la donación del palacio para ser usado como residencia veraniega de los gobernadores, destino que nunca se concretó. No obstante, sus descendientes buscaron que la Justicia avalara su derecho sobre las tierras de la vieja estancia Punta Lara. Eso generó un litigio que, además de enemistar a los herederos entre sí, los enfrentó con el fisco provincial, que, finalmente, terminó como único propietario.

DERROTERO

Durante la segunda presidencia de Juan Perón, buena parte de los terrenos lindantes con el Palacio Piria fueron distribuidos entre sindicatos afines al gobierno. La falta de un plan sustentable por parte de las sucesivas autoridades determinó el inicio del ciclo de decadencia que llega hasta nuestros días.

Después de oficiar por un tiempo como dependencia anexa del Servicio Penitenciario Bonaerense el edificio pasó a depender del Ministerio de Acción Social, que le dio diferentes usos: fue centro de la tercera edad llamado “Asociación Los Abuelos del Palacio Piria”, instituto de menores y colonia de vacaciones para chicos vulnerables.

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Cuando funcionaba como mansión para niños huérfanos, había funciones de cine y distintas actividades a las que se sumaban los habitantes de los alrededores, cuenta el locutor y periodista Willy Dante quien asistía con frecuencia al lugar ya que su abuelo Dante Rusmando, gestionaba el recreo "La Expansión", que funcionaba cerca de allí. Con el tiempo, Dante se convirtió en un verdadero cultor de la historia local que expone junto a aportes de otros viejos lugareños en la página de Facebook "Punta Lara un balneario con historia".

Los cambios de timón en los usos del predio y los diferentes actores que lo transitaron sirvieron también para difuminar su historia, la cual quedó envuelta en un conjunto de mitos y leyendas que incluyen las apariciones de una mujer espectral vestida de blanco y un misterioso jinete que, según algunos lugareños, protege el lugar por las noches.

Más allá de estos relatos fantasmagóricos, con el guiño de las autoridades municipales en una fracción del predio se asentó el Centro Tradicionalista de Ensenada, conducido por Soledad Mareco, poeta e intérprete folclórica. Mareco vive en un trailer desde hace casi dos décadas y, frente a la situación de abandono, se erigió en una suerte de custodia ad hoc. “Acá viene gente que pregunta y quiere saber y otros que se quieren meter para hacer maldades y bueno, así estamos”, dice la mujer. De pequeña, la folclorista cuenta que iba a la escuela con varios de los chicos que estaban alojados en el hogar para niños huérfanos, dependiente del área de Minoridad que funcionó en el Piria.

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Según un informe de la Dirección de Patrimonio Cultural, realizado en 2016, los primeros estudios de evaluación técnica y relevamiento para analizar una posible recuperación del palacio fueron hechos en 1989. No obstante, el tema pasó al olvido hasta que, una década más tarde, el legislador platense Henry Stegmayer presentó una iniciativa para distinguir al lugar por su valor patrimonial. Así, la Legislatura bonaerense sancionó en 2002 la ley 12.955 por la cual declaró al ex palacio como Monumento Histórico y Bien incorporado al Patrimonio Cultural de la provincia. La medida, sin embargo, resultó a todas luces ineficaz para la protección del lugar.

Una seguidilla de accidentes encendió la luz de alerta sobre las consecuencias impensadas que podía provocar el abandono. El más grave se produjo en el verano de 2005, cuando una niña de 8 años que había ingresado al palacio junto a un grupo de familiares sufrió un mareo y se precipitó desde la terraza. La pequeña Priscila, que terminó internada en el Hospital Cestino con politraumatismos, heridas cortantes y múltiples fracturas en uno de sus brazos, salvó su vida de milagro. Los familiares reclamaron a las autoridades por la falta de señalización y otras medidas de seguridad.

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Para entonces era ostensible la ausencia de un presupuesto asignado a su mantenimiento, lo que aparecía reflejado en varios informes técnicos realizados por la División de Inspección del Departamento Administrativo de Bienes del Estado. En esos años el Palacio Piria pasó a la órbita de la Unidad de Gerenciamiento Efectivo de Inmuebles Fiscales del Ministerio de Economía. Pero el traspaso tampoco redundó en beneficio alguno para el lugar. La muestra palpable de que a nadie le interesa demasiado la suerte del palacio quedó de manifiesto en 2012 al realizarse una actualización de antecedentes dominiales en la provincia. Entonces, los funcionarios advirtieron que, en realidad, el Piria figuraba también como parte del organigrama de la vieja cartera de Acción Social por entonces subsumida como secretaría dentro del Ministerio de Salud provincial.

En distintas etapas de esta larga historia el municipio de Ensenada reclamó y consiguió la cesión temporal del Palacio Piria para su jurisdicción pero al no encontrarle un uso que lo reactivara, la finca volvió al Estado provincial. La última vez fue en mayo de 2015, cuando el gobierno de Mario Secco consiguió destrabar el expediente 2360-234122/10, por el cual el predio fue transferido a la comuna “con cargo de destinar el predio a actividades culturales, recreativas y de preservación del edificio histórico”. Sin embargo, el paso del tiempo y la falta de acciones hizo que, al igual que había ocurrido en anteriores ocasiones, la medida quedara sin efecto.

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En enero de 2020, al asumir el actual gobierno conducido por Axel Kicillof, se aprobó un nuevo organigrama del Ministerio de Economía en el que fue creada la Dirección de Recursos Inmobiliarios Fiscales, de la que ahora depende la suerte del Palacio Piria. Desde entonces, funcionarios provinciales y del municipio de Ensenada trabajan en estricta reserva en un plan de puesta en valor que ya cuenta con el desarrollo de estudios técnicos y propuestas de uso, pero que espera los recursos para poder ser aplicado.

CRUZADA CON APOYO REAL

Hubo varios intentos fallidos por recuperar el lugar impulsados por la ciudadanía. De todos ellos, el que estuvo más cerca de cumplir el objetivo, no fue protagonizado por las autoridades del Estado sino por la Casa Española de Mujeres (CEM), una entidad encargada de promover las raíces ibéricas en el país mediante actividades culturales y acciones de bien público, que por entonces se hallaba en busca de una sede.

En 2011 la organización de mujeres había conseguido el apoyo explícito del rey Juan Carlos I para intentar recuperar la casa de la familia Arana, un inmueble de la época fundacional ubicado en el casco platense que se encuentra muy deteriorado y que posee una réplica única de un patio de estilo nazarí. Sin embargo, la iniciativa no logró convencer a los propietarios del lugar y terminó por quedar en nada. Así, la CEM trasladó su interés hacia la recuperación del Piria, y consiguió renovar el aval de la casa real española que fue expresado en varias cartas. En efecto, en una serie de misivas intercambiadas por la CEM con el Palacio de La Zarzuela, es posible acreditar el interés y respaldo explícito tanto del ex monarca como del príncipe de Asturias -actual soberano-, que hasta incluyó una felicitación a sus súbditas por tan loable empresa.

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La cruzada se combinó con los esfuerzos de otros grupos que venían impulsando el rescate del Piria. Luego de un intenso trabajo conjunto y el asesoramiento de ingenieros, arquitectos y restauradores se logró dar forma a un plan de puesta en valor y hasta se consiguió reunir de empresas privadas y públicas avales por 12 millones de pesos, que era el total de los fondos calculados por entonces para posibilitar una primera etapa de restauración, que incluía un “apuntalamiento estratégico”, resguardo de materiales y recuperación de la imagen original de la edificación. Asimismo se planteaba instalar complejos para el desarrollo de actividades culturales, recreativas y deportivas.

El plan avanzó hasta la presentación de una carta intención en la que la provincia accedía a entregar en comodato a la CEM las instalaciones para ser usadas como sede de la entidad y espacio para el desarrollo de actividades culturales conforme con un proyecto acordado entre las partes. “La restauración se realizará reemplazando las partes dañadas siguiendo el diseño original respetando las normas de protección al patrimonio y al arte del hombre”, se indica en el documento, que lleva sello oficial de recepción el 28 de diciembre de 2012 pero que nunca fue convalidado por las autoridades.

Nosotras teníamos pensado usar el lugar como sede y transformarlo en un centro de convenciones que sirviera a los municipios de la región para desarrollar distintas actividades y habíamos conseguido importantes respaldos pero no sabemos por qué la provinca se echó atrás en ese momento”, recuerda la ex secretaria de la hoy disuelta CEM, Marta Gazzoti, para quien, en aquel momento “era absolutamente factible la recuperación del palacio”.

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Las gestiones quedaron en manos de las hermanas Mirta y Graciela Renedo que fueron las que hicieron contacto con firmas como Siderar, Federación Patronal y, entre otras, Banco Provincia, a las que se sumaron el Consulado de España y el municipio de Ensenada. “La clave para conseguir el respaldo económico de las empresas locales partió de la revalidación del apoyo de la corona española”, reconoce Mirta, que por entonces era tesorera de la entidad de mujeres.

Sin embargo, a un año de haber presentado la propuesta formal que se les había requerido y sin haber recibido respuesta alguna, la Casa Española de Mujeres decidió abandonar el proyecto. Comunicó su decisión “irrevocable” en una carta elevada el 20 de diciembre de 2013 en la que las mujeres indicaron: “Vemos una falta total de interés por parte de las autoridades correspondientes tomando en cuenta el carácter de urgencia con que fue presentado por el delicado estado estructural que presenta el edificio”.

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Quizás entonces se perdió la última posibilidad cierta de recuperar el edificio que siempre ha sido una piedra en el zapato para las autoridades”, se lamenta la arquitecta Amor, quien junto con Nacarate y Aldazabal presentaron en 2015 una ponencia sobre el Piria en el “Congreso sobre Historia de los Pueblos”, realizado en La Plata. Al año siguiente ese estudio fue ampliado e incluido en un libro editado en el contexto de las 3eras Jornadas Latinoamericanas de Patrimonio y Desarrollo bajo el título “Palacio Piria, al rescate de un gigante Olvidado” organizado por la filial argentina del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), entidad internacional dedicada a la conservación y protección de monumentos, conjuntos y sitios del patrimonio cultural. En la conclusiones se destaca la historia del lugar y se considera factible su puesta en valor a partir de acciones de “desarrollo social y sustentable”. Además, se plantea la “responsabilidad legal” de la provincia de “protegerlo y recuperarlo”. “Especialistas destacados como el prestigioso arquitecto, restaurador y docente de la facultad de Arquitectura de la UNLP, Fernando Gandolfi, afirman que esto es posible”, indica la publicación.

Un informe realizado en 2020 por el Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica (Lemit) califica como “ruina” al estado en el que se encuentra la edificación y advierte sobre el riesgo de derrumbe en varios de los espacios de la casona en caso de no procederse a la consolidación de su estructura. Dado el avanzado deterioro que presentan las instalaciones, los expertos del Lemit desestiman la posibilidad de una recuperación integral del edificio y consideran que sólo se puede aspirar a un trabajo de rescate arqueológico de lo que permanece en pie mediante un apuntalamiento.

La evaluación técnica fue realizada a pedido de un grupo de funcionarios que trabaja en un plan de puesta en valor. En la propuesta participan, en forma conjunta, la Dirección de Patrimonio Cultural bonaerense, la Dirección Provincial de Arquitectura y la Dirección de Cultura de la municipalidad de Ensenada. Fuentes de esas dependencias confirmaron la iniciativa, aunque aclararon que se encuentra aún en un estadío de anteproyecto a la espera de que se disponga la asignación de la partida, estimada inicialmente en unos 200 millones de pesos.

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Los patrimonialistas y defensores del valor histórico y cultural del Piria se entusiasman y destacan la capacidad y predisposición del actual titular del área de patrimonio de la provincial, Pedro Delheye, un arquitecto platense que, a su vez, preside ICOMOS Argentina. Delheye, por su parte, pide prudencia y prefiere no adelantar detalles al respecto; sólo reconoce que el tema está en agenda.

Mientras tanto, alrededor de los despojos del Piria se pasean los animales de la granja del centro tradicionalista. Caballos, cabras, cerdos y gallinas son hoy los únicos habitantes del lugar. Fuentes notIciasensenada.info 0221.com.ar e Infobae.com