En plena euforia por el auge de Internet y las nuevas tecnologías de finales de los años noventa, un estadounidense decidió embarcarse en un negocio insólito que desató otro tipo de boom: la venta de terrenos en la Luna. Fue en 2001 cuando Denis Hope, a través de su empresa Lunar Embassy, comenzó a vender lotes en el satélite natural de la Tierra, aprovechando un vacío legal en el Tratado de Espacio Exterior de la ONU, que prohibía la apropiación de cuerpos celestes por países, pero no por individuos.
Denis Hope se autoproclamó dueño de la Luna y otros planetas del Sistema Solar, y en dos semanas logró vender 600 lotes. Hoy en día, ya ha comercializado más de 6 millones. Entre estos propietarios se encuentra Alejandro Garzón Maceda, un misionero argentino que asegura ser el primer compatriota en invertir en este peculiar negocio.
Alejandro, residente de Garupá, cerca de Posadas, se convirtió en un pionero en la compra de terrenos lunares. “No soy ni rico ni famoso, pero fui el pionero”, afirmó en una entrevista con Infobae. Aunque la identidad de los clientes de Lunar Embassy se mantiene en secreto, se estima que más de 1.800 argentinos poseen un pedazo de Luna.
El 4 de septiembre de 2006, Alejandro se encontraba en su hogar en el Club de Campo La Eugenia cuando su hija, María, lo sorprendió con una noticia que había visto en Internet: "Mirá papá, venden lotes en la Luna". Sin dudarlo, Alejandro decidió comprar uno y regalárselo a su hija. "Estás más loco que una cabra", le respondió María, pero finalmente aceptó la propuesta.
Alejandro pagó 100 dólares por un acre de terreno lunar, y poco tiempo después, recibió por correo el título de propiedad, la ubicación del terreno, el reglamento y la forma de gobierno. Para él, la compra fue más un acto romántico que una inversión seria.
Aunque en su momento fue un capricho divertido, Alejandro se puso a investigar sobre el tema después de la compra. Descubrió que, en Estados Unidos, el Registro de la Propiedad se basa en la primera persona que reclama un terreno. Hope, aprovechando esto, reclamó la Luna como suya en 1980 y extendió su reclamación a otros planetas.
Alejandro, abogado de profesión, hoy trabaja como Director de Defensa del Consumidor del gobierno de Misiones y vive en el mismo club de campo en Garupá. Su hija María, quien recibió el regalo lunar, ahora vive en Ginebra y trabaja para la ONU. Alejandro tiene otros tres hijos mayores de edad, quienes algún día deberán decidir qué hacer con el terreno en la Luna.
Las parcelas lunares siguen siendo accesibles, con precios desde 37,49 dólares por un acre, y promociones especiales por el aniversario de la llegada del hombre a la Luna. Lunar Embassy incluso ofrece la opción de obtener un pasaporte extraterrestre por un costo adicional.
Aunque muchos consideran que invertir en terrenos lunares es tirar el dinero, Alejandro cree que puede ser una inversión valiosa en el futuro. Para él, la compra no fue por interés económico, sino un gesto de amor hacia su hija. "Cuando yo no esté, mis hijos se repartirán el terrenito en la Luna", concluyó Alejandro, entre risas y seriedad.