El presidente Milei en su laberinto
El estrépito que causó el tuit fijado por el presidente Javier Milei el viernes a la noche, cuando insólitamente promocionó el lanzamiento de una criptomoneda que cayó tan rápidamente como subió para dejar en pocas horas un tendal de estafados y una bolsa de cientos de millones de dólares en manos de posibles delincuentes digitales, adquirió una dinámica de proporciones inimaginables para el conjunto del arco político argentino.
Lejos de desescalar, la magnitud del escándalo va creciendo a medida que se conocen los pormenores del hecho, incluida la respuesta que el propio presidente ensayó. Así el primer mandatario, en un segundo tuit afirmó no tener "vinculación alguna" con el emprendimiento (¿?) "VivaLaLibertadProyect" y admitió que le dio difusión sin estar "interiorizado de los pormenores".
Sin profundizar en cuántas figuras penales podrían surgir de la actuación de Milei en la red social X, empezando por el principio universal del Derecho, según el cual "nadie puede alegar su propia torpeza", es evidente el daño político que se auto infringió en términos generales para la fuerza política que lidera y en el aspecto particular, respecto de su reputación como economista y libertario a nivel nacional e internacional.
En su defensa se escuchan voces de LLA y del PRO, alegando que el presidente no fue parte de la estafa y que la oposición está utilizando este “traspié” para poner palos en la rueda de una política económica que viene dando resultados, como la baja de la inflación.
Los argumentos, amplificados al máximo por la red de comunicación formal e informal del Gobierno, no dejan de ser excusas para desviar las miradas y descargar de responsabilidad al presidente.
No obstante, y dada la complejidad de la estafa ejecutada el viernes a la noche, de la que voluntaria o involuntariamente participó el presidente, en los días por venir mucha agua ha de correr debajo del puente, y precisamente puede que no sea tan cristalina como quisiéramos para bien del país.
Pedirle a la oposición que no utilice políticamente lo sucedido es negarle su razón de ser en la medida que se trata de un escenario en el que además de la Justicia la política tiene mucho para decir y exigir.
Está claro que en este affaire sobran preguntas y faltan respuestas que deben ser dadas por el oficialismo, en la cabeza del Poder Ejecutivo, es decir Javier Milei.
Por Antonio Arcuri