Los platenses debemos descubrir otra ciudad que existe y que duele. Ya no somos el sueño dorado de Dardo Rocha, esa utopía fundacional que nos llevaba a ser la urbe perfecta, planificada, imposible de ser maleable a los sinsabores del derrotero político argentino.
La ciudad que existe y que duele hoy tiene al 44.2 % de su población viviendo en la pobreza. Cualquier índice, asociado a las condiciones de vida de esa brutal cifra, nos marcará un estado de situación angustiante, que desespera. Ya nada nos separa de las demoledoras estadísticas, que nos señalan esta tragedia social, del profundo conurbano bonaerense.
El crecimiento demográfico desmadrado, la falta de políticas públicas durante años que contengan y reorienten ese mismo crecimiento en pos de mejores condiciones socio ambientales, urbanas, de infraestructura, en definitiva de vida, para una población que se duplicó en veinte años, nos ubican en una compleja situación.
Podríamos detallar con datos y cifras contundentes el proceso de conurbanización profundo que vino para quedarse ante la mirada absorta de una dirigencia platense, en el más amplio sentido de la palabra, que parece más preocupada por acumularse en fotos de cenas y festejos que abordar en conjunto este preocupante panorama que jamás, pero jamás, “soñó Dardo Rocha”.
Estamos a tiempo. Contamos con herramientas invalorables como nuestra querida UNLP, nuestro gigante acervo cultural en todas las áreas, profesionales absolutamente capacitados en todos los ámbitos, decenas de organizaciones del voluntariado que realizan un trabajo encomiable. Tenemos que hacer el esfuerzo de repensar nuestra ciudad, podemos, es una obligación moral intentarlo, dejando de lado las posturas irreconciliables para trabajar en conjunto con nuestras diferencias a cuestas, pero soñando una ciudad para el futuro, la del sueño de Dardo Rocha.