El golpe de Estado de 1955, encabezado por Eduardo Lonardi, fue el resultado de una creciente oposición a las políticas de Juan Domingo Perón. Lonardi, que ya había enfrentado un episodio de espionaje en Chile años antes, decidió tomar el liderazgo del movimiento insurreccional cuando el contexto político y social en Argentina llegó a un punto crítico.
Tras el levantamiento, Perón renunció y, en medio de maniobras estratégicas, buscó asilo en la embajada paraguaya. Aunque intentó movilizar a sus seguidores, el golpe fue inevitable. El exilio de Perón, que duraría 17 años, comenzó en un hidroavión, escoltado por fuerzas paraguayas, mientras Lonardi asumía brevemente la presidencia.
El conflicto entre Perón y la Iglesia, sumado a la creciente tensión con las Fuerzas Armadas, allanó el camino para el golpe. Lonardi, con el lema "Cristo Vence", lideró la toma de importantes posiciones militares, pero la situación seguía siendo incierta.
La falta de señales claras por parte del gobierno de Perón facilitó el avance de los golpistas. La Marina, que se mostró particularmente opositora, bombardeó la destilería Eva Perón en Mar del Plata como parte de las acciones militares.
El golpe final se dio cuando Perón, agotado y presionado, decidió dejar el país. Lonardi, junto a otros líderes militares, instauró la autodenominada Revolución Libertadora, aunque su poder fue breve, siendo reemplazado meses después por Pedro Aramburu.