El 17 de octubre de 1945 fue un hito que redefinió el panorama político argentino. Dos imágenes simbólicas capturaron la convulsión de aquel día: una de un Juan Domingo Perón detenido, y la otra de él hablando a una multitud desde el balcón de la Casa Rosada. Estos instantes representaron el inicio de una era que dominaría la política durante tres décadas.
El arresto de Perón, previamente ordenado por el presidente de facto Edelmiro Farrell, no impidió su inesperado resurgimiento. Un cambio de planes lo llevó al Hospital Militar, donde sorprendió a muchos al mostrarse enérgico y activo, planeando sus próximos movimientos.
Mientras tanto, la multitud en Plaza de Mayo no dejaba de crecer. Trabajadores de distintos sectores se unieron en una movilización casi espontánea, sin una coordinación clara, convergiendo hacia el epicentro de Buenos Aires en apoyo a Perón. Entre ellos, obreros y sindicalistas, algunos provenientes del radicalismo y el nacionalismo, jugaron un papel clave en este episodio histórico.
Una figura en particular, Cipriano Reyes, a menudo asociado con los eventos de ese día, reclamó un protagonismo que la historia pone en duda. En realidad, fue una mujer llamada María, obrera de Swift, la que lideró la movilización desde los frigoríficos de Berisso.
Aníbal Villaflor, otro líder sindical enfrentado con Reyes, también desempeñó un papel significativo, junto con otros sectores sindicales que exigían la liberación de Perón y sus aliados.
Finalmente, la negociación entre Perón y Farrell allanó el camino para un discurso crucial desde el balcón de la Casa Rosada. En ese momento, Perón, mirando hacia una abarrotada Plaza de Mayo, pronunció las palabras que resonarían en la memoria colectiva: "Trabajadores, únanse; sean más hermanos que nunca".
El 17 de octubre de 1945 se erigió como un momento definitorio en la historia política argentina, con sus imágenes icónicas y sus héroes anónimos, forjando un legado que perduraría en las décadas venideras.