Alberto Fernández, quien alguna vez intentó consolidarse como un líder regional durante su mandato, enfrentó un duro revés en su ambición de mantenerse activo en la política internacional. Su deseo de ocupar la Secretaría General Iberoamericana (Segib), un organismo crucial para la cooperación entre los 22 países iberoamericanos, se desvaneció tras las acusaciones de violencia de género que lo dejaron fuera de juego.
Desde el inicio de su gestión, Fernández buscó proyectarse en el ámbito internacional, participando en importantes cumbres del G20 y el G7, y liderando la Celac como presidente protémpore. Su plan, una vez fuera del poder, era continuar su influencia regional desde un rol diplomático, lejos del turbulento escenario político argentino. La Segib, con sede en Madrid, parecía ser el lugar ideal para cumplir ese objetivo.
El cargo, que le hubiera asegurado un salario de 14 mil euros mensuales, le permitiría a Fernández radicarse en la capital española y dar clases, alejándose del día a día de la política local. Sin embargo, sus planes comenzaron a desmoronarse cuando fue desinvitado de una misión de observación en las elecciones de Venezuela, tras alinearse con Lula y criticar a Nicolás Maduro. Pero fue la denuncia de violencia de género lo que finalmente sepultó sus aspiraciones.
La Segib, actualmente dirigida por el chileno Andrés Allamand, ex canciller de Sebastián Piñera, ha estado en el centro de la controversia por su gestión y sus vínculos con la ultraderecha europea. Allamand, quien llegó al cargo con el apoyo del progresismo latinoamericano, ha sido criticado por favorecer a los países europeos, especialmente España, en detrimento de los intereses latinoamericanos. Estos movimientos generaron en Madrid la intención de impulsar a Fernández como su sucesor.
Sin embargo, la caída en desgracia del ex presidente argentino aseguró la continuidad de Allamand en la Segib, dejando a Fernández sin la salida diplomática que buscaba. Con su sueño frustrado, el futuro de Alberto Fernández en la política internacional queda en suspenso, mientras la región sigue buscando su camino en un contexto de crecientes tensiones y desafíos.