En la oscuridad de la noche, la calle estaba sumida en un silencio sepulcral. Pero de repente, un grito ensordecedor rompió la calma. Era el chofer del colectivo que acababa de ser atacado por dos hombres armados, que lo obligaron a detener el vehículo en seco. Los pasajeros aterrorizados no pudieron creer lo que estaba sucediendo.
Pero lo peor aún estaba por venir. En un acto de crueldad sin precedentes, los atacantes dispararon al chofer a sangre fría y huyeron con tan solo un bolso y una mochila. ¿Qué clase de monstruos eran capaces de cometer tal barbarie?
La noticia corrió como reguero de pólvora por todo el país, causando pánico y desconcierto en la población. Los ciudadanos exigían justicia y la policía se esforzaba por encontrar a los culpables. Pero mientras la investigación avanzaba, surgían nuevas teorías y sospechas.
El gobernador Axel Kicillof apuntó sus dedos hacia la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y la acusó de estar detrás del ataque. Las palabras del Gobernador causaron una tormenta política, y las redes sociales se llenaron de mensajes a favor y en contra.
La exministra Bullrich no tardó en responder, tildando al gobierno de mentiroso y cobarde. La situación estaba al rojo vivo, y el país entero se encontraba al borde del caos.
Pero entre toda esta turbulencia, una cosa estaba clara: la violencia y la inseguridad seguían siendo una amenaza constante para la sociedad. El dolor y la angustia de los familiares del chofer asesinado no podían ser ignorados, y se hacía cada vez más evidente que algo tenía que cambiar en el país.