El Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación acaba de publicar La industria argentina es su tercer siglo, un libro sobre la historia de la industria argentina que traza un recorrido cuyo comienzo se remonta a 1810 (punto de partida del proceso de independencia) para llegar al contexto de la actual pandemia de COVID-19.
p>El trabajo fue coordinado por Marcelo Rougier, investigador del CONICET en el Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP, CONICET-UBA) y director del Centro de Estudios de Historia Económica Argentina y Latinoamericana (CEHEAL).
El estudio contó, además, con la participación de otros cuatro científicos del Consejo: los investigadores Juan Odisio, del IIEP, Martín Schorr, de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (IDAES, UNSAM), la becaria posdoctoral Ludmila Scheinkman, del Instituto de Investigaciones de Estudios de Género (IIEIGE, UBA), y el becario doctoral Ramiro Coviello, también del IIEP.
Aunque se trata de un libro de historia económica, abocado centralmente al estudio de procesos, actores y discursos del pasado, el trabajo se abre con un prólogo del Ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, que plantea un interrogante de acuciante actualidad de cara al futuro: “¿Por qué la industria es clave para el desarrollo argentino?”.
Un sentido similar al del prólogo asume la presentación del libro a cargo de Rougier, “Pasado, presente y futuro de la industria argentina”, en la que su autor plantea que el desempeño de la industria argentina “es un espejo en el cual se refleja la complejidad de la formación histórica del país y de su actual realidad social, y brinda herramientas fundamentales para el diseño de políticas para su despliegue”.
De acuerdo con el investigador del CONICET y coordinador del proyecto, la apuesta del libro fue llenar un vacío marcado por la ausencia de trabajos que sintetizaran, con una mirada integral y multidisciplinar, los avatares del sector manufacturero nacional desde los orígenes de la nación hasta el presente.
“La idea fue hacer un libro homogéneo que no fuera una mera suma de capítulos. Para ello, tuvimos que establecer las etapas que iban a jalonar el relato y determinar criterios comunes para discutir y estudiar cada una de ellas”, señala Rougier.
Una convicción fundamental que recorre el libro, del que participan historiadores, economistas, sociólogos y cientistas políticos (la mayoría de ellos integrantes del CEHEAL), es que la industrialización es un proceso social complejo, que implica mucho más que máquinas y cambios tecnológicos, y, por lo tanto, debe abordarse desde una mirada multidisciplinar.
“La industria genera y promueve determinados actores sociales, como los empresarios industriales y los trabajadores, y modifica las relaciones en el seno de una sociedad. Además, está vinculada a determinadas ideas políticas, así como a capacidades y proyectos estatales Abarcar todas estas dimensiones solo es posible dese un enfoque multidisciplinar que incluya la sociología, la economía, la historia, las ciencias políticas. Éste, creo, es el aporte más original del libro”, advierte el investigador.
Los primeros siete capítulos del libro, que siguen al prólogo de Kullfas y a la presentación de Rougier, se ocupan del análisis de diferentes períodos que se suceden entre sí y que segmentan ciclos diferenciables dentro de la historia de la industria argentina.
“Dentro de la que es la historia de la industria argentina, se podrían distinguir cuatro grandes etapas, que se prolongan, aproximadamente, medio siglo cada una. Una primera etapa, que se extiende desde la Revolución de Mayo hasta fines de los años ´60 del siglo XIX, está marcada por el abandono de la economía colonial. La segunda (1870-1929) abarca el despliegue de la industria moderna en el marco del modelo agroexportador (MAE). Desde comienzos de los años ´30 y hasta mediaos de los años ’70 del siglo pasado, tiene lugar una tercera gran etapa en la que la industria adquiere un peso protagónico en la economía argentina, a través de un proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI). A partir de 1976, en coincidencia con la llegada de la última dictadura militar al poder, se despliega un modelo económico menos anclado en las actividades productivas y más en las actividades comerciales y financieras. No obstante, dentro de estos grandes ciclos, se pueden reconocer subperíodos de cierta importancia”, señala Rougier.
Aunque las primeras dos etapas se corresponden con los dos primeros capítulos del libro, los años en los que la ISI tiene un rol central (1930-1976) ocupan los capítulos 3 y 4. Las últimas décadas también son puestas bajo la lupa, ya que tras la crisis del 2001, luego del auge del neoliberalismo y la consecuente pérdida de peso de la industria (1976-2001) -capítulo 5-, comienza una recuperación acotada del sector industrial, que se prolonga hasta la finalización del mandato presidencial de Cristina Fernández de Kirchner (capítulo 6). Asimismo, el periodo que se extiende desde el inicio del gobierno de Mauricio Macri hasta los primeros efectos de la pandemia de COVID-19 está marcado por una nueva desindustrialización (capítulo 7).
“Cada uno de estos capítulos analiza, por un lado, qué sucedía con la industria a nivel macroeconómico. Es decir, cuál era la evolución y dinámica del sector manufacturero, qué rubros eran los más importantes, cuál era la participación en el producto. Pero, además, cada capítulo tiene un análisis dedicado al desempeño de las empresas del sector, donde se miran, por ejemplo, las distintas estrategias empresariales y la incorporación de tecnología. Todo esto sin dejar de tomar en cuenta una dimensión social, que incluye ver lo que ocurre en cada período con los actores que participan de la producción industrial, principalmente con los empresarios y los trabajadores. Finalmente, en todos los capítulos se abordan las políticas públicas y económicas de cada etapa, que a su vez están ancladas en las ideas económicas que circulan en ese momento”, explica el investigador.
Los últimos dos capítulos del libro (8 y 9) complementan el abordaje de los diferentes períodos, al ocuparse, respectivamente, de la historia de los organismos públicos vinculados al sector industrial, y de reunir una serie de estadísticas sobre la historia de la industria argentina, que pueden servir de base pasa futuros trabajos de investigación.
De acuerdo con Rougier, aunque hoy la industria parezca tener un rol menor respecto al que llegó a alcanzar en otros momentos de la historia argentina, como en los años ’50 y ’60, continúa siendo un sector clave cuando se trata de pensar en políticas de desarrollo.
“En términos generales, es posible afirmar que los países desarrollados son industriales y que aquellos que tienen menos nivel de desarrollo suelen tener un déficit significativo en su sector manufacturero. Esta idea que ya aparece en el contexto del siglo XIX se mantuvo vigente durante todo el transcurso del siglo XX y aun lo está hoy: los países con un desarrollo sostenido y una estructura social más integrada poseen un sector industrial de peso”, asegura el investigador.
En este sentido, para Rougier, el desarrollo industrial aparece también ligado a la posibilidad de una sociedad más igualitaria en términos socioeconómicos. “La industria creció más que el producto durante el MAE y se transformó en el motor del crecimiento durante los años ‘50 y ‘60, cuando la economía argentina alcanzó un alto despliegue que permitió garantizar un importante nivel de inclusión, más allá de los conflictos que pudieran existir a nivel político. Por el contrario, a partir del ´76, la caída del peso del sector industrial abrió paso a un proceso de creciente desigualdad social”, indica.
Rougier considera que es importante estimular las exportaciones industriales y, para ello, se debe apostar a aquellos sectores que puedan ser competitivos a nivel internacional, con el objetivo de conseguir divisas, cuya falta es uno de los grandes déficits estructurales de la economía argentina.
Pero, además, el investigador también ve a la industria como un sector que puede generar empleo de calidad. “Además de promover a aquellos sectores que pueden exportar y atraer divisas, es importante estimular actividades industriales vinculadas al mercado interno que sean intensivas en mano de obra, dado el problema de desempleo y empleo informal que tenemos en nuestro país”
Finalmente, Rougier considera que también se deben promover sectores vinculados al desarrollo tecnológico que requieran de un fuerte contenido de conocimiento, que pueda taladrarse también hacia otros sectores productivos.
Para todas estas metas, de acuerdo con el investigador, el rol del Estado es fundamental. “En primer lugar, desde el punto de vista de garantizar estabilidad macroeconómica para que puedan realizarse las inversiones y desarrollarse las actividades normalmente. Pero también a través de políticas industriales específicas -que pueden ser por sector, por actividad o por producto- como ventajas crediticias o impositivas. En particular se debe dar apoyo a los empresarios nacionales y contribuir a generar los acuerdos sociales que permitan legitimar estos procesos”, concluye.
Fuentes: lamovidaplatense.info y infoblancosobrenegro.com