Jimmy Savile, una figura icónica de la televisión británica, ha sido señalado como uno de los mayores depredadores sexuales de la historia reciente, con más de 400 víctimas, la mayoría menores de edad. Durante su tiempo como presentador de la BBC, Savile no solo acumuló millones de dólares, sino también una serie de acusación de abuso que la cadena ignoró sistemáticamente.

Tras su muerte en 2011, el escándalo se estalló cuando un documental de ITV, en 2012, reveló relatos desgarradores de mujeres que fueron víctimas de su abuso. Las denuncias, que rápidamente sumaron kilómetros de testimonios, desencadenaron una investigación criminal que llamó la atención sobre la complicidad de instituciones como la BBC y el NHS, con los que Savile tenía estrechos vínculos.

Lo más alarmante no solo es la magnitud de los crímenes, sino el encubrimiento sistemático de la BBC, que priorizó su imagen sobre la justicia. Incluso después de su caída, la cadena trató de minimizar las acusaciones, lo que pone en duda el compromiso real de las grandes corporaciones mediáticas con los derechos de las víctimas.

Este caso debe servir como una reflexión sobre cómo, a menudo, el poder y la fama pueden crear espacios donde los crímenes quedan silenciados. El escándalo Savile no solo revela la monstruosidad de un individuo, sino también la estructura que permitió que sus actos permanecieran ocultos por tanto tiempo.